Cristina Peri Rossi: una mujer, dos patrias y todo lo que cabe en una vida de exilios

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Cristina Peri Rossi
Fotografía de archivo de la narradora y poeta uruguaya Cristina Peri Rossi, foto AFP, ganadora de Premio Cervantes
AFP

PERFIL

La escritora uruguaya, exiliada en España desde 1972, recibió el Premio Cervantes, un reconocimiento que 50 años después une sus dos países.

Era 7 de febrero de 2022 y en Uruguay hacía un buen día: el sol caía sobre todas las cosas y, a pesar del verano, había un calor seco, agradable. Era siete de febrero y en Barcelona hacía meses que no llovía. Cristina Peri Rossise sentó en el apartamento que alquila en la zona de Les Corts, un distrito al oeste de la ciudad y leyó esta pregunta: “¿Qué ve, ahora, desde la ventana más cercana?”. Entonces miró hacia afuera y escribió: “En este momento contemplo, desde el amplio ventanal de un piso 12, el cielo crepuscular del final de una tarde luminosa. Es invierno, pero hace meses que no llueve y la contaminación impide ver el mar. Alrededor tengo algunos libros y muchas maquetas de barcos”.

Cuatro meses antes, el 10 de noviembre de 2021, Cristina había llamado a un médico para que fuera a verla por un broncoespasmo. Cuando en febrero de 2022 conteste vía mail las preguntas de El País dirá: “Mi salud ha cronificado todos sus males, de modo que no estoy bien”.

Pero ese día, el 10 de noviembre de 2021, en medio de una pandemia que la terminó por recluir en su casa, antes de cumplir 80 años y después de la visita del médico, recibió la noticia.

Cristina Peri Rossi en 1967 en el diario El Día. Foto: Archivo El País
Cristina Peri Rossi en 1967 en el diario El Día. Foto: Archivo El País

Ella, que nació en una familia de emigrantes pobres, que creció en Montevideo, que a los tres años se enamoró de su madre y que hizo todo y más para protegerla de un padre alcohólico, que aprendió a leer sola, que se fue a la casa de sus tíos en el campo para curarse de la tuberculosis, que pasaba las tardes escarbando la tierra y explorando las plantas y los insectos, que comía poco y que prefería el caldo y el dulce de leche. Ella, que un día le preguntó a su abuela por qué no podía usar pantalones, que tenía cinco años cuando se enamoró de una mujer de 17, que una vez dijo de sí misma que fue una niña valiente y con principios. Ella, que con seis años juntó todas las monedas de su alcancía y las puso en una bolsa para dárselas a un hombre de ojos celestes que dormía en las calles de su barrio, que leyó todos los libros de la biblioteca de su tío, un galán con aires de caballero inglés y vocación de europeo. Ella, que en ese mundo repleto de hombres —Antonio Machado, Amado Nervo, Albert Camus, Miguel de Cervantes, Gorki, Juan Ramón Jímenez, Virgilio— descubrió a Virginia Woolf, Alfonsina Storni y Safo de Lesbos y entonces supo que ser mujer y escritora era una combinación que podía resultar dañina.

Ella, que estudió literatura comparada y dio clases en distintas instituciones, que ganó tres premios literarios —el de Narrativa Arca por Los museos abandonados, el de Novela Biblioteca de Marcha por El libro de mis primos y el Inventario Provisionales de Poesía por Exactamente como los argelinos en París— antes de cumplir 30 años, que escribió en la prensa de Uruguay con mirada crítica y feroz. Ella, que se subió a un barco hacia España para exiliarse de su país por una dictadura incipiente que la perseguía por sus ideas. Ella, que concibió allí una novela, La nave de los locos, sobre los exilios. Ella, que ha vivido en estado de exilio permanente y que, una vez en España, tuvo que irse a París por la dictadura franquista. Ella, que una vez escribió estos versos: “Cuando ella abre sus piernas/ Que todo el mundo se calle”. Ella, Cristina Peri Rossi, una mujer, una lesbiana, una sudamericana, una exiliada, ese día, el 10 de noviembre de 2021, escuchó, del otro lado del teléfono, que era la ganadora del Premio Cervantes.

***

Peri Rossi tenía 29 años cuando pensó en sus bisabuelos por primera vez. Los habría imaginado antes, los habría visto en fotos, habría tenido curiosidad, pero nunca los había pensado —así, con todo— hasta que tuvo que subirse a un barco para abandonar Uruguay. Entonces aquellos tres meses que una pareja de italianos pasó entre el frío, la suciedad y el amor viajando de Génova al Río de la Plata de pronto la inundaron de preguntas. ¿Qué sabía de Montevideo su bisabuelo antes de llegar? ¿Y qué sabía ella misma de esa Barcelona que ahora se le abría entera?

