Los barcos hundidos en las costas de Punta del Este tienen quien cuente sus historias

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Andrés López Reilly

ENTREVISTA

Andrés López Reilly acaba de publicar "Un buceo por la historia" sobre naufragios, tesoros y aquellos que intentan encontrarlos en las costas fernandinas

Es un tema que lo apasiona y lo ha dejado reflejado en libros bien informados, bien escritos y bien vendidos. Ahora Andrés López Reilly vuelve a los barcos hundidos, los botines que alojan y las fantasías y el trabajo de los buscadores de tesoros.

Ahora, en Un buceo por la historia se centra en los naufragios y los tesoros en Punta del Este, en cuyas profundidades hay decenas de barcos escondidos.

Sobre ese nuevo libro, López Reilly, que es periodista de estas páginas, charló con El País.

—¿Por qué su fascinación con lo naval, con los barcos hundidos y su rescate?

—Comenzó a mediados de la década de 1980, más o menos cuando arranca mi interés por el periodismo. Entonces se hablaba que el buscador de tesoros, Rubén Collado, estaba explorando el puerto de Montevideo en busca de la fragata española Nuestra Señora de Loreto, hundida en 1792 a causa de un tremendo temporal en el que se perdieron oros barcos. Recuerdo que El País llegaba todos los días a la casa de mis abuelos. Yo vivía enfrente y apenas me despertaba cruzaba a leer el diario. Cuando había alguna noticia sobre ese naufragio, me la devoraba. Se recuperaron muchos objetos en aquellas campañas de buceo. Y yo era uno de los miles de uruguayos que por entonces comenzábamos a soñar con antiguos tesoros. Luego conocí a Collado y en 2002 escribí mi primer libro sobre sus hallazgos en las costas uruguayas.

—¿Cómo fue la investigación para Un buceo por la historia?

—La investigación tiene tres puntas. En primer lugar, los documentos históricos que se encuentran en distintos sitios, como el Archivo de Indias de Sevilla o el Archivo General de la Nación de Argentina. Luego está la lectura de muchísima literatura en torno al tema, histórica y contemporánea. Y por último -y lo más importante para mí- acudí a las personas que hicieron los buceos y rescates en los principales naufragios. Por eso el nombre del libro. Ellos aportaron fotografías inéditas y el plus que tiene este libro: saber qué hay bajo el agua y qué se ha rescatado, más allá de contar las tragedias de aquellos barcos.

—¿Cómo evalúa las políticas de Estado sobre ese patrimonio hundido?

—-Equivocadas. El Estado uruguayo ha actuado en las últimas décadas como el perro del hortelano: aquel que no come ni deja comer a los demás. No tiene dinero para financiar expediciones de búsqueda y recate (lo cual es comprensible porque éstas no dejan de ser una “aventura” millonaria y hay otras prioridades en el país) y no ha hecho otra cosa que ponerle palos en la rueda a los emprendedores privados. Por otra parte, se ha sumado a petitorios hechos por países como España, que tiene claros intereses en el tema, de dejar todo donde está, de no tocar nada. Desde mi punto de vista no es patrimonio de nadie algo que está bajo el agua y sepultado por el barro o la arena, que no se puede ver, tocar o usufructuar.

—¿Cuánto queda por rescatar? ¿Cuánto queda por descubrir?

-Mucho. Alguien ha dicho que el museo más grande del mundo se encuentra bajo las aguas. Y es posible. En el Río de la Plata se calcula que hay unos 1.200 barcos naufragados, cifra que no sorprende tomando en cuenta que ya en la expedición descubridora de Juan Díaz de Solís, de 1516, se perdió el primer barco.

—La suerte de Acosta y Lara y la tragedia del Salvador es un gran capítulo. Cuénteme ¿cómo llegó a eso?

—Fue el primero de una familia “patricia” conocida en nuestro país. Y su historia es muy interesante. Antonio de Acosta y Lara nació tres veces. La primera de ellas en Sevilla, en 1783, y las otras al sobrevivir a dos famosas tragedias: el naufragio de la fragata Nuestra Señora de la Asunción, ocurrido en 1805 en el Banco Inglés, y el del Salvador, hundido en 1812 frente a la Playa Mansa de Punta del Este, en lo que se recuerda como la peor tragedia marítima en la historia del Río de la Plata (murieron más de 500 personas). En el libro también hay una anécdota de Daniel Acosta y Lara, uno de sus descendientes, que casualmente es amante de los barcos y quizás la persona que más sabe sobre el Graf Spee.

—¿Hay algún tesoro millonario?

—Es posible, en esa época todos los barcos transportaban caudales, ya sea de forma oficial o como contrabando. En la década de 1990 se recuperaron miles de monedas de oro, lingotes y piedras preciosas del barco Nuestra Señora de la Luz, que zozobró en Montevideo en una tormenta de 1752. Pero hay que ver un barco naufragado como una cápsula del tiempo, en la que muchas cosas tienen valor, más allá de los metales preciosos.

—Algunos naufragios sucedieron entre la Isla Gorriti y la Mansa, lo que parece cerca de la costa, ¿por qué hay tantos barcos hundidos en esa zona?

—En algún momento se bautizó al Río de la Plata, con buen tino, como “El infierno de los navegantes”. Eso se debía a la peligrosidad de navegar por estas costas. En el caso de los barcos de madera, cuando chocaban contra las rocas del fondo terminaban desarmándose casi por completo. Y cuando un pampero los sorprendía lejos de la costa, tenían que buscar refugio en una bahía como la Maldonado o la de Montevideo. A esto hay que agregarle la escasa información que les proporcionaban a los marinos las cartas náuticas de la época. Y los rudimentarios elementos de navegación con los que contaban.

—Uruguay no tiene una tradición de literatura naviera. Todo el comienzo del San Rafael, por ejemplo, es excelente en ese sentido. ¿No ha pensado en escribir ficción sobre el tema?

—No lo descarto, en mis últimos dos libros (con éste he publicado nueve) he novelado algunos pasajes, aunque siempre con rigor histórico. Por ejemplo, en el San Rafael viajaba un diplomático muy importante enviado por el Rey de España y yo describo su vestimenta, así como la de su esposa. Pero para hacerlo tuve que investigar sobre la indumentaria masculina y femenina del siglo XVIII. En lo particular, no me atraen las novelas sobre temas que, desde lo histórico me interesan. Si leyera algo sobre ese barco que le dio su nombre a una playa y a un barrio de Punta del Este, me gustaría que fuera lo más cercano posible a la verdad.

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