El canilla creció, y su grito se ha extendido hasta las dimensiones de un film de largometraje. Hoy se estrena A Dios Momo, la más reciente realización del uruguayo Leo Ricagni, autor de la recordada pieza publicitaria de El País El grito del canilla y de los largos El Chevrolé e Indocumentados. El pequeño Matías Acña, Jorge Esmoris y el "Canario" Luna integran su elenco.
Hay una nítida mitología popular y montevideana en el asunto de A Dios Momo, que según palabras del propio Ricagni nació como una ampliación de la idea básica de El grito del canilla, incluida la presencia del "Canario" Luna. La historia tiene que ver un niño de once años llamado sin casualidad Obdulio, que se gana la vida vendiendo periódicos y se cruza con algunos íconos ciudadanos y carnavaleros. Uno de ellos es el misterioso guardián nocturno de un diario (ya se sabe cuál), quien al mismo tiempo que le enseña a leer también lo introduce en la comprensión de algunos significados de la vida, para lo cual utiliza varias letras de murga.
En un reportaje reciente motivado por la presentación de su film en Los Angeles, Ricagni ha celebrado el hecho de que el rodaje de su film le permitió volver a tomar contacto con Uruguay (el anterior, Indocumentados, fue filmado en los Estados Unidos). En esa entrevista, donde se señala también que la película está concebida "bajo la influencia del movimiento neorrealista italiano", el director explica que "la llegada al gobierno de mi país de Tabaré Vázquez, un político de formación socialista, tuvo un efecto muy positivo sobre mi espíritu, a tal grado que me estimuló las ganas de hacer una versión más larga y elaborada de ese cortometraje (El grito del canilla) en el nuevo Uruguay que tenemos ahora. Así fue como adquirió forma concreta A Dios Momo".
Ricagni afirma igualmente que todas las películas latinoamericanas son resultado de "un milagroso proceso creativo", y que A Dios Momo no podía ser la excepción. El cineasta señala: "Con el poco dinero que había en la productora decidimos comenzar a desarrollarla. Después conseguimos el apoyo de algunos patrocinadores, como el diario El País, cuyos directivos se entusiasmaron mucho cuando les dije que tenía intención de transformar en película grande El grito del canilla". Y agrega: "En realidad tuvimos que hacer todo tipo de colectas para juntar el dinero que se necesitaba para financiar nuestro proyecto. Cuando ya estuvimos listos, salimos a las calles a filmar lo que necesitábamos, en lugares reales y con personas de verdad. No tuvimos que armar decorados, ni empleamos ningún tipo de vestuario. Todo lo que puede verse en A Dios Momo es absolutamente real".
Algo parecido ocurrió con el argumento, porque Ricagni explica que no escribió la historia de Obdulio de principio a fin y de forma lineal. Lo que hizo, más bien, fue utilizar como base del guión una idea muy amplia y general, que redactó en unas cuantas páginas, acerca de lo que se había propuesto contar. A partir de ahí la película empezó a seguir el rumbo que le fueron marcando sus personajes.
"Fue un proceso muy especial por el que tuvimos que pasar", explica igualmente el cineasta. "En ningún momento organizamos un itinerario bien establecido, como sucede en la producción de cualquier película, pero creo que a final de cuentas todo salió perfecto. Cada día nos enfrentábamos a una nueva sorpresa y siempre terminaban ocurriéndonos cosas sensacionales. En el caso específico de Obdulio, no tuve ninguna duda en presentarlo como un niño que sobrevive a la pobreza gracias a que vende diarios que, paradójicamente, no puede leer. Eso me permitió darle un sentido bien mágico a la forma en la que él consigue ir saliendo del analfabetismo con la ayuda de su nuevo e inspirado amigo, el periodista".