Para empezar, una noticia tranquilizadora: Tyler Rake está vivo. Tampoco es para tanto para los que no les importan esas cosas, ni novedad para los seguidores de su saga, Misión de rescate: Netflix había anunciado la secuela que estrena hoy con el hashtag #TylerRakeLives.
La verdad es que parecía imposible. La última vez que lo vimos estaba a punto de morir en un puente de Mumbai, uno de los tantos paisajes exóticos a los que accede el mercenario interpretado por Chris Hemsworth. Miró la cámara y parecía agonizando. Pero no.
Nadie muere del todo en un éxito así de grande: Misión de rescate es de las producciones de Netflix más vistas en la historia de la plataforma. Y ese es un diagnóstico sobre que amerita profundizar aquí.
Misión de rescate 2, la anunciada secuela, empieza justamente donde y cuando terminó la primera. Rake, un asesino —implacable pero por causas justas—, es rescatado y llevado a una clínica vidriada en Dubai. A su lado están Nik Khan (la contratista que interpreta la iraní Golshifteh Farahani) y su hermano Yaz (Adam Bessa), amigos fieles y compañeros de armas.
Su convalecencia sigue en una cabaña solitaria en un paraje austríaco de postal, pero se autofirma el alta de apuro cuando su exesposa necesita un pequeño favor: que rescate a su hermana y a sus dos sobrinos encerrados en una cárcel georgiana. Nadie hizo tanto nunca por una excuñada.
Está allí porque dio en casarse con el traficante de drogas y armas Davit Radiani (Tornike Bziava) que está preso y es un villano clásico que lidera a los Nagazi, una mafia local, en sociedad con su hermano Zurab (Tornike Gogrichiani). Los dos son unos líderes salvajes y al frente de un ejército de fanáticos. La primera vez que aparece, Zurab le está clavando una horquilla a un socio que lo decepcionó. Son de esa calaña.
Pero nada va a amedrentar a Rake que, como se supo en la primera parte, tiene sus propias culpas y la familia es una institución que debe ser protegida. Se pone a entrenar onda Rocky y después de un pequeño montaje ya está listo para dar batalla. Una recuperación milagrosa, pero bueno, después de todo viene de estar muerto.
Esa necesidad de redención (el tipo no estuvo cuando su hijo enfermó de cáncer y murió) lo lleva a aceptar la misión. Se la ofrece, en nombre de su exesposa, un misterioso personaje que interpreta Idris Elba, y que claramente va a tener continuidad en la franquicia. El final es una advertencia de que esto va a seguir.
Cuando las cosas se desmadran en la misión de la cárcel, Rake y los suyos tienen detrás a todos los Nagazi que son muchos, están armados y nunca apelan al diálogo.
A partir de ahí, lo que sigue son un montón de batallas en Viena o en Munich que van contra toda la credulidad del espectador y contra todas las compañías de seguros. La destrucción es grande (no tanto como la pavada de Rápidos y furiosos 10) y los muertos se apilan a nivel de masacre. El guionista Joe Russo, con la complicidad del director Sam Hargrave, va por todo el despliegue de recursos. Cada una de las peleas está marcada por coreografías extremas: tienen gran inventiva para matar gente de todas las formas posibles.
El poder turbo de la película queda en evidencia en el (falso) plano secuencia de 21 minutos en el que Rake y sus protegidos atraviesan esa cárcel georgiana en estado de motín. El apilamiento de cadáveres solo en esa escena es brutal y no apta para todo público: esta secuela está extracargada de esteroides.
Hargrave fue doble de riesgo y director de esa clase de escenas en clásicos del género como Atómica. Su estilo está cerca de John Wick, la saga que define las actuales formas del cine de acción.
Acá se jacta de ser uno de los mejores en su rubro en la sucesión de escenas de acción que incluyen persecuciones en tren, autos, helicópteros y cualquier excusa para el alarde de recursos.
Las películas de acción han sido uno de los nichos más rentables de Netflix. Allí están El hombre gris, La madre o Alerta roja; Misión de rescate 2 es la mejor de ese lote.
Hemsworth (o sea Thor) está comprometido y eso se nota en las agotadoras escenas de acción. Son las que abundan, exageradas y violentas. Pero, con la tolerancia baja, todo aporta al entretenimiento.