Tabaré Cardozo
El cantante tiene nuevo disco, Librepensador, y lo presenta en doble función en el Solís
Como cada vez que edita un disco, Tabaré Cardozo está contento. Sabe que tiene que pasar un tiempo hasta que pueda procesar cómo lo recibió su público y la audiencia en general, pero mientras tanto espera, paciente, y trabaja en la adaptación de esas canciones al vivo. Ahora, lo que tiene para mostrar es Librepensador: un disco doble de 18 canciones que como siempre, entre la murga y el rock, abarcan una cantidad de estilos e incluyen a un montón de invitados uruguayos. Cardozo, está claro, es un hombre de trabajar en colectivo.
Este disco, al que hasta le hizo el dibujo de la portada, lo presentará en la sala principal del Teatro Solís, este viernes y sábado a las 21.00. Quedan entradas en venta en Tickantel y en boleterías, a partir de 450 pesos.
Y lo hará con banda renovada, porque tras la salida del guitarrista Federico Navarro, quedó Álvaro Pérez y entró el hasta entonces itinerante Pedro Alemany, y los dos van a tocar guitarra eléctrica, algo que al cantante lo entusiasma. “Porque se pueden tocar cosas que con una guitarra sola no, y me libera a mí, que necesito descolgarme la guitarra y estar de frontman”, señala. En el show también lo acompañará un coro de ocho personas, que para la gira que emprenderá inmediatamente después por Argentina, se reducirá a cinco.
Luego, Tabaré Cardozo tiene otro tour pero con Agarrate Catalina, la murga que lidera con sus hermanos y con la que tiene intención de volver al concurso carnavalero, si las condiciones se dan. Se viene otro año agitado para el muchacho que alguna vez pensó en ganarse la vida con sus ilustraciones, que quiso ser educador social, y que desde que se metió en la música no pudo salir más. Con El País, Tabaré Cardozo habló de su presente.
—¿De qué idea o de dónde partió este nuevo disco solista, Librepensador?
—Yo estoy permanentemente haciendo canciones, en los ratos libres, las giras. Ya tengo ese modo incorporado de la composición, entonces cuando tengo un número considerable de canciones, empiezo a pensar en un disco, en buscar la coherencia, ver por qué lado va. Y fue básicamente lo que pasó esta vez, como las anteriores. Sí eran muchas canciones, 20 en un principio, y decidí hacer un disco doble. Tenía grupos de canciones por estilística y género, entonces las iba a dividir de esa manera, pero terminé seleccionando 18 canciones y las agrupé distinto; los dos discos de nueve son bastante heterogéneos.
—Pero el primer disco es como un poquito más rockero en su totalidad.
—Puede ser, pero traté de equilibrar. Tengo tres cumbias, por decirles de alguna manera, y dos están en el segundo; pero de blues tengo dos, y fue una para cada disco. También el segundo disco es el que nuclea casi todos los invitados, porque para que fuera balanceado estilísticamente, se desbalanceó por ese lado.
—Solés trabajar con mucha gente; más allá de que Agarrate Catalina está siempre presente, hay muchos invitados en tus discos. ¿La única parte solitaria de tu trabajo es la composición?
—Exacto, es el momento de conexión con tu emoción, tu espiritualidad. Es ahí donde siento que estoy absolutamente solo y necesito estar solo. Puede haber una instancia de mostrar una composición y que eso varie, pero después de haber trabajado solo. Pero cuando en mi mente ya está lista, nunca antes. Aparte el proceso creativo de una canción, es como mostrar las piezas del puzzle sin que esté armado, entonces es caótico y difícil para que la otra persona entienda por dónde viene.
—¿Hay alguna canción del disco que cambiara mucho desde su primera forma, hasta el resultado final?
—Bueno, el blues “Mientras no sale el sol” sufrió muchos procesos. Tiene más de 10 años y quedó afuera de tres o cuatro discos, porque no le encontraba la vuelta. El concepto es el mismo, pero fui cambiando de estilos: primero era candombe, que llegué a grabarlo completo, y quedó afuera del Murguero oriental. Recién en este disco le encontré la vuelta.
—Hay momentos de humor en el disco, ¿pero es más oscuro que el resto de tus discos?
