En octubre, en plena gira por España, Alejandro Lerner vivió un momento especial que le recordó la esencia de hacer música. Tras terminar un concierto en Alicante, se le acercó un uruguayo, hijo de uruguayos, que no podía parar de llorar: su madre había muerto hacía poco, y las canciones de Lerner lo transportaban de regreso a ella, a su historia, al tiempo compartido.
“Es un viaje interno y externo, ¿no? Porque cuando estás en el escenario, estás conectado con lo que tocás y cantás, pero al mismo tiempo ves lo que le pasa a la gente, lo recibís”, dice en charla con El País. “A veces uno puede hablar de la carrera a nivel profesional, de números, pero también hay una parte espiritual y emocional que es fundamental. Para mí, la música es un vínculo, algo que doy y que me vuelve”.
Lerner —uno de los cantantes más populares de Argentina, dueño de éxitos como “Volver a empezar” o “Amarte así”; músico de Raúl Porchetto, León Gieco o Nito Mestre antes de ser solista; Latin Grammy a la Excelencia Musical—, charló con El País mientras viajaba con su familia por alguna carretera española. Por la ventanilla veía esto: lomas y más lomas, árboles (probablemente olivos), un campo infinito.
“Es tan loco estar hablando con Uruguay en medio de España”, dijo en octubre, cuando estaba por venir a tocar a este país. Los conciertos tuvieron que posponerse y finalmente se concretan ahora: se presenta este jueves en el Radisson de Montevideo, el viernes en el Teatro Español de Durazno, el sábado en el Macció de San José y el domingo en el Teatro 25 de Agosto de Florida. Las entradas están en venta en MiEntrada, salvo para el show del Macció (Redtickets).
La historia de amor de Lerner con Uruguay lleva más de cuatro décadas: fue el primer país al que salió a tocar, la primera vez que la música le mostró que se podían romper fronteras.
Subió al barco y cruzó el Río de la Plata cuando tocaba con Raúl Padovani, un cantor popular en los años setenta. El flechazo fue inmediato: “Conocí el Uruguay y me enamoré”.
Desde entonces, tejió otros enamoramientos: con Punta del Este, el lugar en el que pasó temporadas enteras como pianista de Sandra Mihanovich y que es, dice, una de las ciudades más hermosas que ha visto en su vida; y con Ruben Rada, que aportó coros en el tema “Conclusiones de mi vida” de su segundo disco Todo a pulmón (1983), y con quien vivió cosas insólitas o, como define Lerner, “un montón de experiencias jugosas”.
Menciona su participación en El Circo Eléctrico del Rock and Roll, un curioso espectáculo que se realizó en las vacaciones de julio de 1983 en una carpa de circo en el porteño barrio de Palermo y en el que estaban, entre otros, Claudia Puyó, Los Abuelos de la Nada y Nito Mestre. “El Negro me metía en una jaula y la tapaba con una frazada y después aparecían dos cabras y yo desaparecía”, dice con parsimonia, como si en verdad contara la anécdota más trivial del mundo.
Todo eso —los enamoramientos, la historia, la vocación profunda— desemboca en esta gira uruguaya, que se titula Vuelven los lentos, pero que Lerner define como “un viaje emocional” que, entre otras cosas, se conecta con “las raíces rockeras” que lo definen.
Ahora se pregunta qué tiene ganas de hacer, hacia dónde quiere ir después. Ese es el espíritu que lo llevó a compartir con su familia parte de esta última gira por carretera por España: no quería estar lejos de su hija cuando ella cumpliera 15.
“Se cumplen 50 años desde que entré a un estudio por primera vez. Tenía 16 cuando grabé como pianista. Atravesé distintas etapas del rock y terminé tocando con Armando Manzanero, con Carlos Santana, Pappo o el Negro Rada. En ese sentido, mi vida ha sido de un nivel de libertad, eclecticismo y honestidad... Toco lo que quiero y con quien quiero, no le hago caso a nadie, no me agarro de los prejuicios de los demás”, dice.
