En algún momento pasaron 10 años. Pasaron más de 10 años, en realidad, y una pandemia, hits como “Parodista!” o “Insulina” y aquella actuación en los premios Graffiti con parche de pirata y sangre en un ojo, cambios de formación, desencuentros, canciones, canciones, canciones, un disco, otro disco, otro disco, el robo de un montón de equipos, la muerte del Tussi como la muerte de un padre, las drogas, los sótanos, la gente, las preguntas, la promesa de una banda que sacara al under del under, que le mostrara a Montevideo otro mundo, que sonara distinto.
En algún momento, Alucinaciones en Familia hizo un recorrido. Pasó de la angustia adolescente y tardía de su álbum debut al deliberado descaro de un segundo disco que, ahora, decanta en una comprensión épica. Es la banda sonora del que al final entendió que nada va a estar del todo bien, y que tampoco es tan importante. Que somos insignificantes. Importan más las canciones.
En algún momento, Alucinaciones en Familia se convirtió en una de las mejores bandas del rock uruguayo y empezó a recibir todo eso que había querido, pero nunca buscado.
“Nosotros nunca tuvimos un feedback como ahora, y sin embargo no era la búsqueda, pero siempre lo hicimos de esa forma para que suceda lo mejor. Desde que teníamos 15 años y hacemos lo que hacemos, intentamos que pase lo mejor. Nada nos va a cambiar en ese sentido”, dice Matías Chouhy, baterista. “Pero las cosas las deciden las personas”.
De un tiempo a esta parte, las personas decidieron que Alucinaciones toque a sala llena, que sus shows sean salvajes, que ameriten poner el cuerpo como si eso de romper el mito de un público uruguayo tibio fuera posible. Los pasos son lentos, el ritmo estándar de la industria nacional. Hacer una Trastienda es una conquista y Alucinaciones en Familia va por otra: el sábado próximo presentará allí, a las 21.00 y con entradas a la venta en Abitab, su tercer disco. Una joya.
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Sobre Tristán Narvaja, la base de operaciones de Alucinaciones —la casa de Pablo Torres, percusionista— espera con la puerta abierta. No hay urgencia en esta tarde de miércoles de Turismo: las imágenes de un canal argentino pasan mudas en un televisor, Juan Branaa, productor e ingeniero de sonido, arma un tabaco; los discos de Fun People y Boom Boom Kid son protagonistas absolutos de una pila vintage de CDs y DVDs. La luz entra en cuotas y los sonidos sueltos de los instrumentos que se preparan para otro ensayo caen desde el piso de arriba. Un disco se entrena para ser tocado.
Es la última piedra de un camino que empezó en 2013 como la herencia y el parricidio de 3Pecados, la banda con la que Pablo Torres y Pau O’Bianchi, cantante y compositor, con Diego Martínez, cambiaron para siempre el under local. Siguió con el despliegue de una personalidad propia, irresistiblemente deforme, etiquetada como psicodelia pop, y aterrizó aquí, en este tercer disco estrenado el 7 de marzo, llamado Alucinaciones en familia III, editado en vinilo y a punto de ser presentado en vivo.
De cómo se traducen estas canciones (la conmoción de "Pimienta y escarbadientes", la riqueza de "Árbol de los anzuelos") a un show, los integrantes del grupo —que son, además de Matías, Pablo y Pau, Leandro Dansilio en guitarra, Darío “Pantera” Barrios en bajo, Diego Zapata en teclado y trompeta y Sebastián Pina, el único ausente en esta nota, en sintetizadores— dicen a El País que no saben, que lo están descubriendo, pero que están contentos. Bastante contentos.
Bajo sus atuendos negros como un uniforme que nadie pactó, hoy la alegría se les nota. Aquí nadie ignora que hay un gran disco adelante. De eso, parte de su charla con El País.
—Un ensayo español reciente habla de la estética del aburrimiento en las grandes obras de la literatura, y explica algunas de sus características. ¿Cuáles serían los pilares de la estética de lo deforme, de la que Alucinaciones es cultora?
Matías Chohuy: La combinación de cada una de estas personalidades...
Pau O’Bianchi: El crisol de neurodivergencias (se ríen).
Pablo Torres: Es que somos todos unos deformes, salado. Y más con los años. Si llegás a conocer a cada una de estas personalidades, mamita querida. Y me incluyo, claramente.
Leandro Dansilio: Y a veces coincidimos, a veces chocamos, y en la colisión se genera otra deformidad.
Darío Barrios: Siete adultos eligiendo estar juntos haciendo música ya es algo bastante deforme.