Sin embargo ella, que dejó Montevideo el 20 de octubre de 1972 porque, como dijo en el discurso de aceptación del Cervantes, hasta su nombre había sido prohibido (así lo leyó el viernes Cecilia Roth, en la ceremonia de entrega del premio), no entendería cabalmente la dimensión del exilio y la extranjeridad hasta un año después del desembarco catalán.

“Vos eras mi ciudad, mi país, mi lengua, mi pasado, mi familia, mis alumnos, las calles que conocía, el río grande como mar, mis libros, mi música, mis objetos preferidos como aquella pequeña brújula que siempre llevaba en el bolsillo”, escribió en La Insumisa, la novela autobiográfica de 2020. “Y de pronto, todo eso me abandonó. No me había abandonado el 20 de octubre de 1972, cuando el Cristóforo Colombo rompió amarras; me abandonó el 30 de septiembre del año siguiente, cuando nos separamos para siempre”.

¿Pero qué queda después del amor, cuando parece que ya no queda nada? Quedan, en el mejor de los casos, las palabras. Queda la escritura.

Durante su amistad, Julio Cortázar le dedicó estos versos: “Tienes a ratos / la cara del exilio / ese que busca voz en tus poemas”. Desde que Cristina Peri Rossi sintió el exilio en el cuerpo, ya no pudo dejar de escribirlo.

Cristina Peri Rossi y Julio Cortázar

“Alguna vez dije que todos somos exiliados en algún sentido”, dijo la autora a El País. “A veces somos exiliados de una persona que nos echa de su subjetividad, o somos exiliados de la economía capitalista por la pobreza, o de la comunista por las prohibiciones (...) En La nave de los locos hay muchos exiliados que no lo son por motivos políticos, sino por la búsqueda permanente de la libertad”.

La nave de los locos, considerada la novela hispanoamericana más importante después del Boom, transcurre en una embarcación y es, por momentos, como leer un mar revuelto. Ese universo marino —el de los barcos y el agua, el de los faros y los naufragios— es una obsesión de Peri Rossi, que una vez confesó: “Sólo vivo en ciudades marinas. Si el mar no está, yo me siento encerrada”.

Porque el exilio es la búsqueda permanente de libertad. ¿Acaso escribir no es también eso?

Su amigo Néstor Sanguinetti, profesor de Literatura y periodista, la describe así: “Vive en Barcelona, la despidieron de la radio Catalunya en 2017 por no hablar catalán; en Barcelona la consideran española, los de Madrid la hacen uruguaya, para Uruguay es española. Entonces dice: ‘Soy una especie de exiliada en todas partes’”.

Cristina Peri Rossi. Foto: EFE
Cristina Peri Rossi. Foto: EFE

Su relación con los espacios, con el ser, es clave para que María José Bruña, docente de la Universidad de Salamanca, haya podido escribir en la revista de la Academia Nacional de Letras: “El artista está en una posición fronteriza, siempre liminar, siempre excéntrica. Es el único lugar desde el que se puede articular el mundo y enunciarlo con lucidez. Peri Rossi es un ejemplo paradigmático de enunciación en los bordes”.

La lucidez ya estaba en todo lo que publicó antes de salir de Montevideo. Desde 1972, su obra se editó en Europa pero a Uruguay casi no llegó; su nombre, dice Sanguinetti, “estuvo siempre como sobrevolando”. Eso cambió recién hace 10 años, cuando la editorial HUM se embarcó en la recuperación arqueológica, explica su director Martín Fernández, de la obra de una de las autoras más importantes de la actualidad, “no solo de Uruguay sino del mundo”.

En España “ha tenido una importante presencia por el Premio Ciudad de Barcelona de 1991, por ser la primera autora en ganar el Loewe de poesía y por la publicación de su poesía reunida en Lumen en 2005”, resume la docente española de la Universidad de Salamanca, María Ángeles Pérez López, estudiosa de su obra. “Peri Rossi nos interpela y cuestiona en profundidad. La reflexión sobre el signo ‘mujer’ en la cultura, la impugnación de muchos de los roles tradicionales, la subversión con respecto a temas y formas, la propuesta de una obra muy bien trabada y coherente son marcas del ‘estilo Peri Rossi’”.

En Uruguay y con HUM, Fernández decidió acompasar las ediciones españolas para traer cada novedad de Peri Rossi a estanterías locales, y lleva lanzados Habitaciones privadas (2014), Julio Cortázar y Cris (2014), Los amores equivocados (2015), Todo lo que no te pude decir (2018), Arqueología amorosa (2019), La insumisa (2020) y La nave de los locos (2022). A la lista acaba de sumarse Desastres íntimos.

