Las Columnas

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Hugo García Robles

Hace ya tiempo que El Mesías es una de las obras mejor conocidas de Haendel y el pasaje del "Aleluya" un verdadero hit en el cuadro de las músicas más difundidas. No existe público que resista la imponente majestad de ese fragmento que, como es sabido, celebra la resurrección de Jesús.

Sin embargo no se trata de una obra litúrgica, nacida para el servicio de la iglesia anglicana, religión oficial de Inglaterra donde Haendel se convirtiera, a pesar de su origen alemán, en un músico tan inglés como Purcell. El Mesías es un oratorio que responde a un texto de inspiración cristiana pero totalmente alejado de todo servicio dentro del templo.

Resulta sorprendente que Charles Jennens (1700-1773), autor del texto de la obra, haya dirigido una carta a su amigo Edward Holdsworth, el 30 de agosto de 1745 expresando: "le mostraré una colección que di a Haendel, llamada El Mesías, que yo valoro mucho y de la que él ha hecho un fino entretenimiento, aunque no tan bueno como hubiera podido y debido hacer".

Sorprendente opinión de un poeta que es estimable en su oficio de libretista que ejerció para Haendel en varias ocasiones, entre ellas además de El Mesías, los oratorios Saúl y Belsazar. Pero la posteridad ordena las cosas de modo que hoy se sabe de Jennens porque Haendel escribió la música de algunos de sus textos. El libreto de El Mesías es una combinación de citas de las Sagradas Escrituras, Antiguo y Nuevo Testamento, que siguen un cierto orden dramático, desde el nacimiento hasta la resurrección de Jesús.

El Mesías fue escrito por Haendel entre el 22 de agosto y el 13 de setiembre de 1741, en su hogar de Brook Street en Londres. Tres semanas para una partitura cuyo manuscrito contiene 250 páginas de excepcional música, el "fino entretenimiento" según el libretista.

El estreno de la obra no tuvo lugar en Londres. Stanley Sadie que ha escrito un excelente libro sobre Haendel, publicado en 1962, titula uno de los capítulos "La visita a Dublín", lo cual basta para señalar la importancia de este viaje del compositor a la capital de Irlanda. Todo contribuyó a la decisión de Haendel, hasta el clima que en el invierno de 1739-40 fue tan cruel que obligó a la clausura del teatro donde Haendel se había convertido en su propio empresario en el ejercicio de uno de sus grandes amores: la ópera italiana.

En esa circunstancia y con rumores que hablan de la intención del compositor de regresar a Alemania abandonando la hospitalidad británica, llega una invitación del Duque de Devonshire, Lord Teniente de Irlanda, para realizar en Dublín una serie de conciertos con fines benéficos. El siglo XVIII fue muy afecto a la caridad a través de la vía musical y especialmente en Dublín donde la brecha entre ricos y pobres era mayor que en Inglaterra.

Deja Londres en noviembre de 1741 y se detiene en Chester. Allí Charles Burney, entonces niño en edad escolar, lo ve ensayar El Mesías que había terminado de escribir en ese verano, como quedó dicho. Burney recuerda la furia feroz con la cual censura la torpeza del bajo que poseía el oficio de impresor pero no el conocimiento o el talento para leer su parte en el oratorio.

Haendel llega a Dublín el 18 de noviembre y tres semanas más tarde hace su primera aparición, en la Iglesia de St. Andrew. El sermón de la caridad, de frecuencia anual, tiene como marco esa iglesia y allí son interpretados el Te Deum de Utrecht junto con algunos Himnos de Haendel y de William Boyce.

La estadía en Dublín permite al músico una serie de conciertos por suscripción a la pulida nobleza que rodeaba al Duque de Devonshire. La primera serie se inicia el 23 de diciembre y el periódico Faulkners Dublín Journal reseña así el acontecimiento: "el último miércoles el señor Haendel interpretó su primer oratorio en el Nealñs Musick (sic) en Fishamble Street, que fue colmado por la más numerosa y elegante audiencia nunca vista antes de esta ocasión. La interpretación fue superior a cualquier ejemplo previo de este tipo en el Reino, y la nobleza mostró su gusto por el genio expresando su gran satisfacción".

El 13 de abril de 1742 alcanza la culminación la presencia de Haendel en Dublín con el estreno de El Mesías. El citado local de la Fishamble Street con capacidad para seiscientas personas albergó setecientas. Haendel contaba con muy buenos músicos, cantantes en particular, que incluían a la soprano italiana Avolio, que había llevado desde Londres y la mezzo Susan Cibber, formidable actriz dramática además de cantante notable. Los cantantes del coro de la catedral participaron, asegurando un resultado como en efecto nunca había vivido Dublín.

La visita de Haendel a Dublín finalizó en el verano de 1742, después de una reiteración de El Mesías y de una interpretación del oratorio Saúl. Londres volvió a ser, hasta su muerte en 1759, su ciudad sede.

En Londres Haendel dirigió El Mesías solamente tres veces en 1742, dos en 1745 y nada más hasta 1749. Algunos devotos fanáticos le complicaron la vida, impidiéndole anunciar en la cartelera el nombre de la obra, por considerarlo una falta de respeto. Se le llamaba simplemente "Oratorio sagrado". Fue a partir de 1750 que la situación cambió. Lo dirigió cada año una vez, a beneficio del Hospicio de los Niños. Cuando la ceguera recortó sus posibilidades no abandonó el caritativo hábito del concierto anual y para proteger los ingresos benéficos del Hospital prohibió que la obra fuera impresa mientras el viviera. A su muerte en 1759, solamente entre 1763 y 1869 hubo no menos de 70 ediciones de El Mesías.

Nunca se ha apagado la aureola de prestigio de la obra y al llegar el "Aleluya" el público acostumbra ponerse de pie.

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