Jennette McCurdy sostiene, en la portada del libro, una urna funeraria rosa —que combina con su atuendo— y el título reza: Me alegro de que mi madre haya muerto. Tiene una sonrisa torcida. La exestrella de Nickelodeon, conocida por interpretar a Sam Puckett en los shows iCarly y Sam & Cat, se mete con uno de los pocos tabúes que quedan en Hollywood.
La tapa despertó interés inmediato y en las primeras 24 horas a la venta, en agosto de 2022, ya se había agotado en los principales puntos de venta en Estados Unidos. Pasó más de 40 semanas en la lista de best sellers del New York Times (y llegó a ser el más vendido).
“El confeti derramándose de una urna me pareció una buena manera de capturar el humor de la tragedia, pero sabía que no quería ir tan lejos como para tirar el confeti, o saltar en el aire con una gran sonrisa en mi cara o hacer cualquier otro tipo de lenguaje corporal que pudiera leerse como frívolo. Finalmente, elegí una expresión facial que creo que se lee como sincera, un poco de dolor y un poco de esperanza”, dijo en una entrevista con Entertainment Weekly.
El libro llegó a Uruguay en mayo de este año (edita Urano) y fue recibido de la misma manera. Todos querían (queríamos) saber por qué le alegraba la muerte de su madre.
Brillante estrategia de marketing, pero detrás del título escandaloso y los colores pop se esconde uno de los relatos autobiográficos más poderosos sobre el complicado vínculo entre una madre y una hija. Y es tan duro como hermoso.
Sufrir y reír luego, vida de Jennette McCurdy
El relato de McCurdy empieza en la sala de Cuidados Intensivos del hospital donde su madre iba a ser internada por última vez. Jennette y sus hermanos se turnan para cuidarla, como lo hicieron tantas veces. Sobre el final deciden contarle cosas que pudieran alegrarla: uno de ellos le dice que va a casar, el otro regresa a California. Jennette le cuenta que, al fin, logró adelgazar hasta llegar a los 40 kilos.
“Estoy en la UCI con mi madre moribunda y lo que estoy segura que conseguirá que se despierte es el hecho de que en los días transcurridos desde que fue hospitalizada, mi miedo y mi tristeza se han convertido en el cóctel perfecto para provocarme anorexia y, finalmente, he alcanzado el peso que mamá tenía como objetivo para mí. Cuarenta kilos. Estoy tan segura de que esto funcionará que me reclino completamente en la silla y cruzo las piernas de forma pomposa. Espero a que vuelva en sí. Y espero. Y espero. Pero no lo hace”.
Ese es el primer golpe, pero van a venir muchos más, aunque siempre acompañados de humor.
En Me alegro de que mi madre haya muerto la estrella de los 2000 narra su complicado ascenso al panteón de ídolos infantiles. Tenía tan solo seis años cuando se presentó a su primera audición para complacer a su madre, que soñaba con tener una hija famosa.
Debra McCurdy tuvo cáncer poco después del nacimiento de su hija y, para que nadie en la familia lo olvidara, todos los fines de semana mostraba un video casero que repasaba esa etapa. Además, bañaba y vestía a Jennette, inspeccionando sus pechos para asegurarse de que no tuviera ningún bulto como el que la había enfermado a ella años atrás.
“A mamá le encanta explicar la historia de su cáncer (la quimioterapia, la radioterapia, el trasplante de médula ósea, la mastectomía, el implante mamario, que estaba en fase cuatro, que solo tenía 35 años) a cualquier feligrés, vecino o cliente del supermercado que le preste atención”, recuerda.
Cuando la actriz pensaba en desafiar a su madre, esta usaba al cáncer para manipularla.
Pero, a pesar de todo, Jennette la adoraba. Su biografía ilustra los matices de las relaciones humanas, en las que amar y lastimar al mismo tiempo es posible. “Mamá me mira y yo la miro a ella y así es siempre. Siempre estamos conectadas. Entrelazadas. Unidas”.
Tenía miedo de crecer, de dejar de ser una niña, de que no le dieran más papeles en Nickelodeon. Entonces, su madre le explicó que tenía que restringir las calorías que ingería, así su cuerpo dejaría de crecer y sus pechos nunca se desarrollarían. Para Jennette —o Nette, como la llama su familia— este secreto “cimienta y valida” su “maravillosa amistad”. También es el comienzo de sus trastornos alimenticios marcados por años de anorexia, bulimia y atracones, que, entre otros efectos, resultaron en la caída de sus dientes a causa del ácido del vómito.
A pesar de la violencia psicológica, la madre no es la villana de este libro: es la industria del entretenimiento. Nickelodeon, Hollywood y en especial Dan Schneider (a quien ella llama “El Creador” para evitar problemas legales) salen mal parados. Los acusa de sexualizar a las estrellas infantiles, de encubrir y respaldar abusadores, explotarlos laboralmente (la cadena no paga los llamados “residuales” por cada vez que se vuelven a emitir los programas), de manipular a niños y a sus familias.
McCurdy odiaba salir en televisión, prefería escribir. Pero Debra le decía que esa era una profesión “de gordos” y se negó a leer su primer guion. Y ella grabó otra temporada de iCarly. Y otra. Y otra. Y otra. Y después Sam & Cat, con Ariana Grande. Quería complacer a su madre y a “El Creador”, que la había “premiado” con ese show. Por eso, la actriz, de ahora 30 años, celebra la muerte de su madre. Porque por fin pudo ser libre.