Cree que la excelencia —eso que le reconocieron en los Latin Grammy de 2024— pasa por ahí: “Tiene que ver con la honestidad y con la exigencia de crecer y no quedarse haciendo lo mismo. Asumir riesgos y generar belleza. Creo que el arte está para eso”.
La música, declara Lerner, es mucho más que un oficio. Es identidad, un pulso primitivo que lo atraviesa cada vez que se sienta frente al piano o escucha tocar a Bill Evans.
Cuando se le pregunta si sus canciones cuentan su historia, su vida, no duda: “Cuando uno canta así, desde ese lugar, es mucho más fácil defender la canción, sobre todo durante tantos años. ‘Todo a pulmón’ tiene más de 40 y para poder seguir cantándola de esa manera y emocionar a la gente, hay que parecerse mucho”.
“Lo que yo soy es eso. Siempre fui un artista”, asegura. “Pero creo que cuando uno encuentra su identidad, todo es un poquito más coherente, más sencillo, porque todas las batallas tienen que ver con defender algo que es muy claro. En cambio, cuando uno está buscando un éxito de reconocimiento o de dinero o un número, eso es tan frágil y efímero que, una vez que pasan esos veranos o esas primaveras, después tenés que empezar de vuelta a buscar quién sos. Yo no tengo ese problema. A veces me va bien, a veces no, pero sigo siendo yo. No hago lo que hago por búsqueda numérica”.
La emoción, la búsqueda de la emoción, sigue siendo su gasolina. Y cuando, en plena gira por España, a más de 10 mil kilómetros de su tierra, se encuentra con un uruguayo que llora porque una de sus canciones le tocó una fibra íntima, todo tiene sentido.
La historia de "Mi Argentina", la canción que le escribió a su país
“Fue una madrugada, no hace mucho, cuando me encerré en mi estudio y le escribí a la Argentina como si fuera una amiga. ‘Decime cómo estás, me lastima cuando te veo llorar’. Porque la Argentina es un país sufriente. Es un país que tiene de todo, un país rico, retrasado moralmente, pero rico. Sigue siendo rico, con una moral pobre que fueron arruinando los políticos de todas las tendencias que nos tocaron. Nos tocó una gente de mierda durante los últimos más de 40 años que han hecho que Argentina, que era un país que hacía punta, hoy esté retrasadísimo económica y moralmente”, dice Lerner cuando habla de su último sencillo, “Mi Argentina”, de hace un año.
Lerner recuerda un detalle del momento en que la escribió. “Llegó mi mujer al estudio, porque no sabía por qué yo no estaba durmiendo, y le hice escuchar la canción. Lloramos juntos”, confiesa.
Dice que, de alguna manera, esta canción dialoga con un clásico de su repertorio como “Todo a pulmón”. “Son confesiones, no son canciones. Son como documentos de un sentimiento que uno tiene y que necesita volcarlo. No hay ninguna animosidad ni ninguna búsqueda de nada. Es simplemente documentar algo que siento que está vacío en este momento en la música popular de mi país. No hay mucha gente ni muchos artistas que estén, desde su punto de vista subjetivo y su opinión, diciendo lo que piensan de lo que pasa con el país, donde los jubilados la están pasando muy mal, donde los jóvenes se van porque sienten que no tienen oportunidades y donde se ha naturalizado como normal una cosa que no es”.
“La Argentina está lejos, pero se aleja a sí misma”, lamenta Lerner. “Uruguay está para adelante, Chile con sus problemas está para adelante, Paraguay está para adelante. Pero la Argentina tiene una soberbia equivocada que no nos permite crecer. Tenemos que mirarnos al espejo un poquito”.
¿Qué cree que se necesita para que eso cambie, para que su Argentina vaya para adelante de una vez? El cantante es contundente: “Cambiar la generación de gobernantes y que venga gente preparada para administrar un sistema político que está oxidado”.
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