La exuberancia y las sutilezas de Moska

| CRITICA | FABIAN MURO | PAULINHO MOSKA | Artista invitado. Carlos Casacuberta Participaciones especiales. Fernando Cabrera, Kevin Johansen, Gonzalo Gutiérrez y Martín Ibarburu Sala. Teatro Solís l Fecha. 11 de mayo

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La segunda presentación de Paulinho Moska por su cuenta en Montevideo reafirmó el vínculo entre el cantautor brasileño y parte del público de esta ciudad.

Un Solís colmado de gente recibió a Moska con un entusiasta aplauso y el afecto y la simpatía por este excelente músico se mantuvo a lo largo de las dos horas que duró el concierto. "Uno tiene que encontrar algo para hacer", dijo Moska acerca de su hobby, sacarse retratos fotográficos en los baños de los hoteles que visita cuando está de gira. Esa personalidad inquieta, que siempre tiene que encontrar algo para hacer, se manifiesta también en el despliegue escénico de Moska. Siempre de pie, el cantante y guitarrista gesticula, baila y se mueve enérgicamente en torno a su micrófono.

El músico dio comienzo al concierto con la canción que abre y da título a su más reciente disco, Tudo novo de novo, del cual interpretó la mayoría de los temas que lo componen. En vivo, Moska le imprime a los temas del disco una interpretación más visceral, tocando la guitarra y cantando con potencia y volumen. Moska deja entrever una influencia rockera en su manera de cantar y tocar la guitarra acústica. Pero el carioca abarca en su guitarra y garganta un montón de influencias y referencias, como demostraría luego.

Estuvo solo durante la mayor parte del tiempo, pero sus forma de comunicarse con la audiencia, la puesta en escena de sus fotografías y una iluminación cuidadosamente diseñada realzaron sus canciones e hicieron del espectáculo un asunto atractivo no solo musicalmente sino también desde lo visual.

Si bien Moska toca mayoritariamente la guitarra acústica —con una ductilidad y solvencia admirables—, complementa los sonidos de la madera y el nailon mediante una cantidad de efectos especiales, en particular un pedal "wah-wah" que a veces lleva las canciones de Moska a terrenos funky. Otras veces, como cuando cambia su habitual instrumento por un híbrido entre la acústica y la eléctrica, toca la guitarra como si fuese un bajo y Moska integrara la banda de James Brown. El gusto por las posibilidades que dan los procesadores de sonidos y efectos también se evidencia en el calculado uso que Moska y su sonidista hacen de las cámaras de eco para la voz.

Hacia el final del concierto, cuando ya había pasado por el escenario otro favorito del público, el argentino Kevin Johansen, Moska disminuyó la intensidad en su voz y guitarra y ofreció un pequeño y didáctico recorrido por algunos emblemas de la canción popular brasileña, como algún vals de Pixinguinha o del dúo Bide & Maral, gente que brilló en la música popular de Brasil hace cinco décadas. Ahí demostró que puede ser tan sutil y matizado como vigoroso y exuberante como intérprete vocal.

Como era de esperar, Moska interpretó canciones de su amigo Drexler, a quien le dedicó la velada. En el segundo bis de la noche, Moska convocó a todos sus invitados para una versión de Lágrimas de diamantes, que cerró con ritmos electrónicos y poderosos una excelente presentación.

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