ENTREVISTA
El País charló con Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero, los responsables de "La bestia", la galardonada novela que disparó un escándalo literario
Uno estaría en su derecho de sorprenderse ante el descubrimiento de que Carmen Mola, la última ganadora del premio Planeta, es en realidad un ente conformado por estos tres señores españoles hechos y derechos con los que me estoy tomando un café en un hotel de la rambla. Eso ya no debería ser un spoiler porque la revelación de que detrás de ese seudónimo femenino que firmaba La bestia, la novela ganadora, se escondían Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez, tres escritores hombres, fue un sonado escándalo literario.
No era lo primero que escribían a seis manos y como Carmen Mola y sus libros anteriores -La novia gitana, La red púrpura y La nena, parte de una serie sobre la inspectora Elena Blanco- fueron considerados ejemplos destacados de la novela negra española. La negativa de Mola (a quien se presentó como una profesora universitaria, madre de dos o tres hijos) de aparecer en público hizo que se viera en ella a una suerte de españolísima Elena Ferrante.
Recién se conoció la verdadera identidad de la escritora cuando se le concedió el premio Planeta, uno de los más prestigiosos de la literatura en español, y allí aparecieron Díaz, Mercero y Martínez, quienes también tienen una carrera por separado como novelistas y guionistas.
La revelación disparó un polvorín con acusaciones que fueron desde apropiación indebida de género a engañar al público. Algunas librerías -la más notoria, la madrileña Mujeres y Compañía- retiraron la obra de Mola de su catálogo. Hubo una indignación en el mundillo de los libros que, igual, no pasó a mayores y dio un montón de publicidad gratis.
De eso, los tres escritores, café y cigarrillos de por medio, hablaron y contaron algunos secretos de un fenómeno de tres hombres que, cuando se juntan, son una escritora exitosa.
—Carmen Mola le dedica el libro La bestia a su madre. ¿Cómo es la madre de Carmen?
Jorge Díaz: En realidad, cada uno se lo dedicamos a nuestras madres, sí, pero si poníamos: “A nuestras madres”, ninguna de ellas se iba a sentir especial.
—Y se revelaba el secreto. ¿Le imaginaron una historia, una madre?
Antonio Mercero: No hemos llegado a tanto. Al principio poníamos “Carmen Mola es un seudónimo”, y la editora nos pidió una minibiografía para adornar el vacío de la solapa, y ahí surgió que era una profesora y madre de dos hijos. O tres, que ya no sé porque ahí bailó un poco el dato según a quien entrevistaban. Eso fue todo lo que hicimos. Lo demás ha sido una creación un poco popular que hizo que de pronto fuera una profesora universitaria, algo que nunca dijimos, o un catedrática de Álgebra, algo que nunca dijimos. Y así ha ido creciendo un poco quién es Carmen Mola.
—¿Lo pensaron como una reflexión sobre el papel del autor, al ponerse tres hombres un nombre de mujer?
Mercero: La idea era poner la novela por delante de nosotros. Desaparecer para que sea la novela la que se gane su público, y darle la importancia a la historia y no a quién la ha escrito. En una época en la que hay tanto personalismo, nos parecía interesante hacer este ejercicio de creación colectiva en el que nos diluíamos un poco, desaparecíamos detrás no tanto de un nombre sino detrás de una novela.
—¿Que ella sea una mujer les jugó a favor?
Mercero: Ser Carmen Mola, más que una ayuda jugaba a la contra: no podíamos hacer entrevistas de promoción, por ejemplo. Pero fueron los lectores y los medios los que crearon el mito de de Carmen Mola.
—¿Por qué ese nombre?
Díaz: Fue casi como un juego. Mola en castellano de España significa “está bueno”. Empezamos a decir nombres muy españoles y uno dijo “Carmen” y el otro “Carmen está bien. Carmen mola”. Nos encantaría tener una explicación muy elaborada, pero no fue así. Y ha demostrado ser un buen nombre.
—¿Haber trabajado como guionistas los ayudó en el trabajo colectivo?
