ANIVERSARIO
César Vallejo figura entre los grandes renovadores de la literatura universal en el siglo XX cuando publicó un librito mal recibido que se convirtiría en un clásico
¡Vaya año, 1922, para la literatura! Se publicaron, por ejemplo, La tierra baldía de TS Eliott, Ulises de James Joyce y, lo que nos compete acá, Trilce de César Vallejo. Las tres ampliaron los horizontes de la literatura, utilizando formas novedosas que, en definitiva, revelaban el novedoso inquietante mundo que dejó la Gran Guerra.
Era el tiempo de las vanguardias un recurso que estaba extendido en la pintura, el teatro, la música y el cine. Los años veinte encontraron sus formas para explicar el desastre.
Lo de Vallejo es llamativo porque a pesar de haber nacido y vivido en un pequeño pueblo peruano tan lejos de aquellas capitales europeas en la que soplaban los nuevos tiempos, consiguió en Trilce, una obra fundamental en la historia del siglo XX.
“Ese pequeño libro, dinamita el lenguaje de la suntuosidad y la expresada angustia, en que el mismo autor había incurrido en Los heraldos negros unos años antes”, dice a El País, el profesor Pablo Rocca. “Trilce, sin novelerías, indaga en el límite entre el silencio y lo decible. Vallejo se da cuenta de que si ya no es posible nombrar las cosas de este mundo, entonces habrá que descomponer el lenguaje hasta su mínima célula, más allá de lo propuesto por Mallarmé”.
Quizás por eso fue recibido con recelo en su primera edición de 1922. Sin embargo, publicado en España en 1930 y auspiciado por José Bergamín quien escribió el prólogo y por Gerardo Diego (quien le escribió un texto poético celebratorio), el poemario reclamó su verdadero lugar.
Vallejo nació en Santiago de Chuco (una ciudad serrana a 620 kilómetro al norte de Lima) en 1892 y murió en París (a donde había llegado en 1923) en abril de 1938. En 1918 publicó Los heraldos negros en la que apenas se camuflaban las influencias modernistas.
Trilce fue otra cosa: una revolución. Sus recursos sintácticos, su combinación de referencias europeas y vocablos locales y una estructura inédita, la convierten en un clásico y una referencia inevitable cuando se piensa la literatura universal.
La primera edición —de 121 páginas de poemas más un prólogo—, solo tiró 200 ejemplares de una edición de aspecto barato con una retrato a lápiz del poeta hecho por Morey Peña en su portada. Su aparición, recuerda Rocca, fue solo celebrada por José Carlos Mariátegui y un puñado de críticos.
“Durante décadas Trilce fue un libro menospreciado, quizá por el giro estético que dio el mismo Vallejo a partir de España aparta de mí este cáliz (1938)”, dice Rocca. “Su compatriota Luis Alberto Sánchez, por ejemplo, descartó de plano al libro de 1922; Enrique Anderson Imbert en su otrora leidísima Historia de la literatura hispanoamericana dijo que los ‘ismos hispanoamericanos fueron sucursales de las escuelas europeas de vanguardia’. Las recuperaciones posteriores de esta estética y sus permutaciones muestran el tamaño del desenfoque”.
En librerías locales, Trilce -además de lo que se puede encontrar en una afortunada consulta en librerías de usados-se puede leer en Poesía y narrativa completas (2.980 pesos en Escaramuza) y en la Poesía completa de la colección Visor de Poesía (1.490 pesos en Isadora).
“La presencia de la voz poética de Vallejo se registra por doquier”, escribía Angel Rama en 1968. “Curiosamente no ahoga, sino que vivifica, abre caminos, inspira. Hay poetas admirables que someten a los demás poetas a la calidad de discípulos; otros y entre ellos Vallejo, que los invitan a descubrir ardientes territorios y los colocan en su propia ruta”.
Trilce, en ese sentido, fue una invitación a crear desde cero, una forma poética propia, novedosa. Y cien años después sigue siendo relevante: aunque el mundo haya cambiado de forma y sus formas de expresarlo, Vallejo sigue interpelando al lector hoy. Su literatura aún es, en todo sentido, comprometida.