Diego Fischer: "Me obsesiona atrapar al lector desde la primera línea y no soltarlo"

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Diego Fischer

Entrevista

El best seller uruguayo tiene nuevo libro "Qué poco vale la vida" sobre Bernardo Berro y su tiempo; lo presenta el martes 23 a las 19.00 en el Club Uruguay

Este martes 23, a las 19.00, Diego Fischer presenta su vigésimo primer libro, Qué poco vale la vida, una novela histórica sobre Bernardo Berro, a quien define desde el subtítulo como “un sembrador en el vendaval”. La presentación es en el Club Uruguay, ahí en Sarandí frente a la Plaza Matriz, en la misma cuadra donde ocurrieron algunos de los hechos que se cuentan en la novela. Fischer es uno de los grandes best sellers nacionales y con una carrera que empieza a crecer en el exterior. Sobre todo eso charló con El País.

—La pregunta más obvia, ¿por qué Bernardo Berro?

—A mi siempre me llamó la atención que fuera un personaje olvidado e ignorado aun por su propio partido. El 19 de febrero 1868, el día de su muerte, es recordado por el asesinato de Venancio Flores, sobre quien, además, hay decenas de libros escritos. Sobre Berro hay unos pocos que escribió un pariente. Pero no llegué por un motivo político sino al darme cuenta que había un personaje interesante a investigar. No me equivoqué y fueron un gran hallazgo tanto el personaje como toda la documentación a la que accedí.

—Era un político atípico...

—Soñaba con ser campesino. Hay una hermosa carta al padre -de la que incluyo un fragmento en el prólogo y después la desarrollo- diciendo que no podría vivir en Montevideo porque tenía que estar en contacto con la naturaleza, respirando su aire, escuchando su música. Fue un campesino que llegó a la presidencia y que una vez que, sin quererlo, se involucró en la política no pudo zafar.

—¿Por qué es un olvidado?

—Egardo Ettlin -que este año publicó Que solos se quedan los muertos sobre Juan Idiarte Borda- dice una gran verdad: hay personajes que resultan incómodos y hay personajes a los que no se quiso estudiar. Con Bernardo Berro pasa eso.

—¿Y cómo fue como político?

—Entregó, por causas muy nobles, su vida a la política y tenía una vida espartana que trató de aplicar a su presidencia. En un momento en el que se ponía en discusión la vigencia de las divisas como tales, fue el último eslabón de la política de fusión. Su forma de pensar era muy de los orígenes del Partido Blanco y terminó enfrentado a los caudillos de su partido. Y como tampoco era un doctor era un outsider que cuando todos bailaban al son de la Ilustración francesa, detestaba todo eso y lo decía en cartas en las que hablaba de Napoleón “y su mono Simón Bolívar”. Sí admiraba a Washington pero sobre todo a los congresistas norteamericanos que trabajaban mucho y en silencio. El era así.

—¿Era un moderno?

—Tenía una visión que iba más allá del pago y veía las cosas sino de una manera universal por lo menos de conjunto. Era un obsesionado por los temas legales de transparencia administrativa -una característica de su partido desde Oribe- pero también por el tema de la justicia social. Y estamos hablando de un Estado prácticamente ausente. Hablaba de democracia cuando la democracia era un ideal de los intelectuales más brillantes en sus charlas de café o en artículos. Pero él trató de instrumentar esa democracia representativa en Uruguay y tenía ese afán de delegar el poder a las alcaldías para estar en contacto directo con la gente y contrarrestar el peso y la influencia del poder.

—Se lo ve muy entusiasmado con Berro. ¿Es de enamorarse de sus personajes?

—Sí, porque de otra manera no podría escribir sobre ellos. Berro me produce una admiración porque cuando lo comparás con los últimos 40 años de la política de Uruguay te das cuenta de qué distinto que era todo.

—¿Cómo siente que lo ve a usted el medio literario local?

—Como un outsider. Sé que hay gente que no me considera escritor; allá ellos. Estoy convencido de lo que hago y que lo hago de buena fe y con mucho trabajo. Qué poco vale la vida es el libro que más trabajo me costó, por ejemplo.

—¿Esa condición de outsider es por motivos políticos?

—Los escritores que somos de los partidos tradicionales, somos por naturaleza outsiders y se nos lo hace notar. No integro camarillas, ni roscas, ni ando por despachos. Y eso me hace sentir muy libre. No sé si los que se manejaban en esas camarillas, tienen esa independencia.

—¿Cómo es su acercamiento a una novela?

—Tengo dos obsesiones: atrapar al lector desde la primera línea y no soltarlo hasta el final, y la precisión en las fechas, las actitudes y los hechos. Puedo novelar un diálogo o puedo recrear una escena pero sucedieron en esa fecha y con esos personajes.

—Está completando la trilogía de las poetas, con María Eugenia Vaz Ferreira. ¿Le cuesta empezar un nuevo libro?

—No tengo el síndrome de la página en blanco pero lo que cada vez me pasa más es tener miedo a empezar un libro y por eso dilato el momento de comenzarlo.

—Sus novelas se están empezando a distribuir en el continente y el año que viene se edita en España, Cuando todo pase. ¿Siente que está yendo cada vez más alto?

—Sí, y es lo que quiero. Hay cosas en mi obra que son muy locales pero hay personajes que son exportables. Y me dicen que se están leyendo muy bien en Argentina y en México.

—¿Cómo dialoga la figura de Bernardo Berro con la actualidad política?

—Tiene muchos puntos de encuentro. Berro es lo que uno desearía que fueran los políticos y los partidos. Por su ética, su compromiso, su austeridad, su reclamo de transparencia en los manejos del Estado. Otro factor muy interesante es su sentido de familia. Es un hombre que tiene plena vigencia y al que vale la pena conocer. Más de uno va a cambiar su opinión o por lo menos se va a interesar por seguir profundizando en su figura. Y ese es mi propósito.

—Y esa ética que usted encarna en Berro, ¿está representada en algún político actual?

—Me vas a tachar de oficialista pero creo que el actual presidente es lo más cercano hoy a Bernardo Berro.

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