Natalia Trzenko/La Nación
En uno de los primeros episodios de Los hermanos Sun, la nueva serie de Netflix, una fiesta infantil con temática de dinosaurios se transforma en una batalla campal entre dos pandillas de la mafia taiwanesa. Mientras los chicos miran sus pantallas con auriculares puestos, en un segundo plano un grupo de asesinos con disfraces de criaturas prehistóricas enarbolan cuchillos y machetes contra uno de los personajes centrales de la ficción. La escena, además de graciosa, resulta un buen resumen del programa que en sus ocho episodios combina humor, acción y drama familiar para ofrecer una receta tan entretenida como equilibrada.
La serie comienza en Taiwán dónde Charles (Justin Chien) y su padre dirigen una organización criminal secreta. Cuando sus enemigos intentan un atentado contra el hijo que termina poniendo en riesgo la vida del padre, Charles debe viajar a Los Ángeles para proteger a su madre Eileen (Michelle Yeoh) y a su hermano menor Bruce (Sam Song Li), un estudiante de medicina que sueña con ser actor y no tiene ni idea de cuál es el negocio familiar. Después de quince años de separación, el reencuentro no será sencillo, especialmente con la larga fila de asesinos que quieren eliminar a los Sun.
El hecho de que Charles tenga una reputación de despiadado y al mismo tiempo esconda su pasión por la pastelería y la angustia de haberse criado sin su madre le da unos interesantes matices a la trama. Además, la serie saca provecho del entrenamiento en artes marciales del personaje en secuencias de acción que están bien coreografiadas y aportan a la comedia que sobrevuela todo el relato. Cada vez que el mafioso se encorva ante los retos de su mamá el contraste entre su bravura y su docilidad aliviana los costados más violentos del cuento. Y que su madre esté interpretada por la magnífica Michelle Yeoh le da una nueva dimensión a ese vínculo. Ver a la ganadora del Oscar fingiendo ser una mujer indefensa para engañar a sus enemigos y desconcertar a sus hijos forma parte del deleite de los espectadores.
El pael de Yeoh
“Un hijo no tiene que saber todo sobre sus padres”, le dice Eileen a Bruce cuando el muchacho le cuestiona todos los secretos familiares que le ocultaron por años. Caracterizada como una inmigrante trabajadora y ahorrativa, Eileen lleva más de una década escondiéndose de sus enemigos a plena vista de todos. ¿Quién podría imaginar que la señora que juega cartas con sus amigas es en realidad la mente detrás de uno de los más peligrosos clanes criminales de Taiwán? En manos de Yeoh, ganadora del Oscar por su papel en Todo en todas partes y al mismo tiempo, esa doble identidad y todos los misterios que rodean al personaje cobran una intensidad necesaria para que la serie recorra los conflictos familiares sin caer en obviedades ni caricaturas.
Si las escenas de acción y comedia se inclinan cada tanto hacia el absurdo heredado del mejor cine de Hong Kong, cuando se trata del drama, Yeoh marca un camino repleto de emociones, arrepentimientos y reconciliaciones.
Los Hermanos
En el centro de la ficción está el vínculo entre Charles y Bruce, dos hermanos criados de manera muy distinta separados por la distancia y los secretos que guardan sus padres. Construidos como dos personajes llenos de matices y con arcos dramáticos en expansión, el dúo es interpretado por dos jóvenes actores a la altura del desafío que le plantean los guiones. En el papel de Charles, el mayor, aparece Justin Chien. El intérprete se destaca en las escenas de acción y en aquellas secuencias que muestran la crisis de identidad que atraviesa su personaje obligado a elegir entre sus propios sueños y las obligaciones familiares.
El mimado Bruce es interpretado por Sam Song Li, un actor nacido en China y criado en los Estados Unidos que resulta la gran revelación del programa. Con habilidad para la comedia, el intérprete encarna a su personaje con honestidad y sensibilidad notables. Después de criarse sin saber que forma parte de una familia mafiosa y soñando con convertirse en actor, cada intervención de Bruce funciona como el puente conector entre su madre y su hermano.
El equipo creativo
Después de quince años trabajando junto a Ryan Murphy, el productor Brad Falchuk eligió a Los hermanos Sun como su primer proyecto en solitario en Netflix. Según el showrunner, conocido tanto por su larga sociedad con Murphy como por ser el marido de Gwyneth Paltrow, la historia creada por el guionista Byron Wu, va de lo particular a lo universal. “Se trata de lo difícil que es ser hijos, de lo difícil que es criarlos y lo difícil de mantener unida a la familia”, explicó Falchuk en una entrevista con The Hollywood Reporter.
Según Wu, la inspiración para escribir la historia de Los hermanos Sun surgió de una tragedia real: en 1992, el director de cine japonés Juzo Itami, estrenó un film satírico en el que se reía de la yakuza, la mafia de su país. Pocas semanas después del lanzamiento de la película tres asaltantes lo atacaron a cuchillazos cuando llegaba a su casa. En aquel entonces la policía determinó que los culpables del asalto al realizador eran unos gánsteres ofendidos por cómo el film los retrataba. “Me pareció curioso y bastante gracioso que criminales despiadados se sintieran tan inseguros respecto a su trabajo que tuvieron la necesidad de amenazar y lastimar a un director de comedia”, contó Wu sobre el origen de la serie que muestra a los integrantes del crimen organizado como un grupo de inmaduros bravucones con egos frágiles y demasiadas armas cargadas.
Un mundo nuevo
En la descripción del programa dice que Charles deja Taipéi para viajar a Los Ángeles, pero la ciudad que muestra la serie no se parece mucho a la que suele verse en las películas y los programas de TV grabados allí. Es que Los hermanos Sun transcurre en el valle de San Gabriel, un suburbio en el que vive una gran población de inmigrantes asiáticos. Famoso por sus buenos restaurantes, la serie incorpora al barrio y a sus muchas especialidades culinarias a la trama. Así, el mundo de los hermanos está lleno de platos que les recuerdan a su infancia y de costumbres que sobrevivieron al paso de las generaciones. En este caso, al incorporar las particularidades de la cultura taiwanesa, la tan mentada representación de las minorías por parte de Hollywood deja de ser un gesto vacío para transformarse en una decisión creativa que le da identidad y sentido a todo el cuento.