No era mona sino mono, y murió el pasado 24 de diciembre en el Santuario de Primates de Suncoast en Palm Harbor. Pero el error se dio en los países de lengua castellana: "Chita" sonaba a nombre femenino, y el público le cambió el sexo al bicho.
Se llamaba Jiggs, nació en Liberia el 9 de abril de 1932, y en realidad era macho, aunque la castellanización de su apodo americano Cheetah diera lugar a una prolongada confusión. Conviene establecer por lo tanto, desde el principio, su masculinidad. Padecía diabetes, y murió a causa de una insuficiencia renal.
Chita se convirtió en el "alivio cómico" de las películas de Tarzán cuando tenía apenas dos años, en la espléndida Tarzán y su compañera (1934) de Cedric Gibbon, con Johnny Weissmuller en el papel titular y una Maureen O`Sullivan en "topless" como Jane Parker. De hecho, el animal era el único sobreviviente del elenco del film.
Chita apareció en doce películas de Tarzán en los años treinta y cuarenta, aunque no fue el único: hubo otros tres chimpancés que se alternaban en las secuencias, y siempre había por lo menos dos en el lugar de filmación. Toda una generación de espectadores de cine de matiné recuerda su sonrisa con los labios para fuera, aunque quizá no sepa que en los monos ese gesto implica agresividad y no alegría. Hay que reconocer que era divertido/a, de todos modos.
Tres veces por lo menos se postuló a Chita para tener un lugar en el paseo de las estrellas de Hollywood, donde están representados sus colegas caninos Lassie y Rintintín. Sin embargo, ese reconocimiento nunca llegó y tuvo que conformarse con el paseo de las estrellas de Palm Springs. El único premio que obtuvo en su vida fue, a los setenta y cuatro años, el que le fue otorgado por el conjunto de su carrera el Festival Internacional de Cine de Comedia de Peñíscola.
Su cuidador Dan Westfall ha contado que Chita se levantaba a las nueve de la mañana, y tras la inyección de insulina, se daba un buen festín de desayuno a base de manzanas, plátanos, naranjas, y a veces huevos con tostadas. Le gustaba pintar con los dedos, y firmaba con la huella dactilar de su índice sus cuadros con brochazos de colores, que luego eran vendidos para financiar la pequeña reserva de primates de Florida en la que vivía. Ha sido el simio más longevo del mundo: los chimpancés viven 25 o 30 años en estado salvaje, y entre 35 y 45 en cautiverio. Lamentablemente, no dejó descendencia.
(BASADO EN AGENCIAS)