Milagros Amondaray
La Nación/GDA
Timothée Chalamet quería brindarle un poco de alegría al público. A sus 27 años, el actor creyó que era hora de apartarse, al menos por un rato, de ficciones entre demoledoras (Llámame por tu nombre, que lo nominó al Oscar) e intrincadas y lúgubres (Hasta los huesos, su segunda colaboración con Luca Guadagnino). Cuando le llegó la oportunidad de comandar Wonka, la precuela centrada en los orígenes del famoso chocolateroWilly Wonka que concibió Roald Dahl, el actor dudó de sus propias capacidades para las viñetas musicales.
Por fuera de ello, había un universo que sentía que iba a conectar con el público. “Considero que el mundo está atravesando un período muy difícil, y que la juventud es permeable a todo eso, entonces me concentré en hallar a un personaje rebosante de optimismo, para que eso mismo se contagie, para que quien vea Wonka pueda abstraerse por un rato de lo que somos testigos todos los días”, explicó Chalamet. Wonka llega hoy a los cines.
Por eso se unió con King, quien entregó dos lindas comedias como Paddington y su secuela, ya venía explorando el terreno de películas “para toda la familia”, pero con una cuota de surrealismo en sus personajes extravagantes, desde los héroes hasta los villanos. King colaboró una vez más con el guionista Simon Farnaby, con quien forjó una gran amistad en 2004, cuando ambos escribían para la comedia televisiva The Mighty Boosh, un viaje al absurdo que marcaría el tono de ambos como fuerzas creativas.
Como consecuencia, el abordaje de Paddington como personaje tenía una veta delirante, pero también una más plantada en la realidad. King y Farnaby tomaban a ese encantadora figura como símbolo de la unión de diferentes culturas, como símbolo de una cofradía en la que el altruismo fuese mucho más que una mera utopía.
En Wonka, la fórmula se repite. El Willy que interpreta Chalamet es un joven idealista cuyo deseo es, precisamente, gestar una comunidad con la dulzura como puntapié, un Willy que tiene la bravura del que interpretó Gene Wilder, y el charme de Johnny Depp en la adaptación de Tim Burton.
“Siempre disfruté leer a Roald, y me encantó el proceso de adaptar una de sus historias”, explicó King. “En cierto modo sabía cómo llegar a un público infantojuvenil porque yo mismo había leído su obra siendo chico, entonces me parecía que podía lograr darle el lugar que se merece como autor. Él era gracioso, maravilloso, un loco, un verdadero transgresor, una persona que se manejaba muy bien con las palabras; meterse en su mundo era ingresar a un plano mágico”, añadió el cineasta.
Para King, tanto los momentos de quietud como las secuencias bombásticas debían reflejar no solo la magia inherente a la obra de Dahl sino también al personaje en cuestión. “Roald exploró algunas cosas sobre la juventud de Willy, pero yo me tomé algunas licencias para tocar otras aristas”, apuntó King. “Se trata de un personaje poco realista en ciertos tramos, porque es vibrante y lleno de magia, un habitante de un mundo exagerado, estamos ante una historia llena de humor pero también con su componente conmovedor, por eso es que siempre me hizo acordar a Dickens, y también a Chaplin, por cómo, cada uno en lo suyo, les ponían emoción a roles larger than life (más grandes que la vida misma); pude trabajar en un universo que me quedaba cómodo”.
Willy, ayudado por la pequeña Noodle (Calah Lane) intentará cumplir su sueño, seguir adelante con sus creaciones, impulsado también por ese microcosmos en el que habrá impedimentos (representados por la fuerza policial encarnada por el comediante Keegan-Michael Key), pero también aliados inspiradores. En ese punto, King se propuso rendirle tributo a otra producción de Capra: Caballero sin espada.
Para lograrlo, King muestra a Wonka como un individuo insaciable ya desde sus orígenes. “Siempre hay en él unas ganas de capturar algo que le será elusivo, y eso me parecía interesante, el retrato del inventor compulsivo, pocas veces satisfecho, eso le da otra capa a Willy, una verdad emocional”.
Con el objetivo de llegar a esa verdad, había un recorrido previo que debía emprender su protagonista, en el que el Oompa Loompa que interpreta Hugh Grant —el gran villano de Paddington 2— se erige como el oráculo de la ironía. “Hugh es un genio de la comedia”, aseguró King. “Además, es un gran escritor, porque siempre aparecía en el set con nuevas líneas de diálogo para aportar y eso fue un placer. Lofty, el Oompa Loompa que personifica, es una suerte de espejo de Roald Dahl, alguien muy sarcástico, con un humor muy particular”.
Hay un cúmulo de influencias en Wonka que convergen en un mismo escenario: la búsqueda de estimulación visual propia de la fantasía en la que se ubica, y la de “liberar” al espectador, permitirle que abandone la sala sin el peso de las tribulaciones cotidianas. Por lo tanto, Chalamet aseguró que quiso tomar distancia de las interpretaciones de Wilder y Depp.
“Sabía que no quería hacer lo mismo que hicieron ellos, pero también porque mi Willy es un optimista sin remedio, un joven que siempre que se cae, se levanta; de hecho, esta es la primera vez en la que no tuve referencias de otros actores o películas, no me inspiré en nada más que en el espíritu del rol creado por Roald, el espíritu de alguien que no deja que nadie lo venza nunca”, contó Chalamet.
King reunió un elenco extraordinario para Wonka (Sally Hawkins, Olivia Colman, Rowan Atkinson, Natasha Rothwell), le contó a este medio por qué pensó en Chalamet para el personaje. “Recuerdo ver Llámame por tu nombre y pensar en lo natural que estaba actuando, había una autenticidad brillante en esa interpretación; después vi Lady Bird y me sorprendió su cambio de registro. Y en el rodaje me volvió a sorprender por cómo su mente iba a toda velocidad, es una persona muy creativa, que además se mete en la riqueza de los personajes para encontrar lo emotivo, y yo quedaba totalmente deslumbrado”, remarcó el director, quien sabía que, de no poder construir los pasajes musicales a la perfección, todo se iba a derrumbar. No pasa.