Que La nave de los locos se haya publicado en el país recién este año sintetiza la historia de la autora y esta, su patria original. Una historia, dice Sanguinetti, “de desencuentros” con los gobiernos de turno, que pasaron uno tras otro sin reconocer sus años de trabajo en Secundaria antes de su partida. Una historia rota que la declaración de Ciudadana Ilustre de Montevideo que le llegó en 2021 pretendió, de alguna manera, remendar.

El 9 de setiembre, en el acto que se realizó en la explanada municipal, a través de un video, Peri Rossi confesó: “Sueño casi todas las noches con Montevideo. Desde la antigua pesadilla de volver a una ciudad sitiada, a la otra menos angustiosa de llegar a una ciudad donde nadie me conoce”.

El 7 de febrero de 2022, después del final de una tarde luminosa, Cristina Peri Rossi leyó esta pregunta: “Si pudiese venir a Montevideo por un día, ¿qué lugares visitaría?, ¿qué comería?, ¿a quién abrazaría?, ¿qué olor iría a buscar?”. Y entonces escribió: “En primer lugar nunca aceptaría un viaje de un día a ninguna parte, pero dado que me sugieren imaginarlo creo que iría al café Sportman, frente a la Universidad, donde me refugiaba muchas veces cuando el ejército atacaba, me comería más de un alfajor de dulce de leche, un buen trozo de carne asada, si no la tuviera prohibida, y abrazaría a un árbol. Sin duda buscaría el olor del mar, o sea, del Río de la Plata”.

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Cristina Peri Rossi tiene la voz áspera y ahumada, el acento uruguayo y el decir vigoroso. Tiene la piel fina, el pelo fino, la frente amplia. La boca carnosa y viva. La nariz que se impone, arrogante y elevada. Las cejas semitupidas y debajo unos ojos que no son ni verdes ni son marrones: unos ojos que parecen contener el color del Río de la Plata.

Cristina Peri Rossi tiene pasiones: la fotografía, los barcos y los museos, los cuadros de naufragios de William Turner, la manera de pintar la distancia entre lo humano y lo infinito de Caspar David Friedrich, y la soledad urbana que pintó Edward Hopper; el cine, su lista de 33 películas favoritas, Juliette Binoche y Jeremy Irons, las canciones italianas y sobre todo las canciones de Mina.

Quienes la conocen dicen, de ella, esto: que siempre fue honesta, sincera y valiente, que tiene un buen gusto por la conversación y que siempre —siempre— es interesante escucharla, que habla sobre literatura y sobre Montevideo, sobre migración, sobre Jacques Lacan, sobre Sigmund Freud y sobre las mujeres. Sobre sus mujeres.

Cristina Peri Rossi en su juventud. Foto: Archivo
Cristina Peri Rossi en su juventud. Foto: Archivo

La poeta española Concha García, que la conoció en Barcelona en los años noventa, dice a El País que cuando la conversación se trataba de sus amores, amantes y desamores, podía llegar a ser obsesiva. Una de las últimas veces que la vio, en 2017, eso no había cambiado tanto.

“Era bastante reacia a presentar libros de los demás, siempre fue muy suya con su obra, pero tuve la suerte de que me presentara mi poemario DESDÉN”, cuenta García. “Cuando la conocí era una mujer muy segura de sí misma, atractiva por ello. Le gustaba ir a algún bar de ambiente gay vestida con una americana muy llamativa, de tigresa; llamaba la atención. Le gustaba que la aduláramos, entonces bebía y fumaba y era muy alegre e inventiva. Jugaba con ventaja porque en Barcelona todavía se notaban los años del franquismo y éramos mucho más reprimidas. Era un placer estar con ella porque era diferente”.

Todo eso —el cuerpo, las pasiones, las películas, la música, la honestidad, las mujeres, el amor, la diferencia— hace, en definitiva, a la obra de Cristina Peri Rossi. Una mujer, una lesbiana, una sudamericana, una exiliada que hizo de las palabras su mundo: su hogar.

El 7 de febrero de 2022, tras mirar por la ventana de un piso 12 de Barcelona, al final de una tarde luminosa, Cristina Peri Rossi leyó estas preguntas: "¿Por qué escribe? ¿Su casa sigue siendo la escritura?". Y entonces repasó: "Escribo contra la muerte, contra la fugacidad, contra las injusticias. Escribo porque amo las palabras y porque hacen música en mis oídos. También porque me permiten superar la realidad de la enfermedad o cualquier otra realidad desagradable. Sí: aunque a veces la abandono para visitar otras casas, como las viejas películas del cine negro, las canciones de Mina o de Lara Fabián, o las conversaciones con amigos acogedores, mi casa sigue siendo la escritura".

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