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Desvelando los orígenes del candombe

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Eduardo Roland

Hace un par de semanas, se presentó en el espacio Cultural La Spezia la reedición —corregida y aumentada— del libro ¡Salve Baltasar!, del musicólogo Gustavo Goldman, en un acto que contó con la palabra los antropólogos Renzo Pi Hugarte y Víctor Sánchez, y con un epílogo musical en el que Lágrima Ríos —símbolo de la comunidad afrouruguaya— cantó tres o cuatro canciones acompañada en guitarras por Daniel Petrucelli y el propio Goldman.

El trabajo de Goldman, si bien se centra en el festejo del Día de Reyes (San Baltasar), supone un paso muy significativo en el conocimiento de una faceta prácticamente ignorada de la historia de la comunidad negra uruguaya durante la segunda mitad del siglo XIX.

—¿Por qué una investigación sobre el Día de San Baltasar?

—Yo en realidad empecé tratando de investigar el fenómeno de los toques de tambor del candombe, los aspectos musicales. El primer trabajo que hice referido a la comunidad negra fue sobre ese tema estrictamente musical, y lo presenté hace más de diez años en un congreso en Buenos Aires, organizado por la Asociación Argentina de Musicología. Después seguí en el tema, pero el hecho de descubrir importantes documentos acerca de las cofradías de San Benito y San Baltasar me fue llevando hacia otro rumbo. Además, a eso se sumó que desde chico (me crié en el Barrio Sur) siempre supe que el Día de Reyes era muy importante para la comunidad negra, porque ese día feriado salían a tocar los tambores. Desde aquel entonces había sentido una gran curiosidad.

—¿En qué consistió su investigación?

—En buscar documentos, revisar la prensa de la época y estudiar. Porque en la bibliografía que existía al respecto se decían muchas generalidades, no había datos concretos, salvo los testimonios de viajeros que habían sido retomados por Lauro Ayestarán, Vicente Rosi y otros autores, o las crónicas de Isidoro de María.

—¿En qué punto estaban los estudios acerca de la comunidad negra en Uruguay previo a sus investigaciones?

—Ayestarán murió justo cuando estaba haciendo estas investigaciones, en el marco de un trabajo general sobre la música en el Uruguay que abarca la música popular y la música culta. Pero en el caso de las manifestaciones de la cultura negra, Ayestarán recién había empezado y los temas que se tratan en el libro mío no los había tocado. En mi trabajo traté de ser original, de no repetir en ningún caso lo que se había hecho, traté de aportar conocimiento nuevo.

—Una vez terminada la investigación y publicados sus resultados en el libro, ¿cuál considera él o los principales aportes de un trabajo que le llevó tanto tiempo?

—Pienso que el mayor aporte es haberle dado un grado de complejidad a lo que pasó con la cultura afromontevideana, porque según los trabajos previos parecería que se tratar de algo sencillo y lineal. La historia de los negros parecía resumirse a que llegaron como esclavos, después no se sabe muy bien qué paso y luego tocaban el tambor. Yo a través de la documentación logré establecer el tema de las diferentes salas africanas, el de las cofradías religiosas, el tema importantísimo de los clubes de negros y el de las comparsas de carnaval. Toda esa complejidad es la que pauta el desarrollo de la cultura afromentevideana, que no se da como algo homogéneo, sino como algo bien heterogéneo. Por ejemplo, quienes se juntaban en los clubes de negros y los que formaban las salas africanas tenían grandes diferencias ideológicas.

—A la luz de sus estudios, ¿se puede hablar de racismo en Uruguay?

—El tema es complejo, pero por supuesto que sí. El racismo era muy evidente en el tono de las crónicas periodísticas. Se nota, también mucho durante ese período, en torno a 1870, en que se da la llegada masiva de inmigrantes europeos que eran vistos como "la civilización". Los empleadores preferían a los blancos; si nos ponemos a pensar, todo ese período posterior a la Guerra Grande debe de haber sido catastrófico para la comunidad negra. También se da un juego entre el poder y los negros, como cuando el presidente Venancio Flores se acerca a las salas africanas a saludar a los "reyes" y pronuncia discursos de agradecimiento a los negros por su valor en la guerra, a la vez que algunos negros manifestaban estar orgullosos de derramar su sangre por la patria. Pero la verdad es que los usaban de carne de cañón, como bien lo dice el "rey" de la sala Mandinga, que era conciente de esa realidad.

—En el libro usted afirma que no se sabe nada acerca de cómo se generó la música actual de los tambores del candombe, y ni siquiera las transformaciones que sufrieron los instrumentos previo a su configuración actual. ¿No es posible hacer un estudio comparativo con los ritmos que perduran en ciertas zonas de Africa?

—Es muy complicado, porque el ritmo actual del candombe es sincrético, resulta imposible pensar que los representantes de las diferentes naciones africanas que llegaron a Uruguay tocaran todos lo mismo. O bien la síntesis se dio en el ámbito de las "Salas de nación" o a través del acompañamiento que las comparsas hacían a las músicas que tocaban, como las habaneras, y posteriormente los tangos. Por ejemplo, el pie de la habanera es muy parecido al del tambor piano... Se podría hacer un trabajo comparativo con Africa, pero se necesitarían muchos recursos, además Africa no es algo estático.

Un notable aporte cultural

Gustavo Goldman es, además de Licenciado en Musicología, compositor, guitarrista y docente de música en Enseñanza Secundaria. El libro que se acaba de reeditar a través del sello Perro Andaluz había sido editado con anterioridad por la Universidad de la República, pero su circulación fue más bien académica y además, se agotó rápidamente. Ahora, con este volumen prolijamente presentado y en el cual el autor ha realizado agregados importantes, el público tiene la posibilidad de acercarse a parte sustancial de la historia de la comunidad afrouruguaya, a través de un trabajo claro y conciso, que no obstante ser riguroso resulta sencillo de comprender para cualquier lector medianamente entrenado. ¡Salve Baltasar! es sin duda un notable aporte cultural que retoma una senda de investigación que había sido abandonada hace tiempo. Resulta reconfortante su reaparición en momentos en que el candombe goza de una popularidad como jamás tuvo.

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