ENTREVISTA EXCLUSIVA
Este viernes se realizó la ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2021, el mayor reconocimiento a la literatura en español. "Lo recibí con absoluta sorpresa", dijo la escritora
El Premio Cervantes 2021 es de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi. El anuncio se había hecho en noviembre del año pasado y cinco meses después, este viernes, se realizó en Madrid la ceremonia de entrega.
La escritora, por problemas de salud, no pudo hacerse presente en el evento, y la actriz argentina Cecilia Roth recibió el galardón en su nombre, tal como se había adelantado en la semana. Peri Rossi sí hizo llegar un discurso de aceptación, el que estaba escribiendo cuando, semanas atrás, contestó vía mail esta entrevista de El País.
El Cervantes es el mayor reconocimiento a la literatura hispanoamericana; lo entrega el Ministerio de Cultura y Deporte de España y con Peri Rossi ya son tres los uruguayos que lo han recibido: la poeta Ida Vitale en 2018 y Juan Carlos Onetti, en 1980.
Peri Rossi lo recibió, según el fallo del jurado, por ser "una escritora capaz de plasmar su talento en una pluralidad de géneros", que en su obra logra "un ejercicio constante de exploración y crítica, sin rehuir el valor de la palabra como expresión de un compromiso con temas claves de la conversación contemporánea como la condición de la mujer y la sexualidad", a la vez que tiende "un puente entre Iberoamérica y España".
Nacida en 1941 y radicada en Barcelona en 1972, la autora de La nave de los locos, Evohé y La insumisa lleva 50 años en España, medio siglo en el que ha hecho del exilio uno de sus principales tópicos. De eso, del reconocimiento, del ser uruguaya y de por qué escribe, mantuvo esta conversación a distancia con El País.
—¿Cómo recibió usted este Premio Cervantes? ¿Qué significa, como mujer uruguaya, haberlo recibido?
—Recibí este premio con absoluta sorpresa. Ni siquiera recordaba que ese día (el 10 de noviembre de 2021) fallaba y por supuesto, no me lo esperaba aunque luego de recibido me haya parecido una decisión muy justa. No vivo como mujer uruguaya ni de ningún otro país sino como un ser humano interesado por el devenir del mundo, y que como las hojas del poema de Homero nacen y mueren para dejar lugar a otras.
"No me lo esperaba aunque luego de recibido me haya parecido una decisión muy justa"
—Dijo que el Cervantes ha sido un acto de justicia. ¿Por qué?
—Porque unía a España con Hispanoamérica a pesar de las distancias geográficas y de que en España el durazno se llama melocotón, y la pollera (palabra horrenda) falda, a cual de las dos peor.
—Una vez explicó: "Cuando me preguntan por qué no vuelvo a vivir a Montevideo, yo respondo que es por nostalgia, porque sufrí una nostalgia muy grande durante trece años por no poder volver a Montevideo y ahora no estoy dispuesta a vivir con nostalgia de Barcelona. Por lo tanto, me he convertido en lo que nunca quise ser: alguien con dos patrias y con dos memorias". ¿Haber ganado el Cervantes remienda en algún punto esas dos patrias separadas? ¿Sigue sintiendo nostalgia?
—Soy una persona nostálgica, tierna y melancólica (además de apasionada y empática) y me causan nostalgia los atardeceres, la música de Chopin, la muerte de Mónica Vitti, las canciones de Ella Fitzgerald, el sabor del agua mineral de Uruguay, los asados criollos, las confiterías de Berlín y la rambla de Piriápolis. Es posible que si me fuera de Barcelona sintiera nostalgia por el restaurante Flo, por el Barrio Gótico, y por los cines Verdi. Si me descuido y sigo viva en el año 2022 tendré nostalgia de no haber obtenido otra vez el Premio Cervantes.
—Su obra tiene, podría decirse, a la poesía como centro de gravedad. ¿Por qué decidió escribir otros géneros?
—Mis primeros cuatro libros publicados en Montevideo (Viviendo, Los museos abandonados, El libro de mis primos e Indicios pánicos) antes del golpe militar de 1973 fueron tres de relatos y una novela, solo el último, Evohé, que por cierto tenía como subtítulo poemas eróticos y causó gran escándalo en Montevideo donde fue prohibido, era de poesía. Escribo en todos los géneros —salvo dramaturgia— y me parecen complementarios, no electivos. No me siento más narradora que poeta, ni más poeta que narradora y me gusta muchas veces combinar ambos géneros en el mismo libro. El género lo determina lo que quiero decir, no hay una elección previa y por supuesto menos aún posterior.
