Perfil
Los españoles están mencionados en la categoría de actores principales, una peculiaridad que hablan del poder y el cariño de Hollywood hacia ellos
Su primer encuentro en la pantalla fue españolísimo. Hablaban de tortilla de patatas. Y cultivaban su flirteo bajo la sombra de una valla publicitaria del toro de Osborne. Pero a partir de Jamón, jamón, de Bigas Luna, en 1992, ambos empezaron un camino que les llevaría lejos de casa. Hace tiempo que España no es la única patria cinematográfica de Javier Bardem y Penélope Cruz.
Y, aunque han filmado y recibido aplausos por medio mundo, Hollywood presume de considerarse algo así como su segundo hogar. La meca del cine les ha adoptado y les reserva el tratamiento de las grandes estrellas: los contrata siempre que puede, los invita a sus fiestas y sus talk shows.
Y, sobre todo, los premia. Un Oscar ella, uno él. Y cuatro nominaciones cada uno, la última, este martes, por Being the Ricardos (Bardem; está para ver en Amazon) y Madres paralelas (Cruz; desde el 18 en Netflix). La primera, eso sí, conjunta. Porque ambos acudirán a la gala del 27 de marzo como candidatos a una estatuilla. Actor protagonista y actriz protagonista. El resumen de sus vidas.
“Que mi nominación y la de Penélope sucedan a la vez me parece mágico”, dijo Bardem en una rueda de prensa convocada tras el anuncio. Pocos dudarían de que, además, se antoja merecido. En casa, los galardones no deben ya ni caberles: Batfa, César, David, premios del festival de Cannes o de Venecia... Él cuenta con cinco Goya, en 12 nominaciones. Ella gana en candidaturas: 13 -la primera de ambos, por cierto, fue Jamón, jamón-. Pero Cruz solo tiene tres estatuillas. Y, por supuesto, ambos optan de nuevo a los reconocimientos del cine español en la ceremonia de mañana: ella por la película de Almodóvar. Él por El buen patrón, de Fernando León de Aranoa.
A estas alturas, en común tienen muchísimo: para empezar, dos hijos y un matrimonio. Pero, también comparten las fechas del despegue internacional.
En 2000, mientras él se estrenaba como nominado a los Oscar, con Antes que anochezca, de Julian Schnabel, ella se lanzaba a una de sus primeras interpretaciones para Hollywood, con Espíritu salvaje (en NSNow de Nuevo Siglo), de Billy Bob Thornton. A partir de ahí, Cruz sumó filmes como Blow: Profesión de riesgo, de Ted Demme, o Vanilla Sky, de Cameron Crowe. Y Bardem apareció en Colateral, de Michael Mann, o The Dancer Upstairs, de John Malkovich. Hasta que, en tres años, sus vidas y sus carreras cambiaron para siempre. Porque se reencontraron. Y porque empezaron a marcar la historia del cine español. Por separado, primero. Y juntos, poco después.
En 2007, ella es nominada por primera vez al Oscar por Volver (Netflix) de Almodóvar. 2008: él lo gana, por No es país para viejos, de los hermanos Coen. En 2009 ella también lo obtiene, por Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen. Hoy quizás algún espectador se haya acostumbrado a esta excepcionalidad. Pero cabe recordar que supuso todo un hito, en ambos casos. Nunca un español había logrado nada parecido. Ni mucho menos todo lo que vendría después.
Mientras medio mundo los observaba fascinado, Cruz y Bardem volvieron a mirarse el uno a la otra. Precisamente en aquella época empezaron a surgir los rumores sobre su romance, tal vez alimentado por las secuencias volcánicas entre ambos en Vicky Cristina Barcelona. Hubo fotos, sospechas y, finalmente, confirmación. En 2010, cuando él recogió el premio al mejor actor del festival de Cannes por Biutiful (en NSNow de Nuevo Siglo y HBO Max), de Alejandro González-Iñárritu, desde el escenario soltó: “Te quiero mucho, Penélope”. Con ese filme, además, Bardem optó por tercera vez al Oscar. Y ese año se casaron.
Tanto éxito llamó a los paparazzi: ambos, sin embargo, respondieron con una defensa firme de su privacidad que todavía mantienen.
Las superproducciones también se interesaron por ellos. Y, en este caso, la puerta se mantuvo abierta. Se suele decir que los grandes estudios eligen con cuidado los intérpretes para sus filmes de presupuesto abultado: han de ser “activos”, nombres que atraigan al público y reduzcan los riesgos de fracasar. Otra demostración del impacto de ambos. La saga de Piratas del Caribe apostó, directamente, por los dos: primero Cruz, en 2011. Y luego Bardem, en 2017. De paso, ella también sumó una tercera nominación al Oscar, por Nine, de Rob Marshall. Y él se convirtió en una de las mejores némesis de James Bond en Skyfall (en alquiler en NSNow de Nuevo Siglo), de Sam Mendes.
De tanto aparecer en la gran pantalla, terminaron por juntarse más veces en ella. En 2013, con El consejero, de Ridley Scott. Y en 2017, ya de vuelta a España, con Loving Pablo (en Netflix), de León de Aranoa, donde compartían muchas secuencias y hasta una feroz pelea. En 2018, ambos protagonizaron Todos los saben (Amazon) de Asghar Farhadi. Y, en la rueda de prensa de presentación del filme, ella aseguró: “Lo hemos hecho varias veces y no nos llevamos los personajes a casa al final del día porque tenemos la misma visión del trabajo. Lo haremos de vez en cuando, cuando consideremos que está bien, pero no muy a menudo”. Desde entonces, de hecho, no ha vuelto a suceder.
Sí han compartido muchas galas. Y, en septiembre, fue ella la que, con la Copa Volpi de Venecia en la mano, le dio las gracias a él, sentado en la platea. El 27 de marzo en Los Ángeles, ambos ocuparán un asiento en los Oscar. Hasta aquí, todo normal, para Bardem y Cruz. Pero los dos tendrán, además, opciones de ganar. Inaudito, incluso para una pareja así.