Mercero: Decisivamente. Llevamos 30 años haciendo guiones de televisión, es nuestra academia. A la gente le intriga mucho cómo podemos hacer novelas a seis manos, pero el trabajo colaborativo del guionista lo llevamos haciendo todo el rato. Queríamos adaptar al mundo de la literatura las herramientas del guionista. En la forma de trabajar, pero también en la forma de exponer la historia: arrancar fuerte, mantener el clima, tener los giros y sorprender todo el tiempo. El mandamiento número uno del guion, “no aburrirás”, lo tenemos siempre presente. Otro mandamiento es: “Sorprenderás al lector por encima de todas las cosas”.
—¿Cómo son los aportes de cada uno?
Díaz: Va saliendo naturalmente. Nuestra teoría es que si vamos combinando el talento que podamos tener, sea mucho o poco, las cosas son mejores. Llego con una idea cualquiera tipo: “Podríamos hacer una cosa de un Sacamantecas, de un asesino de niñas”. Y Antonio dice: “Oye, pero si a ese asesino de niñas lo hacemos que pertenezca a una sociedad secreta”, y Agustín agrega otra cosa. Vamos poniendo capas, capas, capas y de lo que empieza a ser una idea básica, nuestro objetivo, es que al cabo de ya sean horas o varias sesiones de trabajo, se convierta en una trama con principio, nudo, desenlace y giros. Vamos colaborando todos y no importa quién ha tenido la idea, sino cómo esa idea; la vamos enriqueciendo entre todos. Es un continuo de: “¿Y si además hacemos esto?”. Muchas veces nos perdemos y volvemos al inicio. No hay que estar de acuerdo en todo y pero si tener muy claro, que lo más importante es la historia. Uno se empeña en discusiones por tener razón y lo más importante no es tener razón, es que el resultado final sea el mejor. Evidentemente llega un momento mecánico que hay que escribir y que cada uno tiene que tomar su parte de la historia: redactarla, pasársela a los demás, y que los demás la corrijan.
—¿El proceso de edición es severo?
Díaz: Entre tres tiene la virtud de que hay muchas veces que tú casi has dado por bueno algo por pereza. Pero siempre hay algo que quiere dar guerra y sigue avanzando.
—La primera frase de la novela es: “En un fangal, un perro famélico juega con la cabeza de una niña”. ¿Cómo llegaron a eso?
Mercero: En una versión previa estaba un poco más adelante, pero tras algunas revisiones decidimos ponerlo de entrada porque nos parecía que era poderoso, y además presentaba dos temas de la novela: la violencia que impregna ese Madrid de 1834, y la miseria y la pobreza.
—"La bestia" es un thriller pero también es un cuento de hadas, de monstruos...
Díaz: Cuando empezamos, una de las cosas que queríamos era salir del lugar de confort de Carmen Mola. Íbamos por algo más ambicioso, porque no queríamos hacer como habíamos hecho hasta ahí -con mucho éxito y mucho agrado- otra novela policíaca. Teníamos que probar si Carmen Mola daba más de sí o no. Y entonces decidimos ir por la novela histórica y el thriller, que es donde nos movemos mejor. Y fuimos haciendo un híbrido: algo dickensiano pasado por la trituradora de Carmen Mola. Pero para mí es una novela de aventuras: no deja de ser una niña que busca a su hermana y que tiene que encontrar colaboradores para poder conseguirlo. Y también es la típica novela picaresca española . Y hay algo de cuento gótico. No nos ha faltado ningún género, hasta hay algo de folletín amoroso. La intención era pasarlo bien.
—¿Lo consiguieron?
Martínez: Sí. La clave de Carmen Mola es que nos la pasamos bien pariendo las historias. Es un trabajo divertido y nos llevamos muy bien.
—¿Cómo es el vínculo con Carmen Mola? ¿Ella propone y ustedes disponen? ¿Les ha dicho si va a seguir?
Martínez: Nosotros solo nos sentamos y escuchamos.
Mercero: Carmen Mola va a seguir porque nos lo pasamos bien todavía escribiendo, y eso de irse en lo más grande de la fiesta no es nuestro estilo. Sé que hay gente que lo hace porque eso da prestigio, pero nosotros nos vamos a quedar en la fiesta hasta el final. Vamos a hacer los últimos invitados en irnos.