Empezó escribiendo historietas hace más de 20 años y desde entonces el uruguayo Rodolfo Santullo (DF, 1979) ha escrito películas, artículos periodistícos, más de 40 novelas gráficos y 10 libros de narrativa. El último, recién salido, es La sangre llegó al río (Tusquets, , que transcurre en la década de 1950 en el río Uruguay donde nada Carpincho López, bagayero con un paquete que tiene preocupado al mismísimo Juan Domingo Perón.
-Guionista de historietas y de cine, novelista. ¿Cómo decide para dónde va a llevar un material o una idea?
-La idea original no tiene destino: es solo “qué bueno sería hacer algo sobre...”. Luego surgen circunstancias externas que terminan llevando a que ese material vaya en cierta dirección. Me puede caer alguna editorial de novela gráfica que me diga que está buscando un policial. Y una de aquellas ideas terminan siendo una novela gráfica. Pero también puede ser el azar. Con la notable excepción de cuando hago cine (incluso por una cuestión de presupuesto), historieta y narrativa es indistinto.
-¿Cómo fue el proceso con La sangre llegó al río? ¿Tiende a pensar como cómic?
-Sí. Me han dicho que escribo cinematográfico pero en realidad escribo historietístico. Me pasa algo raro: en mi cabeza las escenas son viñetas. Y esa es la descripción que uso cuando escribo. Eso marca un ritmo que es visual antes que nada. De hecho, la tapa es de Leandro Fernández, un dibujante argentino con quien hice un libro donde aparece Carpincho López, el mismo personaje. La portada es casi una viñeta de esa historieta que imaginaba al escribir la novela. Y así todo va cerrando.
-¿Y en qué historieta pensó para este cuento?
-Estéticamente en Savarese de Wood y Mandrafina. O Evaristo, la de Solano López y Sampayo, una gran historieta. Y por ambientación y época, ahora que lo pienso: Evaristo transcurre en Argentina y en la década de 1950. El comisario de Concordia tiene algo de Evaristo Meneses aunque es bastante más inútil. Pero está el tango, suena Alberto Castillo, alguien escucha un partido de Boca.
-¿Por qué una historia en Argentina?
-En historieta he hecho mucha cosa que transcurre en Argentina pero en narrativa, no. Tenía ganas de contar una historia de frontera y que transcurriera del otro lado. Todo surge de una convocatoria que me hace una editorial brasileña para participar en un proyecto colectivo con la frontera como tema. Empecé esta novela pero aquel proyecto derivó hacia una colección de cuentos, así que la decidí dejar. Pero un día la retomé y pensé en frontera y en contrabando. No quería que fuera de drogas o armas y el escritor argentino Manuel Soriano (a quien le dediqué la novela) me dio la idea de qué se podía contrabandear. Me habló de que Perón estaba buscando la energía nuclear y me puse a investigar de eso y descubrí lo del proyecto Huemul y había tanto que me daba la base para un argumento.
-Hay un ambiente noir...
-¡Es que soy fanático! El policial de los 40, los 50, incluso el neonoir de los 60, como cinéfilo, me encanta. Tan es así que mi hija de siete me dice “¿vemos un noir para dormir”?. Aguanta 15 minutos cuando aparece Dan Duryea caminando por las sombras, ahí se duerme.
-¿Cómo estructura sus novelas?
-Suelo pensar qué clase de estructura le sirve a la historia antes de ponerme a escribir y después tiendo a respetar esa idea original porque creo que le da una solidez.
-Antes de empezar me decía que escucha música cuando escribe. ¿Con qué música acompañó La sangre llegó al río?
-Como aparece Alberto Castillo, lo escuché mucho. Me gusta generar el clima de la propia escritura. Escucho todo tipo de música pero esta vez hubo, sí, mucho Alberto Castillo.