—Puede ser que sí. Es un poco denso el clima de algunas canciones, como “Yo sin mí”. Hay algunas que tienen un aire más oscuro sí, es cierto.
—Para mí, eso va de la mano con que el rock de Librepensador no es tan uruguayo o festivo como el de Malandra.
—Puede ser, sí.
—¿No lo buscaste?
—No. Los estados de ánimo que voy teniendo van quedando plasmados. Las canciones nunca son de un día, pero un día empezaron, y trato de respetarles ese espíritu con el que empezaron. Trato de seguirle la paleta de colores.
—Pensando en temas como “Yo sin mí” o “El espejo”, que son más chiquitas que el resto, ¿nunca sentís la necesidad de soltar la murga, aunque sea como práctica personal?
—(Se ríe) Sí, a veces tengo la intención, pero las canciones me piden la murga. “Yo sin mí” podría no tener, de hecho la grabé, pero al estribillo le faltaba fuerza.Yo siempre parto de la base de hacer las cosas sin coro, pero cuando me lo piden lo agrego.
—En la canción que cierra el disco cantás con Raúl Castro. Como letrista, ¿lo tenés como una referencia?
—Sí, totalmente. Creo que es influencia de todos los letristas de mi generación. Al Flaco Castro lo vi en su auge, en su apogeo, y me parece el gran letrista de murga contemporáneo por lejos, la gran referencia. En este caso lo llamé para recitar, y después lo invité a cantar las estrofas que me quedaban incómodas. Porque “Fotografías desordenadas” es un inventario antojadizo y no cronológico, de hechos del siglo XX, pero también son fotografías mías. Y había cosas que yo no había vivido, y me quedaba incómodas decirlas; por ejemplo, “la hombría del Dogo retando a Archie Moore”.
—Muchas de las canciones de este disco tienen un mensaje crítico, cantado en primera persona, pero que apunta más a la sociedad y no a aspectos puntuales. ¿Te frenás a la hora de criticar? ¿Te preocupa que la crítica le quepa a todo el mundo y no a uno solo?
—No, no hay una deliberada intención de agradar o de complacer a la platea. Ese es un espacio de libertad que yo tengo y ahí digo todo lo que quiero decir. Sí me ha pasado de hacer canciones que una vez que veo la repercusión que tiene en mi entorno, si veo que me zarpé mucho, la guardo y la proceso. Pero a la hora de componer nunca cerceno ni corto, hago. Y la primera persona es ficticia en muchos casos. El mundo no me hizo malandra, yo no soy malandra, es un juego, un cambio de roles. Y esa canción (“Malandra”) al principio fue tomada como apología del delito, cuando en realidad es casi todo lo contrario. Pero de repente algo que yo escribí y me parece rejugado, a otro le parece anodino, y eso es respetable. Porque esto no es un recetario, es arte y es todo simbólico, y como dice Serrat, “si falta usted no habrá milagro”. Fecunda si hay alguien que lo lee.
—Ya hablaron de la intención de volver al carnaval con Agarrate Catalina. ¿Van a volver?
—Tenemos muchísimas ganas. Yo te diría que hay un 80 por ciento de posibilidades de que vuelva la murga. Tenemos que arreglar algunos temas administrativos, domésticos, entre nosotros, por así decirlo, y una vez que eso eso se dilucida y podemos estar todos, porque hay que ver cómo hacer para que 30 se conviertan en 17; y si tenemos tiempo para escribir con Yamandú, saldremos.
El arte del disco
En Librepensador, hasta la ilustración de tapa está a cargo de Tabaré Cardozo. “Me encantaba dibujar, pensaba que me iba a ganar la vida dibujando”, cuenta a El País. “Cuando era chico hacía caricaturas de los profesores, y cuando existía la revista El Dedo, fui a preguntar cómo podía hacer para que me tomaran una prueba para trabajar ahí, dibujando. Después empecé a escribir canciones y me fue bien, con el teatro también y con la murga, y nunca más dibujé. Ahora haría 10 años que no me ponía a dibujar nada, pero quedé contento con el resultado. Aunque no sea un dibujo de Da Vinci, expresa exactamente lo que quería decir”.