Pau: Hay una cosa que uno a lo que decías del aburrimiento, que también todas estas cosas son más de nuestro prejuicio. Lo más lindo de la música es eso, que por aburrimiento vas cambiando. Porque sería reaburrido hacer siempre “Parodista!” en todos los discos o hacer, no sé, “Insulina” en todos los discos. Y eso como melómanos lo disfrutamos. No sé, por lo menos a mí me gusta cuando sale algo que nunca hicimos, ¿viste? Con su crítica y su debate, pero lo que más me entusiasma es hacer algo nuevo. Aparte a veces te dejás llevar por los prejuicios de tus alrededores más que por los de uno mismo. Como que muchas veces es más la mirada de los otros. Y me parece que el haber hecho el disco en pandemia y el no tener tanta atención sobre nosotros nos permitió otra clase de libertades, que estuvo de más.
Matías: Porque va mutando también, todo el tiempo. Y somos bastante fieles a esa mutación. Como decía Pau, no vamos a hacer siempre un “Parodista!” porque algo sucedió o nos hace sentir de tal forma. Somos refieles con lo que queremos.
—Están hoy en un proceso de profesionalización. ¿Eso se liga a lo que empieza a pasar alrededor, a la mirada externa sobre la banda?
Pau: Nunca fue la intención de la banda tocar para los amigos de siempre. Como que a mí eso nunca me conmovió y siempre tuvimos una postura de compartir la música con quien sea, hasta con gente que piensa radicalmente diferente a nosotros. Eso también me parece una madurez de nuestra parte. Y es un poco de ambas cosas; es, por un lado, la gente acercándose, y por otro, nosotros dedicándole más tiempo, estando un poco más prolijos con los lugares donde tocamos o con cómo grabamos los discos. Este disco, en cuanto a calidad técnica, me parece que es el más elevado. Pero yo qué sé, no hay fórmula. No me gusta decir “tener un público” porque suena muy ganado propio, pero al mismo tiempo está bueno desafiar a quien te escucha y no solamente darle de comer de la mano. Y no es solo la gente: es hacer música que nos conmueva. Esa fue siempre la prioridad. Hacer música que nos ponga locos, que queramos juntarnos a ponerle el cuerpo, a tocarla, a ensayar. Porque no es fácil, y si no te gusta es imposible. Si no te conmueve, y más en Uruguay, no hay manera. Lo que pasó con Alucinaciones es que realmente a la gente le gustó y eso es incontrolable.
Esa fue siempre la prioridad. Hacer música que nos ponga locos, que queramos juntarnos a ponerle el cuerpo, a tocarla, a ensayar.
Pablo: Para nosotros es muy loco que se llene un lugar, que la gente cante las canciones, nunca pensamos en la vida que nos iba a pasar todo esto. Pero se está dando esto ahora, ponés una entrada más cara, viene gente que no conocés, o gente que tiene 20 años menos que vos y te dice: “¡Wow, vos sos el de Alucinaciones!” (se ríen). Sí, yo que sé, no sé. Está buenísimo, gracias. Pero estamo’ acá, somo’ los gurise’.
—Todo lo trajo la música, al final.
Pau: Sí, no pusimos... ¿Cómo es la frase esta? Los caballos delante de la carreta, por decirlo de alguna forma. No hay otra manera, me parece. Lo otro puede surtir efecto, pero siempre dura un poco menos, y el prestigio a veces es muy difícil conseguirlo, es un huevo conseguirlo. Y que eso lo hayan hecho las canciones y no tanto nosotros haciendo un gran aparato de difusión, es hermoso. Porque nunca nos gustó la difusión como lavado de cabeza, transar con un sello para que te pasen en todas las radios 24/7. A mí me conmueve más cuando realmente la canción le llega a alguien y le conmueve, que simplemente cuando es una cuestión de estrategia de marketing del que va para ahí porque hay una montonera de gente yendo. En eso creo que fuimos muy pacientes con nosotros mismos.
"Alucinaciones en Familia III", el disco que cambia el juego
El tercer álbum de Alucinaciones (Little Butterfly Records) es un salto de calidad en relación a los trabajos de 2015 y 2019. Más allá de las exploraciones sonoras y de la definición de un sonido más pop, con la voz en primer plano y cierta tendencia a la limpieza, la intervención de Juan Branaa en producción y grabación fue fundamental, así como el resto de los procesos. Leandro Dansilio y Pau O’Bianchi hicieron la mezcla y edición, y en el master participó el argentino Mario Breuer, una eminencia del rock argentino.
El álbum fue hecho de manera fragmentaria y atravesando años pandémicos, lo que evidentemente se filtró en su sonido. Su estructura base fue grabada en vivo y muchas de las tomas de voces que se escuchan son las que salieron de ese directo en la sala de Branaa.