ENTREVISTA
Antes de que El País lance la "Colección Hernán Casciari", que incluirá sus 12 libros y se editará desde el viernes 7 por 350 pesos, el escritor argentino analizó su obra
Buenas noticias para los seguidores de Hernán Casciari: el próximo viernes, El País comenzará a editar una colección de sus libros. Serán 12 títulos que se publicarán cada viernes y costarán solo 350 pesos. El primero será 60 covers de cuentos clásicos, su más reciente trabajo, que funciona como un manifiesto de su obra literaria.
Lo de Casciari, que suele publicar a través de su editorial —llamada Orsai—, se basa en un solo objetivo: acercar la literatura a la mayor cantidad de gente posible. Es por eso que sus columnas en radio y televisión, los relatos que publica en YouTube y las funciones que ofrece en teatros mueven a tanto público. Lo suyo, como le comenta a El País, se inspira en la cercanía.
Y hay mucho de eso en 60 covers de cuentos clásicos. Casciari modifica el final o sintetiza la trama de historias como “El almohadón de plumas” (Horacio Quiroga) y “En el bosque” (Ryunosuke Akutagawa) para que puedan leerse en menos de cinco minutos. Cada versión viene acompañada de un código QR que lleva a un audio del relato de cada historia. Es una idea que atrapa.
Y la colección que editará El País (ver recuadro), que incluye los ya clásicos El pibe que arruinaba las fotos y El mejor infarto de mi vida, también presentará Seis meses haciéndome el loco, la novela que escribió de incógnito para El País español, entre 2006 y 2007. Allí se encuentra otra de las bases de la obra de Casciari: el juego constante. El argentino debió hacerse pasar por un enfermo psiquiátrico y publicar tres notas a la semana durante seis meses sin que nadie descubriera su identidad. Si lo lograba, le pagarían el doble por su trabajo. Le fue tan bien que recién ahora se descubrió su verdadera identidad.
Sobre el combustible que alimenta su obra, el argentino dialogó con El País.
—El desafío de despojarte de tu estilo en Seis meses haciéndome el loco resume los riesgos que te gusta tomar en cada proyecto. ¿Qué tanto te motiva esa búsqueda, que también tiene mucho de lúdico?
—El hilo conductor de todo es hacer algo lúdico. Al principio me daba un poco de pánico porque era mi laburo, pero ahora entiendo que cada cosa me tiene que divertir. Es como un efecto dominó: antes pensaba que un proyecto tenía que ser rentable, pero ahora es más importante que sea divertido.
—¿De dónde surge esa mirada, presente en varios de tus cuentos?
—Supongo que es de familia. En mi casa siempre se jugó a las cartas sin que fuera importante el dinero, pero sí estaba la idea del que gana y el que pierde. Me acuerdo que se cerraban las ventanas de afuera, se armaba una ruleta en una mesa y se jugaba. Yo no sabía que era clandestino ni nada, porque creí que pasaba en todas las familias, pero seguro mamé mucho de ahí. También, con el diario del lunes, sé que esa mirada viene de una lectura muy fanática de Cortázar entre los 14 y los 19. Su novela más famosa (Rayuela) es como un “Elige tu propia aventura”, pero permanentemente propone lo lúdico en sus ensayos y en su ficción. Seguramente eso me quedó impregnado en lo que iba a ser mi obra.
Los 12 títulos de la colección de El País
Los libros serán: 60 covers de cuentos clásicos, El mejor infarto de mi vida, Más respeto que soy tu madre, Renuncio, Todos los desechos reservados, Charlas con mi hemisferio derecho, Seis meses haciéndome el loco, España, decí Alpiste, Los consejos de mi abuelo facho, El nuevo paraíso de los tontos, Messi es un perro y otros cuentos y El pibe que arruinaba las fotos.
Pedilo en Coleccionables.elpais.com.uy llamando al 29004141, o reservalo con tu canillita.
—También es importante la cercanía que generás con el lector a través de tu estilo literario. Es como si le estuvieras hablando directamente.
—Sí, supongo que es parte de un espejismo no buscado cuando intentás que la literatura sea coloquial. Cuando tenés la opción de elegir tres sustantivos para no repetirte y elegís el más común al nivel del habla, eso genera una especie de cercanía personal con el otro. Y eso transmite la sensación de que, en vez de estar leyendo o estás escuchando cómo si te contara cuento historia en un asado. Se genera una cercanía real con el lector y queda la idea de que somos amigos. Eso me ayuda mucho a que te concentres en el siguiente cuento y que lo leas con la sensación casi inconsciente de que me estabas escuchando. Yo no lo sabía antes, pero me di cuenta porque la gente me lo dice.
