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La nueva película de Diego “Parker” Fernández, que incluye a figuras como César Troncoso y Martín Slipak, triunfó en el Festival de Cine de Gramado y es una de las más vistas en Uruguay
La aparente tranquilidad que reina en una ciudad de frontera suele ser extremadamente frágil. Por eso, cualquier evento que quiebre la rutina de un pueblo anclado en el tiempo, se vuelve un acontecimiento. Pero lo que muestra La teoría de los vidrios rotos, la nueva película de Diego “Parker” Fernández, supera todo. Es un verdadero escándalo o, mejor dicho, “un misterio”, como canta Humberto De Vargas en la banda sonora.
Una inédita ola de incendios de autos saca la peor cara de todos esos personajes que rondan en el imaginario capitalino cuando se piensa en un pueblito del interior: o sea, la peluquera chusma, un comisario algo torpe, un trío de vecinos patoteros, un político algo mafioso y una anciana muy entrometida.
Frente a este panorama, el enfoque clásico sería el rodar un drama policial donde el comisario interpretado por César Troncoso debiera tomar las riendas del asunto. Sin embargo, Fernández —director de Rincón de Darwin, de 2013— se propuso la originalidad: su historia gira en torno a la postura de una empresa de seguros. Claudio Tapia (a cargo del argentino Martín Slipak), un agente de pólizas que espera un ascenso, llega desde Montevideo como representante de Santa Marta Seguros para encargarse del tema.
Pero a Tapia, que lucha contra el choque de idiosincrasias, no le resulta fácil. Hay mucha presión. A medida que se incendian más autos, debe lidiar con los locatarios que le exigen el pago inmediato, mientras que desde Montevideo, su jefe le pide todo lo contrario. Es una situación asfixiante, casi un laberinto sin salida.
Pero el secreto de La teoría de los vidrios rotos, que ya está entre las cinco películas más vistas de Uruguay, está en el encare humorístico de esa historia inspirada en hechos reales. “La quema de autos era algo como inocente, casi una travesura que se fue de las manos”, explica el director. “Por eso, lo lindo era hacer algo policial que se mezclara con comedia”, agrega.
Y las numerosas situaciones humorísticas del guion escrito a cuatro manos entre Fernández y Rodolfo Santullo, que se inspiran en los estereotipos del popular dicho “pueblo chico, infierno grande”, son todo un triunfo. Las cálidas críticas de los medios locales y de los buenos resultados en la taquilla lo avalan: La teoría de los vidrios rotos es una de las películas uruguayas del año y la comedia perfecta para volver a las salas de cine. A su vez, se consagró en el Festival de Cine de Gramado al llevarse el premio al mejor largometraje extranjero, otorgado por el jurado, y el premio del público en la misma categoría.
Además de la participación del argentino Martín Slipak, el elenco incluye a varias figuras locales: César Troncoso, Robert Moré, Jorge Temponi, Christian Font, Jenny Galván y Verónica Perrotta. “Hacía tiempo que no se veía en el cine local una película con tantos actores conocidos”, comenta el director. “Lo particular es que cada personaje tiene su desarrollo; no se mezclan”, agrega.
Además del notable trabajo de fotografía del argentino Lucio Bonelli —que supo capturar la esencia de Aiguá, el pueblo donde se filmó la película—, el gran acierto está en la banda sonora. Como si se tratara de un coro griego que comenta las acciones e incluso increpa al confundido protagonista, la música compuesta por Gonzalo Deniz —líder del proyecto Franny Glass— e interpretada por un Humberto De Vargas que experimenta su costado crooner, se vuelve un personaje más de la historia. Y, desde este viernes, se podrá escuchar completo en plataformas digitales. Lo edita Bizarro y el álbum también cuenta con la participación de Rossana Taddei, quien brilla en los coros de “Misterio”.
“La película tiene algo uruguayo, pero no busca esa uruguayez para pegar en la fibra”, aclara. Lo que sí es superuruguayo, pero sin ser lo más evidente, es lo difícil que representa tomar el lugar de alguien mayor. Como se ve en la selección de fútbol, el recambio generacional, suele tener resistencias”, agrega sobre el ingreso de Tapia a la “región 15” para reemplazar a un colega recién jubilado.
Una película pensada para el público
“Las decisiones de la película estaban guiadas para el público más que para los críticos o el jurado del festival”, explica Fernández. “A partir de ahí, es una carta libre; cualquier cosa puede pasar”. La frescura que ofrece una comedia pura –un género poco explorado en el cine uruguayo- permite que Moré, encargado de la empresa de seguros de la competencia, ofrezca excelentes intervenciones basadas en la incomodidad; que Temponi, como el villano que envidia el puesto laboral del protagonista, logre hilarantes participaciones musicales como cantar en la luna o estar al frente de la banda de cumbia Los Totolos; y que Font se destaque como un periodista radial ridículamente incisivo.
“No queríamos reírnos del pueblo, sino tomar con comedia a varios personajes. Por eso, me quedé tranquilo de que en Aiguá gustara tanto. Ese espíritu de comedia es bien franco para que nadie quede afuera, por eso también mostramos que el personaje de Tapia también tiene cosas ridículas; no es el montevideano que viene a salvarlos”, asegura el director.
Hoy, La teoría de los vidrios rotos cumple su primera semana en cartel. Estos primeros días fueron bastante alentadores y el director ha recibido varios elogios de parte del público. “La invitación que les hago es que si les gustó la película, que la recomienden”, asegura. Y para aquellos que estén buscando un título para retomar la experiencia inigualable de la risa colectiva en una sala de cine, lo nuevo de Diego “Parker” Fernández es la opción ideal.