En el cuarto episodio de la alocadísima tercera temporada de Atlanta (que se estrenó hace un par de semanas en Netflix), aparece Liam Neeson. Hace de sí mismo y habla de las acusaciones de racismo que surgieron en 2019.

Fue durante una entrevista promocional de uno de esos policiales del montón que viene haciendo -era Venganza, no la vio nadie- que reveló su reacción cuando una amiga fue asaltada sexualmente por un hombre negro. Neeson, contó él mismo, salió del bar esperando cruzarse con un “bastardo negro”, que lo atacase así podía desquitarse matándolo.

Causó indignación pero también dejó una certeza: Neeson es tan recio que ni la cancelación puede con él. Desde entonces ha trabajado en una docena de películas en una cantidad inversamente proporcional a su calidad.

Es difícil destacar una y también diferenciarlas: en todas hace variaciones de un hombre enojado y con habilidades sobrehumanas para la resistencia física y la capacidad de infrigir daño en los villanos de turno.

Quizás por eso, se generó cierta expectativa con Sombras de un crimen, su última película que se estrena hoy en Uruguay. Para empezar es Neeson haciendo de Philip Marlowe, el clásico detective de reciedumbre legendaria que creó Raymond Chandler allá por los años 20.

Ha sido una figura recurrente en el cine -la han interpretado Humphrey Bogart, Elliot Gould y Robert Mitchum-, quienes le dieron esa melancolía de perdedor honesto en tiempos de corrupción y decadencia. Las historias transcurren en Los Angeles y, en general en la década de 1930.

Ese tiempo y ese escenario está en Sombras de un crimen (el título original es más explícito: Marlowe) en la que Neeson se integra a esa lista de actores que se acercaron a la mítica figura de la novela negra.

No es, sin embargo, una adaptación directa de Chandler, sino de La rubia de ojos negros, una novela de 2015 que el británico John Banville escribió bajo su seudónimo policial, Benjamin Black. Está escrita con conocimiento del personaje.

La dirige Neil Jordan, un británico que ya trabajó con Neeson en Hotel de los espíritus y Michael Collins, entre otras Es un director (Oscar a mejor guion original por El juego de las lágrimas), que tiende a proyectos de interés aunque Sombre de un crimen ha sido recibida con cierto desdén crítico. Quizás sea por la sobrexposición de Neeson en papeles de duro.

Si le sirve de algo, en Rotten Tomatoes tiene un 22 por ciento de aprobación entre los críticos y 37 por ciento entre el público. Es poco.

Como corresponde al género, la historia empieza con una mujer en el despacho de Marlowe. Lo viene a contratar para que encuentre al ex amante de una glamurosa heredera (Diane Kruger), hija de una estrella de cine (Jessica Lange). Y como también le suele pasar, Marlowe se mete en terrenos peligrosos. Neeson tiene el físico y el rostro para enfrentar todo eso.

Neeson nació en Balleymena, Irlanda del Norte, el 7 de junio de 1952. Primero fue boxeador, aspirante a físico y estudiante de magisterio pero en 1976 se sumó al Lyric Players Theatre de Belfast y en 1978 al Abbey Theatre de Dublin. Su primer rol importante fue como Sir Gawain en Excalibur en 1981, y desde entonces no ha parado de trabajar.

En el sitio de imdb se le adjudican 144 papeles. Una curaduría un poco más estricta podría centrar su carrera en papeles como los de La lista de Schindler (que le dio su nominación al Oscar), La misión, Sospechoso, Darkman, el rostro de la venganza, Maridos y esposas de Woody Allen, Rob Roy y su presencia en dos sagas de las caras: es Qui-Gon Jinn en la franquicia de Star Wars y Henri Ducard en las Batman de Christopher Nolan.

En el último lustro filmó un promedio de cinco películas por año. Son, en general, policiales tirando a baratos y violentos en un formato que lo descubrió en Búsqueda implacable y sus secuelas. Le ha rendido, por lo visto, aunque algunos creen que ha hipotecado el prestigio conseguido hasta ahora.

Sombras de un crimen tiene otras pretensiones ya sea por su director o la fuente la historia. Y es una chance de ver en pantalla grande a la estrella que es capaz de superar un intento de cancelación. Y eso, se repite, es de recio hecho y derecho.