Paul Giamatti y cómo convertirse en el profesor gruñón que es el alma de la película "Los que se quedan"

"Los que se quedan", lo nuevo del prestigioso Alexander Payne, llega este jueves a cines de Uruguay con Paul Giamatti en otro gran papel. El actor revela el detrás de su personaje.

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THE HOLDOVERS
Paul Giamatti y Dominic Sessa en "Los que se quedan".
Foto: Seacia Pavao / Difusión

Reggie Ugwu, The New York Times
A Paul Giamatti simplemente le gustaría dejar claro que tal vez no siempre tenga que hacer de parlanchín. Sería bueno, solo para cambiar un poco las cosas, si pudiera retratar a alguien con más chances de expresarse de manera no verbal: un criador de caballos taciturno con un pasado angustiante, por ejemplo, o un ladrón de cajas fuertes de clase mundial con lesiones en las cuerdas vocales. “Por favor, no me hagas hablar tanto”, dice en voz baja, con sus ojos avergonzados como suplicando al universo.

A los observadores de Giamatti puede resultarles difícil imaginar al actor sin palabras. Es uno de los grandes conversadores del cine, a menudo citado por sus deslumbrantes vuelos de oratoria. Piense en la reprimenda profana de Miles al merlot en Entre copas (2004), o en el Padre Fundador que azota las virtudes de la independencia en John Adams (2008), o en el impetuoso entrenador de boxeo Joe Gould en El luchador (2005). Que Giamatti reclame menos líneas de diálogo podría sonar como un auto de Fórmula Uno anhelando una ruta de autobús.

Su último papel, como Paul Hunham en Los que se quedan, un maestro solitario y cascarrabias en una escuela pituca de Nueva Inglaterra encargado de cuidar alumnos durante las vacaciones de Navidad, agrega una serie de monólogos memorables a la obra del actor. Pero Giamatti también imbuye al personaje en un profundo pozo de melancolía y ternura apenas disimulada, rasgos que tienden a revelarse en gestos físicos, sin palabras: arrugar la barbilla, entrecerrar un ojo.

“Hay primeros planos donde puedes ver no sólo su transición de un pensamiento a otro, sino todos los pequeños micropensamientos que suceden en el medio”, dijo Alexander Payne, director de Los que se quedan, quien volvió a formar equipo con Giamatti casi 20 años después de Entre copas. “Podrías contratarlo para interpretar al jorobado de Notre Dame y haría un gran trabajo con él”.

El verdadero Giamatti es de voz suave, de modales amables y contemplativo, con la costumbre de mirar a lo lejos cuando necesita ordenar un pensamiento. Si no te mantuviste al día con Billions, la serie que terminó el año pasado después de siete temporadas (está en Netflix), su cabello es más blanco de lo que recuerdas, como si Papá Noel tuviera un hermano con un título en Humanidades.

A menudo se supone erróneamente que Giamatti es similar a sus personajes, lo que es a la vez un cumplido y una molestia. Payne está convencido de que el actor no recibió una nominación al Oscar por Entre copas (sus coprotagonistas Thomas Haden Church y Virginia Madsen sí) porque hizo que pareciera demasiado fácil. En la vida real, que se sepa, a Giamatti no le interesa mucho el vino y sabe poco sobre él, para consternación de los fans que se le acercan en los restaurantes.

Aparte de un interés compartido en los arcanos del Imperio Romano, tiene pocas cosas en común con su personaje en Los que se quedan: un profesor anticuado y ogro con problemas oculares y una afección cutánea que le hace oler a pescado.

80th Annual Golden Globe awards - PRESS ROOM
El actor Paul Giamatti, premiado en los 80° Globo de Oro. Foto: Archivo
ROBYN BECK/AFP fotos

Sin embargo, Giamatti se encontró extrañamente involucrado en el papel. Sus padres eran profesores (su padre, A. Bartlett Giamatti, fue presidente de la Universidad de Yale y más tarde comisionado de las Grandes Ligas de Béisbol) y se graduó de una escuela preparatoria similar a la de la película.

Más que cualquier otro papel, se perdió en el personaje, permitiendo que sus propios recuerdos y experiencias influyeran en su actuación.

“Era más inconsciente de lo normal, lo cual era un poco alarmante porque a veces casi sentía que no estaba trabajando lo suficiente, que estaba siendo un vago”, dijo Giamatti. “Incluso cuando lo vi, fue extraño. Seguí mirando y pensando: ‘¿Es eso lo que estaba haciendo?’”.

Giamatti nació y creció en Connecticut y asistió a Yale para obtener su título universitario y su maestría en Bellas Artes, en Literatura inglesa y Teatro. Aunque descartó la idea de seguir a sus padres en el mundo académico, es un lector voraz con un profundo interés por la ciencia ficción, la historia, la filosofía y el misticismo.

En Chinwag, el podcast que comenzó el año pasado con Stephen Asma, profesor de Filosofía y autor, el actor acribilla a amigos y expertos con preguntas sobre figuras históricas oscuras y lo paranormal: fantasmas, ovnis, la teoría de la Tierra Hueca, el antiguo Egipto.

Asma se hizo amigo de Giamatti durante la pandemia (el actor le envió un correo electrónico, de la nada, para felicitarlo por una conferencia que había dado sobre la ciencia de la imaginación) y dijo que habían pasado dos horas durante su primera conversación discutiendo al teólogo sueco del siglo XVIII, Emanuel Swedishborg. “Cada pared de cada habitación de su apartamento tiene estanterías llenas de libros, de varios niveles de profundidad”, dijo Asma. “Lee más que la mayoría de los profesores de Inglés que conozco, pero lo usa a la ligera”.

Tanto en su vida como en su obra, Giamatti siempre se ha sentido atraído por personajes marginales. Es uno de los raros fanáticos del béisbol más interesados en los árbitros que en los jugadores (“Eres una parte muy importante del juego y estás fuera de eso, ¿cómo es eso?”).

Incluso en papeles secundarios (un traficante de esclavos a sangre fría en 12 años de esclavitud, un manager musical engañoso en Letras explícitas), su presencia aumenta el volumen de la humanidad en la pantalla. Estuvo nominado al Oscar por Esplendor americano y ha trabajado con algunos de los grandes directores contemporáneos.

Cuando se prepara para un papel, Giamatti lee y relee el guion numerosas veces (no es un fanático de la improvisación), haciendo inferencias sobre cómo se presentaría el personaje en 3D. A menudo busca maneras de transformarse físicamente, una tarea para la que su fachada de ciudadano común ha resultado útil. “Puedes vestirme como un cocinero de comida rápida, o como un mayordomo, o como el presidente de los Estados Unidos en el siglo XVIII, y parece que debería usar esa ropa”, dijo.

Para Los que se quedan —que se estrena este jueves en Uruguay—, en la que su personaje crea un vínculo con un estudiante brillante pero problemático (interpretado por el debutante Dominic Sessa) y la directora de la cafetería de la escuela (Da’Vine Joy Randolph), Giamatti se dejó crecer un bigote y usó un anorak inspirado en una similar a la de su padre. Y la transformación es completa.

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