Por Rodrigo Guerra
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Paul Auster no necesita apelar al morbo ni a la crudeza para que la lectura de su nuevo ensayo, Un país bañado en sangre, impacte. Apenas le alcanza con enumerar, como si se tratara de un informe forense, a ocho tiroteos masivos para que, como escribe, “te fallen las rodillas ante la auténtica extensión de tanta carnicería sin sentido”.
La lista ocupa tan solo una de las 192 páginas del libro e incluye algunos de los tiroteos más trágicos de la historia estadounidense. Desde la matanza de 2016 en el boliche gay Pulse de Orlando, donde un hombre de 29 años asesinó a 49 personas e hirió a más de 50, hasta la masacre de 2017 en el festival Route 91 Harvest Country de Las Vegas, donde un tirador de 64 años mató a 60 personas e hirió a otras 867, la acumulación de esas cifras dejan sin aliento a cualquiera.
En otro pasaje de su ensayo, el autor de clásicos como La trilogía de Nueva York, El palacio de la Luna y La música del azar cita un estudio del hospital pediátrico Philadelphia Research Institute: actualmente, hay 393 millones de armas de fuego en poder de residentes de Estados Unidos, o sea, más de una por habitante. Por si fuese poco, 111 personas mueren cada día a causa de un arma.
“Los estadounidenses ya están tan habituados a la matanza de todos los días que no se molestan en prestar atención, incluso cuando las cifras siguen incrementándose año a año”, apunta Auster. “Pero entonces en algún sitio se produce una matanza que destaca de las demás (...) y la sociedad se para momentáneamente en seco”.
Y sobre la falta de problematización colectiva es que construye a Un país bañado en sangre, un lúcido ensayo sobre el rol de las armas en la historia estadounidense. Para ello, aborda la extraña ambigüedad de la Segunda Enmienda, de 1791, cuya frase “no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas” despierta, desde hace décadas, agresivos debates en los que los defensores de su tenencia aseguran que es su “derecho fundamental”.
Además, analiza cómo la naturalización de la violencia se alimenta desde la niñez y denuncia la irracionalidad política frente al tema. Allí cita una medida de 1996 en la que el Congreso prohibió la subvención de investigaciones que demostraran que la posesión de armas de fuego contribuye a incrementar la tasa de homicidios.
Un país bañado en sangre (Seix Barral, 790 pesos) es una elocuente mirada a un país lleno de contradicciones y a un círculo vicioso que parece no tener solución.
Lo más interesante para los seguidores de las novelas de Auster llega cuando el autor se enfrenta a su relación con las armas. Como ya lo hizo en el espléndido libro autobiográfico La invención de la soledad (1982), explica cómo la violencia con armas es capaz de destrozar a varias generaciones. Es que su abuela disparó y mató a su abuelo; su padre tenía seis años y le dejó devastadoras secuelas psicológicas de las que jamás pudo recuperarse.
El libro se completa con inquietantes fotografías de Spencer Ostrander a varios de los lugares donde recientemente hubo tiroteos masivos. Las imágenes en blanco y negro de escuelas, iglesias y supermercados abandonados son el símbolo justo de un problema tan atroz como silenciado.