Entrevista

Una película con participación uruguaya sobre portugueses emigrantes y autos tuneados

El País charló con el director portugués Paulo Carneiro sobre "Peripheric Nord", su segunda película y que tendrá una gira por el interior del país.

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Paulo Carneiro, realizador portugués
Foto: Matilde Fieschi

por Fernán Cisnero
La primera vez que el portugés Paulo Carneiro vino a Uruguay, en 2019, presentó su ópera prima, Bostrofio. Ahora volvió con su segunda película, Périphérique Nord que es en parte uruguaya (y suiza y portuguesa): uno de los créditos locales es Alex Piperno (el director de Chico Ventana también quisiera tener un submarino) figura como productor. Es una película sobre inmigrantes portugueses en Suiza que se reúnen alrededor del tuning de autos. Carneiro y Piperno la presentan mañana, jueves en Salto y el sábado en el MACA de Manantiales.

—Périphérique Nord tiene una forma muy propia. ¿Cómo llegó a ella?
—Me importa el contenido, obvio pero me interesa la forma. Eso es es esencial y mi desafío es buscar un punto de vista, una forma, para contar una historia. Es un dispositivo que ya estaba en mi película anterior, que es algo diferente pero tienen una raíz en común: buscar una forma propia y original. En Périphéric, lo que ves es lo que está rodado. Todo fue pensado antes.

—En eso de buscar la forma, está explícito en el nombre de su perro, Vertov, que remite al formalista ruso.

—Justo vi su primera película sonora (Entusiasmo, sinfonía del Donbass) en Cine Universitario acá en Montevideo. Obvio que es una referencia.

—El cine como un constructor de universos.
—La ciudad que ves en Périphéric no existe, es una construcción de un montón de otras ciudades y no solo en Suiza. El cine que me interesa es el que construye una geografía inexistente.

—Inmigrantes portugueses amantes del tuning en la noche de una ciudad construida.¿De qué va todo eso?

—Me gustan los autos, pero la película no es de eso. Va de gente y de amor. Está rodada de noche tiene que ver con el respeto por el trabajo de la gente que trabaja de día. El cine portugués tiene un vínculo con la inmigración pero siempre desde la perspectiva del trabajo y yo quería enfocarme en el hobby que es una manera de mostrar el trabajo sin mostrarlo.

—¿Cómo fue armando el mapa de esa geografía?

—La película funciona como un puzzle que se va desarrollando con las conversaciones que van aportando las piezas. Partimos de una idea de color pero una idea también de locaciones medio vacías como una representación de lo que sienten ellos. Es gente medio angustiada pero la película intenta ser una elegía a ellos. No me interesa hablar de gente que no me gusta. Y yo vengo de ahí, de la clase humilde.

—Usa muchas veces un plano general fijo para las entrevistas pero usted se mueve en el cuadro, casi como en una coreografía. ¿Es para bloquear la escena o una ansiedad suya?

—Hay una idea que el ritmo tiene que ver con la cámara y es mentira. Un plano fijo puede tener ritmo si hay cosas que pasan, si escuchas lo que se dice, si hay movimiento. En Periphérique hay planos de ocho minutos y la gente, creo, no se aburre porque pasan cosas. Y ahí están mis movimientos. La idea de coreografía es superimportante.

—En esa construcción el sonido juega un papel importante.

—Tiene que ver con eso de los planos generales. Quería que el público se acercase a los personajes por el sonido, no por la imagen. Me importa mucho trabajar la proximidad con el sonido porque la contemporaneidad es en imágenes. Toda la película es en sonido directo y mucho fue construido durante el rodaje.

—El auto está vinculado al arraigo y el desarraigo y están todos esos Audi y Mercedes Benz de los que alardean los portugueses al volver...

—Respeto eso porque es muy difícil estar afuera. Estuve en Suiza seis meses y no podría vivir ahí: es tan duro. No es como acá. Es medio triste. Tuve un accidente y estuve un montón de tiempo en el hospital y un amigo me decía “Paulo, Suiza no es un lugar para morir”. Por eso entiendo esa idea de volver a Portugal con un trofeo. Se sienten tan oprimidos que con esos autos se sienten parte de una comunidad. No tienen nada que ver con la humildad.
—¿Por qué el tuning?

—No es caro, es un desafío y es una cosa que puedes hacer en grupo y al mismo tiempo como dice (el director finlandés) Aki Kaurismaki, “en el auto de una persona, ves su personalidad”. Crean una complejidad de sí mismos a través del auto. Y es tener una cosa de ellos en un país donde, por ejemplo, tener una casa es imposible. Su lugar es el auto.

—¿Cómo se estableció este vínculo con Uruguay?
—Vine por primera vez 2019 para mostrar en el festival de Cinemateca mi primera película y tenía un amigo de la escuela de cine que era medio brasileño, medio uruguayo y él trabajó en Periphérique. Acá conocí a Diego Placeres que es medio brasileño y medio uruguayo y a Alex Piperno a quien volví a ver en Berlín cuando fue a presentar su película, Chico ventana. Y como ya teníamos tres integrantes uruguayos, la nacionalizamos. Ahora estoy acá haciendo el montaje de otra película, La sabana y la montaña.

—Mi auto favorito de la película es su Celica rojo pero ¿cuál es el suyo?
—A mi me encanta el Volkswagen G40 de Peter, el de la primera historia. De donde yo vengo había un montón de esos. Y es una locura como un auto tan chico puede llegar a una velocidad loca. Sí, el G40.

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