ANIVERSARIO
A un siglo de su nacimiento, el escritor todavía es parte de la memoria afectiva de varias generaciones de uruguayos y argentinos
Una edición de Gracias por el fuego forrada en papel de revista, Montevideanos con tapa naranja, “Puntero izquierdo” en una clase de liceo, los versos reconocibles en El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela o los que todavía puedo recitar de memoria. “Si vos mengana dulce, osada, eterna; si vos sos mi utopía”. “Están en algún sitio, nube o tumba”. “Yo nostalgio, tu nostalgias y cómo me revienta que él nostalgie”. Algún graffiti en una esquina cualquiera, un pie de foto en Instagram, el mural sobre la calle Rivera o el recorte en la pared de vidrio del bar San Rafael.
En algún lado, la biblioteca familiar o un pedazo de Montevideo, Mario Benedetti siempre está.
El centenario de su nacimiento, que se conmemora mañana y puebla la agenda de actividades al tiempo que reaviva discusiones, solo hace énfasis en esa presencia eterna.
Prácticamente todos, alguna vez, tuvimos un link con Benedetti. Esa es la base sobre la que se para Nociones básicas para la construcción de puentes, la obra con la que la Comedia Nacional le rinde homenaje a uno de los escritores uruguayos más populares de todos los tiempos. El amor adolescente, la militancia, el exilio o la relación con un padre son líneas que se explicítan en el texto de Jimena Márquez, que encontró en este montaje una forma de reconciliación pero también de devolución. “Recuerdo mi primer llanto grande con un libro con La Tregua, me impactó muchísimo. O devorar una antología poética; todavía tengo las páginas rayadas, marcadas. A raíz de esa lectura empecé a escribir poesía”, dice a El País.
Dramaturga y docente de Literatura, Márquez supo alejarse de Benedetti en sus años de formación docente porque el gusto por su literatura no se veía con buenos ojos. “Siempre pienso que cuando algo se masifica no necesariamente es basura; lo que se masifica es porque toca una fibra universal. Preparando la obra llegué a ver coros de niños chinos, con dudosa pronunciación pero con mucho amor, cantando ‘Te quiero’. ¿Y qué fibra toca que en China se canta Benedetti?”, reflexiona. “Mi acercamiento a la escritura siento que se lo debo a él”.
“Hay una zonita de nuestra idiosincrasia de que desconfiamos de lo que se masifica, nos resulta sospechoso. Ahí me quedo con las palabras de Juan Gelman, que en un documental sobre Mario dice que en vez de criticar tendríamos que estar agradecidos de que alguien haya conseguido tantos lectores para la poesía”, dice respecto a las críticas sobre la obra de Benedetti.
La única vez que Emiliano Brancciari quiso la firma de alguien fue la de Mario Benedetti, sobre una edición singular de La tregua. Fue durante un encuentro con su banda, No Te Va Gustar, y el autor que aportó unos versos del poema “Triste o buena” para la canción “De nada sirve”, del disco Todo es tan inflamable y luego regrabada para Otras canciones.
“Yo llegué a Mario por mis amigos”, dice el cantante y guitarrista que nació en Argentina y se mudó a Uruguay en la adolescencia. “Lo que me atrapó fue su manera de contar Montevideo: es una manera muy especial que te lleva y sitúa a épocas que uno no vivió, y con eso me enamoré”, cuenta Brancciari, que si tiene que establecer una conexión entre el repertorio del grupo y la poética de Benedetti, apunta a “lo simple del vocabulario” como herramienta. “Pero jamás vamos a poder transmitir en palabras la belleza que transmite él”, asegura.
“Mario era el poeta de la gente”, dice el fotógrafo argentino Eduardo Longoni, que lo retrató largo y tendido para el libro Poemas revelados, y de quien se pueden ver varias imágenes en la fotogalería Siglo Benedetti del Parque Rodó. “Íbamos por la calle y me quedaba asombrado, no solo porque la gente lo paraba sino porque todos tenían un libro de él. Me acuerdo que un día le dije: ‘me está llevando por lugares que contrata extras, no puede ser que todos tengan un libro suyo’”, cuenta para graficar aquellas caminatas por la ciudad.
“Con Mario la gente tenía una cosa de adoración. Sentía esos textos como un destino de ellos”, afirma Longoni que, asegura, nunca retrató a nadie más entrañable que a Benedetti.
“Se podía quedar 20 minutos con cada persona. Le podía hablar a un niño para saber cómo le iba en el colegio hasta a una viejita preguntándole si le alcanzaba con la jubilación (...) Estar con él era como estar con el patriarca, con la usina de esas poesías. Para mí, que trabajo hace 41 años como fotógrafo, no tengo dudas de que fue el personaje más entrañable que fotografié”.
Con Benedetti fallecido hace una década, se podría pensar que esa pertenencia se ha puesto en desuso y ese encanto eterno ha decaído. Sin embargo, la sencillez sigue siendo puerta de entrada a un mundo de “literatura adulta” o “poesía adulta” y sigue siendo un espejo para mirarse.
Alina Viera tiene 22, es fotógrafa y entiende que el autor sigue vigente entre veinteañeros por “la simpleza y el cariño con la que describe situaciones y sentires cotidianos”, por la ternura. Viera se adentró en el mundo Benedetti cuando heredó de su madre, hace un par de años, una edición de la poesía completa. “Es una bitácora de su adolescencia y juventud en los ochenta, donde están guardadas entradas de toques, cartas de amor, boletos, flores secas, evidencia de que la acompañó en todo momento como su diario íntimo”, resalta y cita a su madre que encontró, en esos textos, “la forma de expresar situaciones y sentimientos; aliento y entendimiento”.
“Sin dudas que está vigente”, afirma Hortencia Campanella, docente, escritora y presidenta de la Fundación Benedetti. “En España es increíble porque se han reeditados todos y cada uno de sus libros de poesía, con prólogos de poetas importantes”, comenta y agrega que este lunes se presentará “una antología preparada por Joan Manuel Serrat, de toda la poesía de Mario”.
“Todavía no me explico cómo la poesía de Benedetti puede interesarle a un lector de Alemania o de Corea. No en el año sesenta: hoy, y funciona muy bien, es popular. Es muy raro”, dice el escritor y periodista Fernando Butazzoni y otra vez el foco vuelve a la universalidad. La universalidad que lo hace protagonista de ediciones ilustradas para niños (Mario Benedetti para todos; Planeta), puestas de la Comedia Nacional o el Ballet del Sodre, murales callejeros y hasta de canciones de bandas masivas. Esa universalidad que hace al poeta, escritor, ensayista y crítico, parte de una memoria afectiva que tiene sus raíces en la grisura, la melancolía y la dualidad de un rincón del sur que, sí, también existe.
"Parecía un tipo muy mesurado, apacible, y era muy radical. Parecía un tipo muy prudente y tenía unos gestos de audacia increíbles, en todos los ámbitos. No porque disimulara, sino que era prudente, pero era un audaz, en la literatura y en la vida. Es interesante esa dualidad. No creo que sean bipolaridades; son personalidades que interactúan dentro de él”.