CRITICA
Este fin de semana se está preestrenando en Uruguay, la nueva entrega de un clásico del cine de los ochenta que consolidó la carrera de Cruise, ¿cómo es la secuela?
En poco más de un mes cumple 60 años y vaya que no los aparenta: es un milagro de la genética y, alguien podrá decir, la ciencia estética. Tom Cruise, había que decirlo, es el único humano que no envejece.
Eso es parte de su figura pública y del héroe que representa en las películas. Cruise es el último héroe de acción y el sobreviviente más ileso de los de su clase surgidos en la década de 1980. En eso también es tirando a inmortal.
Ese estatus lo mantiene con un par de franquicias abiertas, una de las cuales, Misión imposible está preparando su séptima entrega y octava entrega. La otra saga es la más proletaria, Jack Reacher, que tiene dos capítulos.
Como héroe de acción ha entregado otros clásicos del género empezando por el más emblemático de sus héroes, Pete “Maverick” Mitchell, al que presentó en 1986 en Top Gun y al que ahora recupera en Top Gun Maverick que este fin de semana se está preestrenando en Uruguay. Su estreno oficial será el jueves 29 y su presentación en sociedad fue la semana pasada en el festival de Cannes, que le dio, además, una Palma de Oro honorífica.
Si como insisten en Top Gun, “es el piloto, no la máquina”, Cruise ha sido siempre más importante que sus películas. Hace sus propias escenas de riesgo aunque incluyan estar colgado de un avión en pleno vuelo o trepando un edificio en Dubai. Las primas de los seguros en sus películas suelen robarse una buena parte del presupuesto. En Maverick todos manejaron sus propios aviones.
Es, además, su propio productor, lo que le da una libertad que aprovecha para divertirse como un niño.
“Trabajar con Cruise es un placer: es un ídolo total”, le contóa El País César Charlone, quien trabajó con él en Barry Seal: Hecho en América. “Le gusta hacer las escenas de peligro. En algunos de esos vuelos éramos solos yo y él. Y de repente hacía unas enterradas con el avión que se me caía la cámara de la mano y se mataba de risa. Le encantaba tirarse en pozos de aire para asustarme”.
Ese don de gentes se suma a su figura de estrella enigmática marcada por su adhesión a la Cienciología, una creencia siempre sospechada. Estuvo casado tres veces (con las actrices Mimi Rogers, Nicole Kidman y Katie Holmes) y tiene tres hijos. Ahora no se le conoce pareja aunque se lo ha vinculado con la también actriz Hayley Atwell, quien en la ficción es la novia del Capitán América y va a estar en las dos próximas Misión imposible.
Mucho de su encanto quedó fundado en Top Gun, la película de 1986 en la que nos presentó a Maverick, el mismo personaje con el que ahora vuelve en, precisamente, Top Gun Maverick.
La película original, una propaganda a las Fuerzas Armadas disimulada en película de acción y romance, la dirigió el mejor cineasta-publicista, Tony Scott, a quien está dedicada esta secuela. El estilo de Scott está tan asumido en el cine contemporáneo que el nuevo director, John Kosinski, no hace nada para disimularlo.
La película rinde todo el tiempo homenaje a su antecedente, ya desde el comienzo calcado al son de “Danger Zone” de Kenny Loggins que sigue siendo tan ochentera como todo este invento. Maverick sigue manejando su moto como loco y sin casco.
En aquella primera vez, Maverick era un aspirante a piloto de elite a pesar de tener la arrogancia de un renegado. Tenía algunos daddy issues y se enamoraba de la instructora (Kelly McGillis) más hermosa y buena onda de todo el ambiente castrense. Se incluía a Cruise interpretando un karaoke de “You’ve Lost That Lovin’ Feelin’”, una escena romántica al son de“Take My Breath Away”, un montón de vuelos intrépidos a puro ruido de motor y una insistencia en mostrar reclutas en paños menores.
De hecho, toda una generación perdió la inocencia cuando Quentin Tarantino (en la película Duerme conmigo) analizó la película como una historia sobre masculinidades y homosexualidad. Es una lectura muy posible.
De eso en Top Gun Maverick hay poco (un partido de futbol en la playa y de torso desnudo) y la cosa va más por el lado de padres sustitutos y la necesidad de lidiar con el pasado para armarse de valor para encarar el futuro. Esta vez el romance (con Penny, la dueña del bar local que interpreta Jennifer Connely) es secundario.
Han pasado más de 30 años pero a Maverick lo encontramos más o menos donde estaba aunque su pasaje por la docencia (que era lo que se iba a dedicar al final de la primera) fue fugaz. Podía ser general (“o senador”, como le dice uno de los tantos superiores que lo miran con recelo) pero es capitán viviendo una solitaria vida de héroe semiretirado.
Es convocado a volver al escuadrón Top Gun, lo mejor de lo mejor de los pilotos, aunque esta vez para entrenar y seleccionar un escuadrón para una misión suicida. En ese seleccionado está Rooster (Miles Teller), el hijo de Goose, el finado compañero de Maverick, quien sigue sintiéndose culpable del accidente que provocó su muerte. No ha podido desprenderse de su recuerdo.
Las escenas aéreas cumplen con el requisito de generar confusión, algo de vértigo y mostrar a la estrella manejando un caza. Kosinski, el director que ya dirigió a Cruise en Oblivion, es correcto y sabe cómo sacar adelante -sin demasiada personalidad, eso sí- todo el proyecto.
Es difícil compararla con la de 1986 que, aunque menor, ya es un clásico y acá se le reconoce ese mérito. Las citas son constantes e incluyen la presencia de Iceman, hoy convertido en un almirante y que vuelve a interpretar Val Kilmer, que integra sus achaques de salud al personaje.
Pero acá lo importante es Cruise que hace todo lo que se espera de él. Corre, porque siempre está corriendo en sus películas, hace su clásico gesto de preocupación.
El resto es más de lo mismo pero alcanza para una película entretenida, tan militarista como la otra, tan inverosímil como la otra pero siempre funciona ver a Cruise divertirse como un niño.
“No pienso retirarme, porque sigo aprendiendo, haciendo películas, buscando historias”, dijo en Cannes. “Pienso en la siguiente, y en la otra, y en la otra, y en colaborar con un equipo y ver en qué puedo ayudar y en qué me pueden ayudar”.
Una estrella que siempre está trabajando: capaz que ese es el secreto de su aspecto así de imperturbable al paso del tiempo.