Eneko Ruiz Jiménez, El País de Madrid
Cuando adolescente, a principios de los 90, Fede Álvarez puso Aliens, el regreso, en la videocassetera esperando ver un nuevo Star Wars. Quería ver más naves espaciales. “A mitad de la película me di cuenta de que era mucho más violento y sangriento”, cuenta ahora. Ese momento lo cambió todo.
El uruguayo quedó prendado por la saga y soñó con poder manejar algún día a ese alienígena xenomorfo. “Dirigir una película de Alien es algo que llevaba años queriendo hacer. Cuando acabé No respires empecé con el plan de presentar mi idea a Ridley Scott”, director de la primera, que ha producido su filme. El primer día del rodaje le dio una nota: “Buena suerte, buena salud, buena caza y no jodas esto. Te deseo lo mejor”.
Así germinó Alien: Romulus, primera entrega bajo el paraguas de Disney y séptima de la saga ahora en cines. Álvarez vuelve en ella a las raíces del terror, pero con un plan mayor, dar coherencia a la franquicia y reunir toda la historia: “Con mi coguionista, Rodo Sayagues, queríamos que fuera como los anillos de Tolkien, una película que junta todas y las abraza”. Por eso, todas viven de alguna manera en su cabeza, y sostiene que hasta las peores despertaron algo en él. Hasta el videojuego Alien: Isolation tiene su referencia.
Este es su repaso a la saga.
Alien, el octavo pasajero.
“Lo que funciona es la simpleza, el terror y la efectividad de descubrir el ciclo de vida de las transformaciones del alien. Lo que te mantiene intrigado cuando la ves es saber qué está pasando, qué es esa criatura, qué busca, qué va a pasarle al que le agarró la cara, en qué se va a convertir. Pero los personajes son muy livianos. No sabes nada de ellos, ni de dónde son, ni qué quieren de la vida… Funciona porque no ves al monstruo entero hasta el final. Entonces descubres su forma humanoide, con esas piernas. Me acuerdo de verlo en la televisión por primera vez y quedar en shock con esa imagen”, cuenta Álvarez de la película a la que vuelve una y otra vez.
Se puso como objetivo para su película recuperar el terror de aquella primera y el poder de transformación del monstruo. Con ello convenció a Scott, un productor ejecutivo muy presente durante el rodaje, que bromeó en el estreno en Los Ángeles sobre los encontronazos que tuvo con el director. Álvarez ríe: “Sabe que cuando a un director le dan muchas notas, la reacción siempre es enojarse. Pero de esa fricción entre director y productor sale lo mejor. Si ves El padrino o cualquier obra maestra, el director nunca hizo al 100% lo que quiso; había un estudio empujando. En esas fricciones se encuentra la verdad. En los últimos años, se ve qué pasa cuando las plataformas de streaming dejan que los directores hagan exactamente lo que quieren: no hacen su mejor trabajo. Así que aprecio el punto de vista fuerte de Ridley”.
Aliens: el regreso.
“James Cameron empujó la historia hacia la acción y el thriller, así que decían que no era de terror, pero a mí de chico me daba un miedo de puta madre”, recuerda Álvarez. Alien: Romulus sucede exactamente 20 años después de la original y 37 antes de la segunda. El director estaba obsesionado con respetar el canon y no pisar el trabajo ajeno. “El juego entre ambas es lo que hace funcionar mi película. Es el hijo rebelde de las dos. Se parece a ambas, pero quiere rebelarse y no ser ellas. En los minutos finales lucha por su propia existencia. Eso también está escrito en los diálogos de la protagonista, Rain (Cailee Spaney)”, en una película donde la maternidad y el parto vuelven a hacer de trasfondo.
De esta secuela nació precisamente la idea que Álvarez presentó a Scott: “Quería que el elenco fuera joven. Me preguntaba cómo sería si adolescentes como Newt, la niña de Aliens, hubieran crecido en esta colonia. Me planteé que querrían haber escapado de ahí. Mi otro argumento fue querer contar la hermandad entre un humano y un androide, algo que a Ridley siempre le fascinó”. El androide de David Jonsson es el centro emocional y discursivo.
Álvarez también enseñó Romulus a Cameron, del que adopta el discursos anticapitalista o el recelo a las máquinas, que en su historia se vuelve reflejo de cómo la inteligencia artificial es utilizada por las corporaciones: “Cameron fue muy preciso con la tecnología, la geografía y la ciencia ficción. Me empujó en cosas como que se entienda bien por dónde entran y dónde están situados en la nave, cosas de orientación que te ayudan. Hice muchos ajustes por eso, aunque su mayor aporte es ver toda su obra una y otra vez, porque tomo de todos lados”.
Alien 3.
La tercera entrega fue muy criticada, pero Álvarez la reivindica: “Me sigue gustando. Lo que muchos no entienden hoy es que cada una es hija de su tiempo. La primera es sobre anticorporaciones, cuando Estados Unidos empieza a despertar y entender que las empresas no tienen en el individuo su principal interés. Cameron viene en una época pop y de optimismo, pero también del postVietnam. Llega Fincher y todos estábamos empezando a prender fuego a nuestros CD de Guns N’ Roses y Poison, entraban Nirvana y el grunge para hacernos entender que el nihilismo se disfrutaba más que el subidón de los ochenta. Es la película que la gente necesitaba. Por eso comienza y mata a todos los personajes que conocemos. Me encantó la idea de ver de golpe algo crudo y realista. Yo estaba en primera fila y en ese momento solo se hablaba de que habían cortado el pelo a Ripley (Sigourney Weaver). Su rapada habría roto internet hoy. Para mí mostraba una valentía brutal de un cineasta. Fue para ahí con dos cojones”.
Alien: resurrección.
Para la cuarta película se tomó la decisión más extraña, tanto en el argumento como en la elección del director: un cineasta francés creativo y visual que hace saltar la acción 200 años en el futuro y un guion de Joss Whedon que fusiona a la heroína con el alien: “Entonces me encantó. En ese momento, si me preguntabas por mi director favorito, diría el Jean-Pierre Jeunet de Delicatessen y La ciudad de los niños perdidos. Pero hoy lo que me cuesta es que Ripley no estaba ahí, está muerta, y su personaje no es ella. Está ausente, en tránsito e hipnotizada por el alien. Es lo que la hace no ser tan efectiva”, reconoce.
Prometheus y Alien: Covenant.
Ridley Scott aplicó unas gotas de dioses y filosofía y echo la vista atrás a la creación de los xenomorfos pero Romulus curiosamente debe mucho a la reinvención de Prometheus y saca de ella algunas de sus ideas más rompedoras.
“Estaba rodando Posesión infernal, mi primera película, cuando salió Prometheus, y el equipo fuimos al cine. El día siguiente en el rodaje no se hablaba de otra cosa, debatíamos y filosofábamos sobre lo que significaba la película, de qué hablaba, de sus respuestas… La conmoción que generó tiene un mérito brutal. Y hay una generación nueva que ve estas dos películas como las mejores, porque les pegó más cerca”, así que Álvarez las abrazó totalmente, y las migas que dejó Scott le sirven para desarrollar su visión, una que deja el futuro abierto para su regreso: “Ojalá”, dice este director que aprendió por primera vez desde un lugar que parecía tan lejano como Montevideo que en el espacio nadie puede escuchar tus gritos. “Ahora mi placer es enseñárselas a mi hijo de nueve años”.