ENTREVISTA
En "Sufrir en silencio", la novela que sale esta semana y se presenta el miércoles, el best seller uruguayo cuenta la vida de María Eugenia Vaz Ferreira y completa su trilogía sobre poetisas uruguayas
Esta semana llega a librerías Sufrir en silencio (Sudamericana), la nueva novela de Diego Fischer, uno de los grandes best sellers nacionales. Después de un libro sobre Juana de Ibarbourou (Al encuentro de las tres Marías) y otro sobre Delmira Agustini (Serás mía o de nadie), Fischer completa ahora una trilogía sobre poetisas uruguayas dedicándose a María Eugenia Vaz Ferreira. Protagonista de la generación del 900, tuvo un vida triste marcada por la desgracia que Fischer recrea después de realizar una exhaustiva investigación junto al periodista Rodrigo Guerra. Sufrir en silencio se presenta este miércoles 12 a las 19.00 en el Museo Zorrilla con la participación de Agustín Courtoisie y Victoria Rodríguez.
—Escribió sobre Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini y ahora María Eugenia Vaz Ferreira. ¿Lo pensó como una trilogía sobre poetisas?
—No, se fue generando solo. El puntapié inicial fue Al encuentro de las tres Marías sobre Juana, un suceso editorial que nadie imaginó. Y la gente me decía que la próxima tenía que ser Delmira pero yo no quería. Y pasaron otros cuatro libros hasta que me llegó un material que me despertó el interés de investigarla. Y para mí ahí quedaba. Pero este es es mi último libro con Penguin Random House y su director editorial, Julián Ubiría, me insistía en que tenía que escribir sobre María Eugenia a quien yo apenas había leído y sabía poco de su vida. Pero al terminar el vínculo con la editorial acordamos que estaría bueno que este fuera ese último libro y cerrar una trilogía.
—Vaz Ferreira parecería la menos difundida de las tres...
—Salvo Delmira todas fueron olvidadas pero, en el caso de María Eugenia, eso pasa porque ella quiso tener, para usar términos de ahora, la más mínima visibilidad. Y en el libro -no te lo voy a contar- queda muy claro porque no publicó en vida. Eso hizo que fuera una mujer extravagante con una carga psiquiátrica compleja por su madre y por ella misma. Y ahí aparece algo que está muy presente en su poesía, pero también en algunos testimonios de su tiempo: su alcoholismo. Se trata de mostrar a la mujer más allá del mito sin destrozar al mito.
—Parecería una contradicción: revelar secretos pero cuidar al mito.
—Pero en los hechos no lo es. Un gran poeta -y estas tres mujeres lo fueron- escribe exponiendo su alma, su corazón, su dolor, su felicidad. Entonces, la cuestión es cómo se puede analizar la obra de escritoras de tal magnitud sin conocer su vida privada. Lo que mis libros aportan es justamente saber de su vida íntima, para entender más cabalmente su obra.
—¿Qué aprendió de cada una de ellas?
—Las tres me despertaron admiración porque fueron vidas muy sufridas de mujeres corajudas que transgredieron las normas de su tiempo. Y María Eugenia me dejó una gran enseñanza. Fue un ser marginal -que hoy sería una persona en situación de calle no porque lo estuviera sino que en sus últimos años andaba así por la vida- y con una solidaridad que la llevaba a compartir, por ejemplo, lo mejor que tenía, su poesía, con los mendigos. Ella casi siempre prefería conversar con ellos, escuchar su dolor y compartir el suyo propio con esas personas aunque era una mujer convocada a los salones de la alta burguesía montevideana.
—¿Por qué esa predilección por esas vidas femeninas?
—Busco reivindicar a la mujer en su rol femenino, intelectual y en todo aquello que dio a la sociedad. María Eugenia era una mujer que evidentemente tenía una forma de amar distinta. Vivió la represión de su tiempo y dejó un legado maravilloso en versos.
—Cuénteme algo que lo asombró de su investigación.
—Mucho. Una cosa que me sorprendió en la lectura y en el análisis de documentos y de su vida fue la cantidad de puntos de encuentro y coincidencias que hubo entre su vida y la de José Enrique Rodó. Hay más de un capítulo dedicado a mostrar con palabras de ellos, circunstancias que les tocó vivir como fueron marginados en su tiempo y eso que Rodó fue el faro de esa generación. Hasta compartían un aspecto de abandono, una soledad aparentemente impenetrable y un gran intelecto.
—La del 900 es una generación extraordinaria. ¿Es la gran promoción cultural uruguaya?
—Sí, después vinieron la del 20, luego la del 45 pero era diferente. Me pregunto con una mirada muy positiva, qué pasó en ese Uruguay de pequeñísima población para que en esos años surgieran esas grandes figuras. Y todos esos hombres, esa veintena de figuras estaban en la vuelta, se cruzaban.
—Su obra de las más exitosas de la literatura uruguaya reciente pero no ha tenido, sin embargo, reconocimiento crítico o académico. ¿Le molesta eso?
—Quiero ser muy cuidadoso para que no se tome como un acto de vanidad, que no lo es, pero tuve siete veces el reconocimiento de la gente ganando el Libro de Oro, que se le da al más vendido. Y ahora estoy publicando en el exteriorcon lindas críticas. Así que lo otro no me importa. Yo no ando en camarillas y no hago lobby. Solo escribo, trabajo y publico.
—¿Y cómo evalúa usted su trayectoria literaria?
—Me pasa que me siguen gustando mis libros. A veces sucede que alguien mira para atrás su obra y piensa que algo no lo hubiera escrito; eso a mí nunca me ha pasado. Y me emociona muchísimo encontrarme con gente que me habla de mi libro sobre China Zorrilla o de ¡Que tupé!. Quiere decir que esos libros que tuvieron una gran éxito editorial, evidentemente también algo dejaron.