A Daniel López Rosetti no le gusta la caligrafía de los médicos porque entiende que el paciente tiene que comprender lo que se le dice. Por eso, el argentino de 65 años, cardiólogo, especialista en clínica médica, referente en medicina del estrés y de psiconeuroinmunoendocrinología clínica intenta que sus intervenciones en radio o televisión (en el informativo del canal Telefé y Radio Mitre) sean entretenidas y sobre todo claras.
“Le digo a mis estudiantes en la universidad, si el paciente se olvidó lo que le dijiste ya en la esquina del hospital, trabajaste mal. Todas las personas entienden, lo que pasa es que hay que explicarlo bien. Si el otro no te entiende el responsable sos vos”, dice y se define como un historiador frustrado.
Regresó a Uruguay con otra de sus facetas conocidas, la de escritor. La Gioconda y Leonardo (Editorial Planeta, 980 pesos) es el último libro que publicó el autor de Estrés: sufrimiento y felicidad.
En la novela mezcla narrativa con análisis clínico y aborda temas que le interesan como la creatividad, la filosofía del funcionamiento de la mente y lo que significa ser genio a través de la figura de Da Vinci, uno de los artistas más representativos del Renacimiento.
“No creo que vuelva a hacer otro libro así, porque acá se mezcla narrativa con análisis clínico”, comenta.
La Gioconda y Leonardo es la historia del pintor narrada a través de la famosa pintura que oficia de narradora. Para escribir este libro viajó mucho y hasta se reunió con el curador de la pintura, Vincent Delieuvin en el museo del Louvre. “La reunión iba a ser cinco minutos y duró una hora. Me sentí en El código Da Vinci. Fue una experiencia muy fuerte”, comenta.
Entrar en la psiquis de una figura del pasado no es novedad para López Rosetti quien ha escrito sobre la vida y el pensamiento de Tutankamón, Freud, Napoleón o San Martín.
“Creo que se conoce a una persona de la historia cuando viajás en tiempo y espacio”, dice. “Si existiera la máquina del tiempo me gustaría ir al taller de Verrocchio, donde estudió Leonardo, cuando estuvo pintando La última cena, o cuando estaba haciendo planos de máquinas o estudios de anatomía, y ver si me encuentro con la persona que creo que me encontraría. Creo que sí”.
—¿Cómo se llega a la psiquis de una persona que vivió hace varios siglos y sobre la cual se sabe poco?
—Es un esfuerzo que hacen los historiadores, trabajar sobre los documentos que existen tanto de la persona como del ambiente, y de algún modo viajar en tiempo y espacio para hacerse una composición del lugar. No analizar la realidad del Renacimiento de la ciudad Florencia desde la óptica actual. Tuve la suerte de estar tres veces en Florencia, y me sentaba en una heladería viendo a los turistas y me imaginaba a este hombre, Leonardo, caminando por las calles.
—También ha escrito sobre personajes ficticios.
—Sí, escribí sobre Don Quijote de la Mancha. En realidad Don Quijote tenía una psicosis, estaba loco. Era un loco lindo. Empezó con un trastorno de ansiedad y una conducta compulsiva, un toc, y de leer tantas novelas de caballería en un momento se la creyó y se convirtió en Don Quijote, y así nace un personaje maravilloso.
—Tiene una carrera clínica conocida y se especializa en el estrés. Estrés más Argentina parece ser una combinación insuperable.
—¿Te parece? (se ríe) El manejo del estrés es algo que tenemos que aprender de los uruguayos. Además de gente linda, tienen una cultura cívica impresionante, y mi país está pasando por un mal momento, como cada tanto. En el servicio de medicina del estrés tenemos talleres para el manejo del estrés, uno es su abordaje filosófico. Los estoicos decían que la filosofía no era solo conocer la doctrina, sino aplicar la filosofía de vida. La dicotomía del control es algo que desarrolló Zenón de Citio hace 2500 años, y es diferenciar lo que se controla de lo que no se controla. Entre las cosas que dice Zenón que no se controla es a los gobernantes. Lo que sí controlamos es el voto cívico, pero parece que en Argentina venimos votando mal.
—Ya ha hecho un análisis psíquico de personajes históricos, ¿lo ha hecho con candidatos a presidente en Argentina?
—No puedo evitarlo. Como cualquier médico con ciertos años, -tengo 65 y me recibí a los 21- vi muchos pacientes. Por aprendizaje tengo ojo clínico, y cuando veo a alguien me doy cuenta de cómo luce. Los médicos tenemos algo de psicólogo y por supuesto a los políticos no puedo evitar verlos desde esa mirada. Me pasa y no puedo evitarlo pero, obviamente, por secreto médico me lo guardo para mí.
—¿Cómo se relaciona esta carrera académica con intervenciones en los medios?
—Me divierte, me gusta. Lo hago con gusto y para mí los medios de comunicación son como consultorios grandes. Hago una columna en el noticiero de Telefé o cuando me invitan en la radio, y siempre la preparo como si fuera una clase universitaria. Tengo actividad docente y una cátedra en la Facultad de Medicina de la UBA, y cuando estoy en televisión me planteo que lo que diga sea lo más interesante posible y que ayude. Entonces, cuando me toca hablar de una patología, una enfermedad, o sobre prevención me gusta que del otro lado quede algo. Trato de compartir cosas médicas que sean de utilidad.