—La novela La nave de los locos, que publicó en 1984 y se reeditó en Uruguay ahora, por HUM, es una novela que aborda muchos temas, pero sobre todo es una novela sobre los exilios. ¿Cómo ha cambiado (o no) la idea de exilio para usted, que se fue a España y no regresó pero que, sobre
todo, ha sido exiliada de muchos lugares y muchas veces?
—Alguna vez dije que todos somos exiliados en algún sentido. Por ejemplo, a veces somos exiliados de una persona que nos echa de su subjetividad o somos exiliados de la economía capitalista por la pobreza, o de la comunista por las prohibiciones. Los homosexuales que han vivido en el armario eran exiliados de sí mismos, condición que gracias a la lucha continua y valiente empieza a permitir la integración. El exilio comienza en La Biblia con la expulsión de los judíos de Egipto, sigue con Virgilio, con Dante, con los exiliados de la Segunda Guerra mundial, de la Guerra Civil española, de las tiranías centroamericanas y del Cono Sur. Más allá del dolor individual que provoca, quizás también es una oportunidad de crecimiento tanto para quien se exilia como para quien se convierte en el nuevo territorio. Todo depende de la capacidad de superar el dolor y convertirlo en actividad.
En mi novela La nave de los locos hay muchos exiliados que no lo son por motivos políticos sino por la búsqueda permanente de la libertad. Han pasado muchos años de su publicación pero se ha convertido ya en un clásico, con la esperanza de que esté más viva que ellos.
—¿Qué puede decir ahora, 38 años después de la publicación de esa novela, respecto de la forma, de las diversas formas que utiliza para narrar los distintos viajes y componer al todo que es La nave de los locos?
—Confieso que nunca leí la novela otra vez en sus sucesivas ediciones. No es una excepción, no suelo leer mis libros después de publicados. Pero tengo un recuerdo muy vivo de algunos pasajes de la novela que partieron de experiencias autobiográficas: el viaje del exilio en barco, Pueblo de Dios en Mallorca, los puti clubs de Barcelona, las penalidades de las mujeres que viajaban a abortar a Londres. Algunos personajes me resultan entrañables, como Gordon, el viajero espacial que siempre tiene nostalgia de la Luna. Y quiero mucho a Equis, uno de los protagonistas, porque su forma de ser
hombre se aleja completamente del machismo.
—¿Cómo ve a los feminismos en la actualidad, sobre todo en América Latina, donde han crecido con una fuerza arrolladora en los últimos años? ¿Cómo ha sido su feminismo?
—Viviendo en Barcelona es muy difícil imaginarme como es el feminismo en cualquier país de América Latina: a Barcelona llegan peruanas a limpiar las casas, bolivianas a cuidar niños, ecuatorianos a servir de camareros, venezolanos a recoger chatarra. Hay alguno que viene como jugador de fútbol y se convierte en un nuevo rico. El feminismo está completamente justificado en cualquier país de América Latina y del mundo pero yo solo he sido testigo de su prodigioso crecimiento en España. Mi feminismo adelantado a su época —sutil, ideológico, realista, y muchas veces periodístico— está en la concepción general de mi obra como la obra de una mujer comprometida.
"Mi feminismo adelantado a su época está en la concepción general de mi obra como la obra de una mujer comprometida"
—¿Cómo se encuentra ahora su salud?
—Mi salud ha cronificado todos sus males, de modo que no estoy bien.
—¿Por qué escribe? ¿Su casa sigue siendo la escritura?
—Escribo contra la muerte, contra la fugacidad, contra las injusticias. Escribo porque amo las palabras y porque hacen música en mis oídos. También porque me permiten superar la realidad de la enfermedad o cualquier otra realidad desagradable. Sí, mi casa sigue siendo la escritura, aunque a veces la abandono para visitar otras casas, como las viejas películas del cine negro, las canciones de Mina o de Lara Fabián, o las conversaciones con amigos acogedores.