CARLOS REYES
Desde hoy el salón de exposiciones del World Trade Center, en Luis Alberto de Herrera y 26 de Marzo, recibe una exposición de Enrique Medina, quien hacía una década no ofrecía una muestra individual al público montevideano.
En el luminoso salón de exposiciones se verá a partir de hoy un conjunto de obras de este artista, que pueden ser agrupadas en dos estilos diferentes. Por un lado, se encuentra media docena de cuadros de 80 centímetros de lado, que representan motivos florales.
"Más allá de los aspectos decorativos, las flores, por ser efímeras, comunican mucho, y en este caso expresan también un poco el apogeo de lo efímero", comentó Medina a El País, agregando que si bien este tema lo viene transitando en su carrera desde hace tiempo, éstas "son con un poco más de técnica que otras de tiempo atrás".
El pintor explica que son flores inventadas, y que las eligió buscando dar un toque primaveral al conjunto.
Pero la mayor novedad estará centrada en dos obras (de un metro y 30 centímetros por 90 centímetros), en las que rinde homenaje a Joaquín Torres García a través de un lenguaje constructivo.
"Torres García lo hizo todo: yo lo que hice fue tratar lo constructivo desde otra forma, y cambiando de técnica. Siento gran admiración por su obra, y en este homenaje utilicé la técnica que llamo `la última cena`, que yo inventé y que simula relieve. Ésta es la primera vez que las exhibo".
Consultado Medina sobre por qué hace tanto tiempo que no expone, explicó que "no tenía nada nuevo para exponer, salvo estos constructivos, a los que agregué los cuadros de flores, para darle una nota de color a la galería. Aunque yo en general en mis exposiciones me gusta presentar todo nuevo".
La técnica de las obras es acrílico sobre lienzo, aunque las obras constructivas son más complejas, conjugando una base de acrílico sobre la que pinta con óleo.
La obra de Medina es muy conocida a través de sus cuadros con enigmáticos interiores, en general con poco color. "Una habitación cerrada puede producir algo alienante, pero a su vez siempre hay una puerta, un lugar por donde entra una luz, que marca un camino, y eso de alguna manera le saca algo de alienación. Todos tienen una luz, como indicando que hay una salida", dice.
La distancia entre esos cuadros de interiores y las flores que ahora exhibe, salta a la vista. "No tienen nada que ver, aunque en ambos trabajo mucho con la luz, aunque en las flores trabajo mucho con los claroscuro. Los cuadros de arquitecturas son más monocromáticos, aunque en realidad no lo son, sino que parecen", comenta, señalando que de alguna manera esas arquitecturas lo remiten a los viejos caserones de antes.
Medina puntualiza que utiliza desde hace tiempo aerógrafo, junto a otras herramientas, como el rodillo. "Experimento utilizando distintos medios, con distintos solventes, con pinturas, con óleos, y voy viendo qué se va dando, y selecciono. El aerógrafo me aporta una transición entre lo claro y lo oscuro que es casi imperceptible, más sutil que el pincel. Lo cual no quiere decir que sea ni mejor ni peor, porque se puede pintar igual con una escoba".
La protagonista es la luz
Enrique Medina (Montevideo, 1935) vivió su infancia en una casona de La Unión, de la que recuerda su enorme jardín. También sus visitas a los museos: de niño salió una foto de él pintando, en la revista "Mundo Uruguayo". En las artes plásticas empezó con caricaturas y retratos, pasando luego a un estilo geométrico, abstracto.
"Con ese estilo gané muchos premios, y luego las obras abstractas se fueron transformando en puertas, en arquitecturas. Pero los protagonistas siempre son la luz y el hombre, este último por ausencia, salvo en algunos retratos. Pasé por todas las etapas, menos la vanguardia, aunque en realidad fui vanguardia con los cuadros geométricos".