—El relato es otra de las bases de tu obra. Además de los espectáculos en teatro y streaming, tenés columnas en radio y televisión y publicás audiolibros en Spotify. ¿Sentís que acercás la literatura a la gente que no tiene el hábito de leer?
—Hay como dos grandes bolsas. La primera es la personal, que tiene que ver conmigo y mi obra, y es que, sin duda, en los últimos seis años el incremento de lecturas en radio, televisión, YouTube y Spotify acrecentó el target del lector. Pude llegar a gente que no tenía el ejercicio de la lectura pero que sí se emociona con los cuentos, incluso mucho más de los que suelen leer. Ese lado personal se convierte en algo muy rentable desde el lado más social. Hay mucha gente que me cuenta a la salida de las funciones en teatro que los ayudé a dar el saltito a la lectura. Es alucinante e incluso hay muchísimos profesores y profesoras de lengua y literatura que mandan a sus alumnos a mirar mis contenidos en YouTube. Se está empezando a abrir un mundo de profesores que entienden que la enseñanza se tiene que hacer de otra manera, y se apoyan en mis lecturas o en las de otros autores. Siento que está apareciendo una gran divulgación de la lectura oral, que creo que va a venir con mucha más fuerza y va a ser más frecuente.
—Y hay mucho de eso en 60 covers de cuentos clásicos: cada capítulo cierra con un código QR que lleva a tu relato de esa historia. ¿Cómo surge la idea?
—Es que hay algo que tiene que ver con los tiempos y la época. Durante estos años en radio y tele, descubrí que la gente tiene mucho menos tiempo para ocupar sus cinco sentidos en la lectura. Eso no significa que no te tengan ganas de escuchar historias, es que es muy complicado que en estos tiempos de tanta vorágine se pueda lograr que la vista y el tacto estén concentrados en algo durante tanto tiempo;la lectura es muy complicada. En cambio, podés viajar en un auto, lavar los platos o cuidar a tu hijo mientras escuchás las historias, convirtiendo a la lectura en una segunda actividad. Con el libro eso no pasa, pero el audiolibro le da la posibilidad a mucha gente de acercarse a la lectura. El extra del código QR es muy nutritivo y hasta te podés hacer una playlist con el libro entero.
—Ya que El País va a publicar una colección con tus 12 libros, ¿qué sentís cuando hacés una mirada retrospectiva del camino recorrido? ¿Qué mantenés de aquel chico que escribía crónicas de basquetbol en Mercedes, su ciudad natal?
—Nunca me alejé de lo prehistórico, que es esa sensación de estar contando una historia alrededor del fuego para un grupo de gente que me está escuchando. Pasó cuando trabajaba en un diario de mi ciudad, cuando lancé mi blog o en las funciones en el teatro: nunca me alejé de ese espacio. Manoteé todos los formatos que el futuro me proporcionó, pero sé que nunca hice nada más que tratar de contar un cuento.
Dos proyectos que tienen a Uruguay como protagonista
Hernán Casciari se siente cada vez más uruguayo. Luego de una niñez atravesada por una obsesión con Montevideo, esa que aparece en el cuento “A veces creo que soy uruguayo” —que incluye una descripción de un joven Casciari encerrado en el baño de su casa mirando un mapa de Uruguay— y de sufrir un infarto durante su estadía en una casa alquilada por Airbnb, el escritor está al frente de un proyecto que tiene a esta orilla del Río de la Plata como protagonista.
Se trata de la adaptación cinematográfca de La uruguaya, el best-seller de Pedro Mairal, que se financió con 600 mil dólares recaudados a través de bonos de 100 dólares. La película, que inauguró el proyecto Orsai Audiovisuales y cuya mayor parte se desarrollará en Uruguay, contará con la co-dirección de fotografía de César Charlone y la actuación de Fiorella Bottaioli en el papel de Magalí Guerra.
“Es muy increíble lo que está pasando”, asegura Casciari, que incluso recibió el gesto del futbolista Sebastián “Papelito” Fernández, quien puso su cuenta bancaria a disposición para los uruguayos interesados en comprar bonos. “No tenía la menor idea de lo tremendamente divertido que iba a ser esto; lo que inventamos se consolida como una corriente de trabajo”, dice sobre la película que planea estrenar este año.
A su vez, Casciari forma parte de otro proyecto en Uruguay. Se trata de la adaptación del libro El mejor infarto de mi vida. Lo que fue planeado como una película se transformó en una serie para Disney + que estará dirigida por la argentina Mariana Wainstein.