CRITICA I FABIAN MURO
¿Evangelistas que se apartaron de la senda del Señor para tocar la música del Diablo? ¿O muchachos de fe que difunden el Evangelio con la ayuda de guitarra, bajo, batería y amplificadores? Los hermanos Caleb, Nathan y Jared Followill, más el primo Matthew, se hicieron oír por primera vez, al menos por acá, hace dos años, con el disco Youth and Young Manhood.
La historia que acompañaba el apartado "biografía" en los comunicados de prensa del grupo era sumamente tentadora para trazar todo tipo de conjeturas: los hermanos Followill habían crecido en las rutas del sur estadounidense, acompañando al padre, el predicador pentecostal Leon, en sus giras de sermones. Según esa misma historia, Leon era un tipo que se tomaba muy en serio la vocación. En algún artículo periodístico se le llama incluso "fundamentalista", lo que puede insinuar algún tipo de censura paterna hacia los párvulos con ansias de ser estrellas de rock y entrar en el mundo de chicas, excesos y adulación.
A ver: tenemos un padre (y tío) que, por lo que se sabe, probablemente sea severo, más una romántica infancia "en el camino", durante la cual los estudios bíblicos deben haber sido frecuentes. Y también la curiosidad de que todos los de la banda tienen el mismo apellido. Un origen así, de ser real, es el sueño de cualquier publicista.
No sería la primera vez que una banda o un artista de rock estadounidense se construye, por la suya o con ayuda, un pasado colorido y poco ordinario, con pinceladas de obstinada dedicación al sueño del triunfo comercial y artístico.
A pesar de su juventud, los músicos viven en el período que va, más o menos, de 1967 a 1975, cuando grupos como The Band, Creedence Clearwater Revival, Lynryd Skynryd y ZZ Top estaban en su pico de popularidad y creatividad. Todas éstas implantaron un estilo "sureño" de rock en EE.UU., en el cual el country y el folk amplificado se funden con el blues más rural, el del delta del Mississippi. Los Kings Of Leon, oriundos de Tennessee, se paran con orgullo en esas coordenadas geo-estéticas. Y, claro, no se van a ganar ningún premio por innovadores o vanguardistas, porque ellos continúan en la tradición de un estilo ya definido.
Pero Aha Shake Heartbreak es un encantador y en parte algo desconcertante recorrido por los caminos más al sur del retro-rock, tan en boga en estos días gracias a grupos como The Strokes y The White Stripes. Los músicos tienen el don del hit, y saben cómo usarlo. Sus estribillos son tan pegadizos como cualquiera que pueda idear Julian Casablancas o Jack White. También saben poblar sus canciones con magnéticos riffs de guitarras y arreglos epidémicos.
La producción artística del disco, de Ethan Johns y Angelo, resalta la inmediatez de las canciones, en las cuales el blues y el rock son tocados con una urgente actitud punk. En temas como Slow night, so long o Taper Jean girl, no cuesta imaginarlos en un bar de mala muerte en las afueras de Texas ante camioneros y motoqueros, ebrios tanto por la envolvente música de la banda como por la cerveza y el bourbon
Sobre la explosiva pero firme base instrumental, el vocalista y guitarrista Caleb Followill canta, gruñe, grita, gime, jadea y aúlla en un inglés incomprensible, apto para acompañar fonéticamente. No se entiende casi nada de lo que sale de la garganta y boca de Caleb, pero la razón no se interpone en el camino de su apasionada e indomable voz. En ella resuena, a veces, el eco de John Fogerty (en Pistol of fire, la similitud impresiona). Pero este Followill tiene todo para convertirse en un gran cantante de rock por méritos propios. Si siguen así, el camino hacia el Cielo —al menos el musical— parece asegurado.
AHA SHAKE HEARTBREAK
Autores. Kings Of Leon
Producción. Ethan Johns, Angelo
l Edita. BMG