En noviembre llegó a Netflix el documental Sly que repasa la vida de Sylvester Stallone a través de sus icónicos personajes. Para su director, Thom Zimny, fue el final de un camino que había iniciado hacía dos años cuando lo llamó Stallone para ofrecerle la dirección del proyecto.
Stallone había visto el documental Elvis Presley: The Searcher (en HBO Max) y el concierto Bruce Springsteen en Broadway (en Netflix) por el que Zimny ganó un Emmy a mejor director.
En una charla con El País, Zimny dice que en Sly pudo explorar temáticas que nadie antes abordó, como su infancia o la relación con su padre.
“Lo más importante que aprendí fue que él era un escritor que creó un mundo de personajes que esencialmente se esforzaban por una idea: la esperanza”, dice. “Eso es lo que vi en el conjunto del trabajo”.
En el documental también hace foco en su faceta de guionista, y su tenacidad para iniciar un camino en Hollywood.
“En cierto modo, Sly creó un mundo para sí mismo. Tuvo que escribirlo él porque nadie le estaba dando la oportunidad”, cuenta el director.
Aunque, como ya ha mostrado en sus anteriores trabajos, más que los logros y reconocimientos, lo que a Zimny le interesa es mostrar a la persona detrás del ídolo.
—¿Cuán involucrado estuvo Stallone en el documental?
—Me dio su tiempo, y ese es el regalo que buscas como cineasta. Nunca puso restricciones ni pidió evitar preguntas. Pude hacer las cosas que me interesan como cineasta, alejarme de lo superfluo para entrar en las cosas difíciles de hablar para desentrañar la infancia de alguien. Con Stallone sentí que podíamos analizar su infancia en su desarrollo como artista. Eso te da una comprensión más profunda de su obra, y ahora verás Rocky de otra manera.
—¿Cómo eran esas sesiones de charlas con Stallone?
—Fue llegar a su casa, poner las cámaras y literalmente, comenzamos a hablar por cinco o seis horas. Solo paramos para cargar las baterías de las cámaras. Realmente era algo para lo que no estaba preparado, ni siquiera imaginé que sucedería. Pero eso me mostró que estaba involucrado desde el momento en que llegó al set. Sin dudas estaba listo para hablar y por eso fue un lugar de verdad y honestidad. Mis recuerdos favoritos de trabajar con él fueron esa intensidad y concentración que tenía siempre.
—El documental muestra que no ha tenido un reconocimiento como guionista.
—Las entrevistas con Henry Winkler y Quentin Tarantino me dieron esa idea, como la de su temprana dedicación. Me encantan esos detalles y reconozco cierta característica en Sly como en Springsteen, por la dedicación al oficio de escribir, el crear personajes y perfeccionar los ritmos y el tono de los diálogos o las letras.
—No es la primera vez que cuenta la vida de celebridades que construyeron su propio camino. ¿Eso es lo que le gusta contar de un artista?
—Como cineasta persigo historias de artistas, y Sly no fue diferente. Ya sea Elvis Presley, Johnny Cash o el trabajo con Bruce Springsteen, busco un artista que se haya conectado con su oficio desde temprana edad. Me encanta examinar el viaje desde el punto de vista de la infancia y su influencia. Intento crear un trabajo que refleje su pasado, su vida actual y los desafíos de ser enormes íconos, como le pasó a Elvis, o a Bruce después de Born to Run. Mi principal objetivo es que el espectador se diga: “mi vida era como la de Sly, o tengo esos sentimientos, he tenido esos miedos”. ¿Cómo se puede aplicar esto a mi vida? Si esas interrogantes ocurren, mientras o después de ver la película, siento que hice mi trabajo.
—A todo esto, ¿cómo inicia su amistad con Springsteen?
—Lo conozco por un proyecto llamado Live in New York (2001). Ese fue el comienzo de un proceso de colaboración que lleva casi 25 años. Trabajaba como editor y fue una gran experiencia. El director Chris Hilson filmó esos conciertos y terminé en la sala con Bruce y John editando esa película. Eso inició mi viaje haciendo películas. Entré a dirigir The Making of Born to Run, y ha sido un gran viaje desde entonces.