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Prodigio técnico y humano que superó al covid, la guerra de Ucrania y es una de las grandes animaciones del año

Se estrena "La vida de Jagna" es la nueva película de Hugh y DK Welchman, los polacios de "Loving Vincent"; es sobre novela de un ganador del Nobel de comienzos del siglo XX que necesitó un centenar de artistas de toda Europa

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la vida de Jagna

La vida de Jagna es, antes que nada, un prodigio técnico, una ambición que sus directores, los polacos Hugh y DK Welchman, ya habían transitado en Loving Vincent, la animación que estuvo nominadaal Oscar.

Ahora los Welchman —que son un matrimonio y ganaron un premio de la Academia en 2008 por su corto animado, Pedro y el lobo— redoblan la ambición: poner su estilo pictórico en movimiento. La vida de Jagna, que hoy se estrena en cines locales, es verdaderamente otro prodigio técnico. Fue la película enviada por Polonia a los Oscar e integró la selección oficial del último festival de Toronto.

“Si bien La vida de Jagna incorpora la misma técnica de animación basada en pinturas al óleo que se hizo popular con Loving Vincent, el enfoque de animación varió significativamente”, se avisa en la notas de producción. “El núcleo ahora es la historia épica que Wladislaw Reymont escribió y la pintura es la herramienta para atraer a los espectadores y sumergirlos en ese entorno rural de finales del siglo XIX. Por lo tanto en lugar de centrarnos en mostrar tantas pinturas reales de un artista como fuera posible lo que hicimos fue inspirarnos en la obra de pintores que nos ayudara a crear el ambiente y la atmósfera de la novela”.

Esa novela abarca casi mil páginas que Reymont, quien fue el premio Nobel de Literatura de 1924, dedicó a contar una historia campesino con toques de melodrama decimonónico. Hay una muchacha buena, Janga (Kamila Urzedowska) metida inocentemente en un matrimonio que no está bueno con un viudo, que está enamorada de otro hombre y la pasa espantoso. Los chismes del pueblo, los rencores y los amores pueblan la historia que transcurre a lo largo de un año dividido en las estaciones lo que amerita una paleta diferente que consigue mantener la sorpresa del recurso.

El uso de la pintura al óleo sobre actores de carne y huesos permite, también un extraño distanciamiento, aportan otra mirada a los acontecimientos y la diferencia de Loving Vincent, que ya parecía tan de última generación, es notoria.

“Aunque la película está pintada y animada, todos los personajes fueron interpretados previamente por actores que trabajaron en sets especialmente construidos para simular los lugares reales o con cromas que luego se sustituyeron por pinturas y se animaron con computadora”, se explica oficialmente.

El proceso es arduo. Se pinta un cuadro de 67x49 cm. sobre la imagen real de referencia, con el estilo establecido de pinceladas, colores o nivel de detalles. Eso se anima pintando en el fotograma siguiente las partes que se han movido, con las pinceladas, color, y empaste del fotograma anterior. Al final se fotografían todos los cuadros de la secuencia con una cámara de alta resolución.

“Una vez los fotogramas clave han sido creados por los pintores, se inicia el proceso de animación digital que, basándose en el mismo estilo, agrega algunas pinceladas para crear los fotogramas intermedios”. Si en Loving Vincent se utilizaron cuatro cuadros para generar un segundo de cada secuencia, en este caso se precisaron 12.

El estilo pictórico es un amalgana de medio siglo de pintura europea en el pasaje del siglo XIX al XX. Los artistas que los inspiraron dicen fueron Józef Chelmonski, Ferdynand Ruszczyc, Jan Stanislawski, Julian Falat, Leon Wyczólkowski, Piotr Michalowski, Jules Breton y Jean-Francois Millet, el de las famosas “cosechadoras”.

Escenas como el baile en la boda, un paseo por la feria del pueblo (un plano secuencia dentro de una obra de arte), una tormenta o una batalla consiguen una fuerza plástica propia de la pintura al óleo.

Para conseguir eso los Welchman armaron un equipo de más de 100 artistas distribuidos en sus estudios Breakthru en Polonia, Serbia, Lituania y Ucrania. La guerra ruso-ucraniana detuvo la producción cuando los ilustradores fueron convocados al frente; antes la pandemia también había sido un obstáculo de los casi insalvables.

“Compramos pasajes para todas las mujeres, porque los hombres estaban en edad militar y no podían irse del país”, le contó Hugh Welchman a Deadline. “Todas las mujeres vinieron a la frontera. Estaban con sus madres ancianas o sus hijos. Tuvimos que encontrarles lugares donde vivir, lugares para que sus hijos fueran a la escuela”. Cuando la guerra se fue de la capital BreakThru volvió a abrir la sucursal de Kiev y retomó la producción.

El resultado es tan sorprendente como el de Loving Vincent. Pero el porte y el origen de la historia, el trabajo tecnoartesanal (una variación ultratecnólogica de la vieja práctica de pintar las primeras películas mudas a mano) y la dimensión del drama, lo convierten en una experiencia cinematográfica de esas pocas vistas.

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