¿Por qué “Los espíritus de la isla” se volvió una de las películas más potentes en los premios Oscar?

Tiene nueve nominaciones, incluyendo mejor película, dirección, guion y todo su elenco y es una película triste sobre el fin de una amistad en la Irlanda de hace 100 años

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Los espíritus de la isla
Colin Farrell en "Los espíritus de la isla".
Foto: Jonathan Hession / Difusión

No tiene, está clarísimo, la espectacularidad tecnológica de Todo en todas partes al mismo tiempo, la pureza nostálgica de Los Fabelman o, quizás, la profundidad de Tár. Pero igual, en su aparente austeridad, Los espíritus de la islaes otra de las grandes candidatas en los Oscarque se entregan este domingo.

Es, de hecho, junto a Sin novedad en el frente la segunda en cantidad de nominaciones: nueve. La que más tiene es Todo en todas partes al mismo tiempo, 11.

Las categorías a las que aspira Los espíritus de la isla son: película, la dirección y el guion de Martin McDonagh, mejor actor principal (Colin Farrell) y mejores actores secundarios (Brendan Gleeson, Kerry Condon y Barry Keoghan), mejor música (Carter Burwell) y edición (Mikkel E.G. Nielsen).

Es de las grandes protagonistas de la ceremonia. Viene de ganar cuatro Bafta y tres Globos de Oro (incluyendo mejor comedia o musical), y de encabezar varias listas de mejores películas de 2022, en un raid que empezó con dos premios en el Festival de Venecia, incluyendo la Copa Volpi para Farrell.

Llega con pretensiones de favorita en la categoría principal aunque parece poco probable que frene el envión de Todo en todas partes al mismo tiempo. Puede darle su primer Oscar en su primera nominación a Farrell y habría que reconocer el fino trabajo del guion de McDonagh.

Es que Los espíritus de la isla, entre tanto despliegue de efectos especiales, de repetición de fórmulas, de ideas que se clonan, de superhéroes y secuelas, recupera el poder de contar una historia simple, que parece transcurrir sin mayores complicaciones. Es una película encantadoramente triste sobre el fin de una amistad en el alegórico (lejano pero presente) entorno de la Guerra Civil irlandesa de hace, justamente, 100 años.

McDonagh es británico y fue una sensación del teatro londinense a comienzos de siglo con historias que, en cierto punto, recuerdan a la de Los espíritus de la isla.

Su anterior película, Tres anuncios para un crimen de 2017, aquella con Frances McDormand pidiendo justicia para su hija asesinada, ganó dos Oscar (uno para McDormand y otro para Sam Rockwell como un policía racista) de las ocho categorías que estuvo nominada. No sé si la volvió a ver (está en Star+) pero es una gran película y tiene mucho del tono de Los espíritus de la isla.

Ese tono y estilo (comedia dramática tirando a negra, diálogos imaginativos, violencia tirando a explícita) ya estaba en Escondidos en Brujas, la primera colaboración entre Farrell, Gleeson y McDonagh. También allí había un mundo cerrado que daba la sensación de un limbo de hombres condenados. También dirigió Siete psicópatas, vistosa pero menor.

Acá Farrell y Gleeson son Pardiac y Colm, dos mejores amigos y compañeros de copas en una de las islas de Aran en el oeste de Irlanda en 1923. Por razones tan comprensibles como aburrirse con su compañía y charlar sobre las heces de Jenny, la burra de Padriac, Colm decide cortar el vínculo. Padriac parece no entender de indirectas e insiste con recuperar la amistad aun cuando el otro concreta una amenaza feísima si no lo deja tranquilo.

A lo lejos se ven y se sienten las explosiones de la guerra civil, un ejemplo de intolerancia entre compatriotas que se refleja en el doméstico y apolítico distanciamiento entre estos amigos. Una de las posibles lecturas de la película es que refleja la intolerancia y terquedad que llevó a los irlandeses a pelear entre sí después de vencer a los ingleses.

No es más que eso y ahí está su encanto: es como la nieta triste de El hombre quieto aquella de John Ford que transcurría no muy lejos de Inisherin (que es un paraje ficticio) y estaba llena de luz. Ford es una referencia citada por los propios responsables de Los espíritus de la isla.

El hombre quieto, por las dudas, es de 1952 está para ver en Qubit y ganó dos Oscar, uno para Ford y otro para la fotografía a color de Winton C. Hoch y Archie Stout.

Acá, aunque en un paisaje conmovedoramente árido, también hay par de personajes simpáticos, una bruja de leyenda y un aire de fábula y cuento popular que gana todo el planteo. La fotografía de Ben Davis consigue un brillo propio ya sea en los salvajemente fríos paisajes del lugar como en la oscuridad de los interiores.

Es, claramente, una tragicomedia, una combinación que McDonagh sabe administrar con diálogos ocurrentes y limitándose, se insiste, a ese viejo arte de contar una historia.

Bien narrada, sin otras aspiraciones, que interesarnos un rato. Ese es un mérito que hay que recuperar. Nos hemos puesto pretenciosos, cierto, pero es hora que nos dejemos seducir por las cosas simples de esta vida. Y del cine.

En ese panorama, no estaría mal que Los espíritus de la isla gane a mejor película aunque su posición en las apuestas ha ido bajando en las últimas semanas. Eso se debe, principalmente al avance de Todo en todas partes al mismo tiempo que el domingo a la noche consiguió el premio mayor en la ceremonia del sindicato de escritores. Viene haciendo lo mismo en todas las premiaciones de la recta final de la temporada.

Los espíritus de la isla transcurre literalmente en otro mundo. Es una película triste (lo ha reconocido el propio McDonagh) en un mundo que celebra gratuitamente la alegría. Es alegórica cuando el mensaje debe ser directo y es tan poco pretenciosa como contar una amistad que se rompe, cuando todo el mundo parece estar hablando de grandes temas.

Pero está hablando de grandes cosas, solo que lo hace con la simpleza de una leyenda de un chismorroteo de pueblo chico. Ese es su encanto. Pero eso capaz que tampoco alcanza para un Oscar.

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