EL PAÍS DE MADRID ENRIC GONZÁLEZ
Franco Zeffirelli acaba de publicar una autobiografía en la que no faltan sus amores juveniles con Luchino Visconti, o los ajustes de cuentas, entre otros con Aristóteles Onassis, a quien retrata de homosexual, sádico, mezquino y manipulador.
Director y decorador de cine, teatro y ópera, Franco Zeffirelli (Florencia, 1923), es uno de los pocos supervivientes de aquella dolce vita italiana, tan pródiga en talento como en lujo. El escenógrafo, director y ex senador de Forza Italia ha publicado a los 83 años una autobiografía en la que reconstruye su propia vida, dramática y emotiva como las óperas que ama.
Zeffirelli, que odia la palabra gay ("una manera estúpida de llamar a los homosexuales, como si fuesen payasitos inocuos y divertidos"), nunca sintió atracción física por las mujeres, pero las idolatró como idolatró a su madre difunta. Y, según él, que conoció bien a las cuatro, las mujeres más destacadas del siglo XX fueron, "sin ninguna duda", la madre Teresa de Calcuta, Coco Chanel, Maria Callas y Margaret Thatcher.
Aristóteles Onassis, el magnate que `robó` Maria Callas, es uno de los principales villanos en la autobiografía de Zeffirelli. Cuenta que en 1965, cuando Onassis y Callas vivían su celebérrimo romance, el armador le invitó al yate Christina, anclado junto a su isla privada, Skorpios, y se lo llevó en una lancha para intentar seducirle: "Onassis me rodeó los hombros con el brazo y me susurró al oído versos de Dante, el gesto se convirtió en un abrazo, sus labios rozaban mi oreja". "Sabía que Onassis había tenido experiencias homosexuales en su juventud, y que a los 20 años fue amante de un teniente turco que le protegió durante el saqueo de Esmirna", cuenta Zeffirelli, para cerrar un incidente que acabó en nada. El magnate griego aparece en el libro como un personaje sádico, mezquino y manipulador.
Tampoco perdona al entorno de Maria Callas y arroja un montón de sospechas sobre la muerte de la diva, cuyo testamento nunca apareció: "Tras su muerte, el apartamento de Maria, con todo su contenido, fue acaparado por el clan de los griegos, la Devetzu y la odiada hermana de Maria, Jackie, que voló a París con su marido, un ambiguo abogado griego 25 años más joven que ella. Lo que ocurrió entonces en aquel apartamento sigue siendo un secreto".
"¿Quién ordenó incinerar el cuerpo de Maria con tanta prisa? -se pregunta el director en sus memorias-. ¿Había alguien que quería evitar una eventual autopsia? ¿Fue envenenada Maria? ¿Quién quería desembarazarse de ella?".
En 2004, un lote de joyas de Maria Callas fue subastado, en nombre de un cliente anónimo, por Sotheby`s. Un diario reveló que el vendedor era un griego llamado Devetzu, heredero de la secretaria.
Versión erótica de La Traviata
Zeffirelli proyecta una "versión erótica" de la Traviata de Verdi con el tenor Roberto Alagna, y su esposa, la cantante Angela Gheorghiu. "Imagino una versión erótica porque estoy seguro que así la ideó Verdi, pero no podía ilustrarla como quería en esa época", declaró el cineasta, que espera montarla en abril en Roma.
El director, que volvió a la ópera en diciembre con Aida en La Scala, quiere contratar al cantante francés que abandonó entre silbidos el escenario en plena representación, por lo que el teatro rompió con él y lo suspendió. "Si quiere recuperar su credibilidad en el mundo de la ópera, le toca respetar un contrato duradero. La Traviata podría ser una ocasión formidable", concluyó.
Un apellido que sólo un hombre lleva
La infancia suele dar la clave de cualquier vida. La de Zeffirelli fue singular, como su apellido. Fruto de la relación extramatrimonial de una modista milanesa y un comerciante adinerado (Ottorino Corsi), se le inscribió en el registro como bastardo. Su madre recordó una frase de un aria de la ópera Idomeneo, `zeffiretti gentili`, y le dio el apellido Zeffiretti, que un error de transcripción transformó en Zeffirelli, "un apellido que sólo yo llevo en el mundo". Tras la muerte de su madre, cuando tenía seis años, y tras ser criado por una tía en Florencia, el padre, que tenía una cantidad indeterminada de hijos ilegítimos por toda Italia, le reconoció y le dio un nuevo nombre, Gianfranco Corsi. Pero el muchacho prefirió quedarse con el insólito Zeffirelli.
Algunas de las peripecias bélicas del joven Zeffirelli resultan increíbles, por lo que tal vez sean ciertas. Se unió a los partisanos y, detenido, estaba a punto de ser ejecutado sumariamente por un oficial fascista, un tal Corrado, cuando le preguntaron el nombre de su padre. Lo dijo y el oficial, sin dar las razones, le perdonó la vida. El padre le explicó después que ese oficial, ahorcado poco después por los partisanos, era uno de sus muchos hermanastros desconocidos.
Después de la guerra conoció a "un descendiente de Carlomagno: el conde Luchino Visconti". Con él empezó a trabajar en el teatro, iniciando una apasionada relación sentimental. Zeffirelli se estableció en el palacio romano de los Visconti, pero el día que hubo un robo en palacio, y le hizo detener e interrogar junto al resto del servicio.