Se han ensayado en los últimos años distintas maneras de homenajear al cine de hace medio siglo. Gus van Sant no se anduvo con vueltas e hizo un Hitchcock (Psicosis) filmando el guión original plano a plano. Fue seriamente censurado y pienso que no se pudo hacer un más humilde y efectivo homenaje: probó que su modelo era una obra maestra. Todd Haynes, desde una perspectiva distinta, entre el kitsch y cierta ironía, remedó en Lejos del paraíso los melodramas de la Universal que firmaba Douglas Sirk, un genio inventado por Cahiers du Cinéma que repetía en los cincuenta los mismos melodramas de la misma Universal que había firmado John Stahl en los treinta, añadiéndoles un tecnicolor de revista de mesa de living; y consiguió un film ambiguo, que entiendo fue sobrevalorado gracias al talento de la actriz Julianne Moore.
Ahora le toca el turno a Nick Cassavetes, el hijo del notable John y de Gena Rowlands, de acometer un más audaz e interesante ejercicio de memoria. Con el apoyo de un elenco magnífico que encabeza nada menos que su propia madre, en compañía del entrañable James Garner, de Joan Allen y de una pareja juvenil —Ryan Gosling y Rachel McAdams— de irresistible simpatía, concibe, claramente inspirado en una novela (porque el procedimiento narrativo es sin duda novelístico) una historia de amor en dos tiempos, uno actual y otro remoto, medio siglo anterior.
El actual, que abre y cierra la película, está protagonizado por una pareja de ancianos (Rowlands, Garner) que enfrentan el drama del Alzheimer cada vez más invasor en la mujer y los intentos del marido por de-tener o por lo menos enlentecer esa invasión. Una de las armas que usa es leerle a la enferma un libro, una historia de amor ubicada en los inevitables cincuenta, que a ella le despierta vagas conexiones en su memoria cada vez más fugitiva. La gran parte central de la película es esa historia remota que tiene todos los ingredientes del antiguo melodrama (o muchos actuales teleteatros). La niña rica, el joven pobre, el amor fulminante en un verano compartido, hasta llegar, pausadamente por cierto, al descubrimiento deslumbrante del sexo; y luego la oposición de los padres ricos, sobre todo de una madre clasista y ambiciosa, la separación, un año entero de cartas diarias secuestradas por esa madre, la aparición de otro galán esta vez rico y elegante, el casamiento inminente y de repente, en la propia prueba final del traje de novia, a alguien se le cae un recorte de un diario de provincia y todo se va al propio diablo o al mismo cielo. La chica localiza al chico, que ya no es tan pobre. Tiene algo de Gatsby. Ha comprado la vieja casa abandonada donde hicieron el amor hace muchos años. Y por supuesto repiten el deslumbramiento. No falta nada. Incluso la madre mala devuelve las cartas que secuestró, y sobre todo sigue allí el lago bellísimo, y se han multiplicado los patos, que vuelan en bandada celebrando el reencuentro de los enamorados. Usted dirá que es cursi, y tiene razón. Pero qué convincentes están los jóvenes actores y la bruja redimida, qué bien relatado está todo, qué pulso tiene Cassavetes hijo aunque recuerde menos a su padre que al mejor George Stevens, el de Ambiciones que matan, por ejemplo, que también contaba la historia de la niña rica y el joven pobre, eso sí, con un final más duro. Pero Cassavetes tiene un as en la manga.
Tras el final feliz, vuelve al comienzo doloroso aunque la memoria dé un pequeño respiro. Pero quedan todavía diez minutos de película. Una lástima. El final es una concesión imperdonable del Sr. Cassavetes, tan talentoso antes como para endilgarnos un teleteatro encantador.
CRITICA I A.L.
DIARIO DE UNA PASION
The Notebook
Director. Nick Cassavetes.
Libreto. Jeremy Leven, Jan Sardi, sobre novela de Nicholas Sparks.
Productores. Mark Johnson, Lynn Harris.
Elenco. Ryan Gosling, Rachel McAdams,
James Garner, Gena Rowlands, James
Marsden, Kevin Connolly, Sam Shepard,
Joan Allen.
Estados Unidos 2004.