ENTREVISTA
El escritor argentino está radicado en Uruguay y conversó con El País sobre la película de su novela "La uruguaya", la escritura y más
A pocos días de conseguir la inmunidad después de la segunda dosis, Pedro Mairal prefiere cuidarse. Es por eso que, a pesar de estar a unas cuadras de distancia, prefiere que la charla con El País sea por Zoom. “Ya nos tomaremos un café”, dice desde algún lugar de Pocitos donde este escritor argentino que alguna vez escribió La uruguaya, está radicado desde noviembre.
La excusa para charlar es la nueva edición de El gran surubí, —el libro que presentó en 2012 como folletín en la revista Orsai, que ya fue publicado con ilustraciones de Jorge González— ahora con dibujos de Pedro Strukejl a través del sello emecé. La novela/poema escrita con la rigurosidad, literalmente, del soneto, tiene así una nueva vida.
Pero cuando uno empieza a charlar se olvidan de las excusas y acá Mairal habla de su experiencia de expatriado en Montevideo, de la película de La uruguaya, de estos tiempo de pandemia y otros asuntos no tan urgentes.
Un libro que se reeditó con nuevos dibujos
A través de Emecé se acaba de publicar una nueva edición de El gran surubí, la novela/poema escrita como un largo soneto que había sido publicada por Orsai en 2012. Ahora con dibujos de Pedro Strukejl, el libro sigue siendo atrapante.
-Volví a leer El gran surubí y es increíble lo bien que funciona el formato de soneto. ¿Por qué?
-Hay algo en lo que te vas metiendo en la musicalidad del soneto hasta que se vuelve algo que te olvidás que está hecho así. Soneto viene de la palabra “sonidito” en italiano y una vez que te metés en esa musiquita ya después va primando la narración. La lectura te va llevando y hay una acostumbramiento a la forma y querés saber qué pasa.
-La edición que habías sacado con Orsai tenía unos dibujos muy coloridos de Jorge González y esta tiene unos trazos de Pedro Strukelj. ¿Crees que esa diferencia media en la lectura?
-Probablemente. Yo quería unos dibujos mucho más despojados y que dialogara con la poesía en una suerte de transparencia que fuera un dibujo que lo completa el lector. Debe generar un mirada distinta pero no se puede prever eso.
-¿Cómo te ha tratado la pandemia?
-El encierro sobre todo en Buenos Aires fue durísimo. Siendo escritor tengo cierta facilidad para aguantar estar quieto, pero el miedo y estar atravesado de historias terribles fue muy duro. ¡En un momento lavábamos las compras contra ese monstruo invisible! Fue difícil. No pude escribir ficción, porque lo que estaba pasando se estaba escribiendo solo y a toda velocidad, una especie de novela distópica en tiempo real. Lo único que pude hacer fue tomar notas sobre lo que pasaba y escribir sobre eso, pero no pude escribir ficción.
-En medio de ese proceso te viniste para Uruguay...
-Hubo una invitación por laburo en noviembre y habíamos estado encerrados durante bastante tiempo, así que pedí para venir con la familia. Cruzamos por Fray Bentos y a los pocos días bajaron las persianas en las fronteras y nos fuimos quedando. Al final dijimos: “va haber que buscar un colegio para esta niña”. Siempre habíamos querido salir de Buenos Aires que tiene una dimensión que te puede aplastar. Montevideo pareció de pronto como una ciudad de una escala más humana. Estamos muy a gusto acá y hay algo con esa escala que es muy amable. Nos sentimos superbienvenidos y bien tratados.
-¿Y cómo viene la experiencia?
-Acomodándonos. Todo es nuevo y Montevideo está abriéndose de a poquito. Todo es medio insospechado acá, está llena de secretos y hay que conocerla de a poco. Hacemos largas caminatas que incluyen siempre pasar por la rambla y quedamos agotados. Hay una fascinación y me doy cuenta que la Montevideo que mostré en La uruguaya era una fachadita, un decorado muy lindo, pero ahora agarró volumen. Ahí estamos y conociendo los modos y hasta las cuestiones lingüísticas. ¡Cuadernola! ¡Cascola! Cosas así.
-¿Y que encontrás en común con Buenos Aires?
-Hay un aire en común, es difícil saber qué es pero si te vas a vas al norte argentino, te das cuenta de que es otra región.
-Por lo visto va para largo quedarte acá.
-Es difícil hacer planes pero estamos instalados como para quedarnos. Todo va a cuajar más cuando la frontera esté abierta y poder ir y venir con más facilidad. La experiencia Montevideo, además, es un poco circunstancial porque estamos en una ciudad cerrada. Y no sé cómo es vivir en una Montevideo “normal”, sin pandemia.
-Decís que no has podido escribir mucho, ¿pero por dónde canalizás la creatividad?
-Estoy trabajando con canciones, con algunos músicos escribiendo letras que es un trabajo que me encanta. Era algo que había quedado muy dormido y la rama de la música volvió a prender hace cinco años. Y me parece que estoy en un lugar muy propicio porque Montevideo es una ciudad muy musical.
-¿Lo estás haciendo con músicos uruguayos?
-Estoy trabajando algo con Pablo Berocay que me está ayudando a hacer una canción infantil que se llama “El blues de los perros”. El año pasado hice “El rap de los gatos” en un librito que viene con un código QR que te lleva a la canción. Fue un golazo cruzarme con Pablo porque tiene una impronta rockera y sabe cómo comunicarse con los chicos.
-Y ahora además tenés que recibir el rodaje de La Uruguaya.
-Sí, en agosto o septiembre se empieza a rodar. Recién me llegó el guion y estaba mirándole algunas cosas.
-¿Y qué te está pareciendo?
-Me encanta porque me hicieron parte pero, a la vez, me agarron más sabio/viejo en cuanto ya sé que hay que soltar. Yo escribí el libro y ahora hay que adaptarlo a otro lenguaje. La película, por ejemplo, se va a ir para zonas que el libro apenas menciona. Va a romper la subjetividad total del personaje de Lucas que es algo que en literatura lo podés hacer bien, pero en el cine, si quedás atrapado en eso, provoca un poco de impaciencia. Y así la historia tiene que ir a otros lugares. Eso es como que mostrara a mí cosas que apenas intuí o sugerí y es como lo que Lucas no vio.
-Ahora convivirán un Lucas o una Montevideo del libro y la película. ¿Cómo ves eso?
-Ahora es un buen momento para que la energía del libro se convierta en otra cosa y coexistan. Por eso decía que me gusta que la película sea otra cosa, porque van a dialogar bien las dos. Y va a potenciarse el libro.
-Y está además la manera en que va a hacerse la película...
-Ese proceso enloquecedor de Hernán Casciari de los productores asociados, una cosa muy novedosa de producir en comunidad. Hay foros donde se van haciendo unos podcasts y en uno hubo una charla con la directora, Ana García Blaya, donde la gente le tiraba ideas. Una locura hermosa. Casciari es un gran generador de cosas locas. Y va a estar César Charlone codirigiendo la fotografía.
-¿Qué esperás que salga de todo eso?
-Confío en que la imagen que van a mostrar sea una Montevideo nueva que no sé cómo es, porque el cine siempre transforma, pero que sí se va a poder mostrar alguna chispa. Esa creación de un espacio narrativo es tan importante en el cine como en la literatura y en este caso es el lugar donde llega Lucas a recibir ese tortazo al porteño ingenuo que cruza por el día y se encuentra con una Montevideo más real.
-Como la que te estás encontrando vos...
-Totalmente.