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Antes de los conciertos que ofrecerá este sábado y domingo en el Antel Arena, el célebre violinista y director de orquesta neerlandés dialogó con El País
![André Rieu. Foto: Florencia Cruz.](https://el-pais.brightspotcdn.com/uploads/2022/10/06/633f5374e0ef9.jpeg)
André Rieu camina con calma por el sector de arribos del Aeropuerto de Carrasco. Sonríe y avanza con las manos en los bolsillos de su saco a rayas, mientras varios de los miembros de la Orquesta Johann Strauss, los músicos que lo acompañan en sus giras mundiales, lo adelantan con sus carritos repletos de valijas e instrumentos.
Es un jueves al mediodía y el vuelo desde Buenos Aires llegó con más de una hora de retraso. Pero la demora no afecta el humor del violinista y director de orquesta neerlandés: se mueve a paso lento sin descuidar su porte de artista cálido y simpático, ese que logra conquistar a miles de personas en cada una de sus presentaciones.
Su cadencia relajada es la misma que la que se ve cuando se acerca al escenario de la plaza Vrijthof, en Maastricht, la ciudad holandesa donde nació y donde en julio lo vio El País (ver recuadro). Allí, cada año lo esperan 180 mil personas de 100 nacionalidades que ovacionan su colorida fiesta de música, baile y alegría.
Sin embargo, en este jueves lluvioso en Montevideo, la imagen es distinta. Entre la amalgama idiomas y las familias que se reencuentran entre selfies y abrazos, pocos notan la presencia de Rieu. Están, sin saberlo, al lado del hombre que vendió más de 50 millones de discos, que sube a los escenarios más prestigiosos del mundo, y que este fin de semana reunirá a 10 mil personas en el Antel Arena.
![Show de André Rieu en Maastricht](https://el-pais.brightspotcdn.com/uploads/2022/08/28/630b7de1987ae.jpeg)
La del músico es una de las visitas más esperadas. Sus conciertos, para los que solo quedan entradas para el domingo —cuestan 7.400 pesos—, estaban previstos para mayo de 2020. Pasaron tres reprogramaciones en dos años y medio —el neerlandés ya puede ostentar el récord de Jaime Roosy el famoso “aguante más largo del mundo”—, pero al fin pisó el suelo uruguayo. El público local está listo para ver, en vivo y por primera vez en casa, al hombre que al que tantas veces disfrutaron en las pantallas del Movie, con sus tradicionales conciertos navideños.
“¡Hola!”, dice en un español de acento marcado mientras estira la mano para saludar. Sus colegas de la Orquesta Johann Strauss siguen caminando mientras Rieu, una verdadera estrella de la música clásica, se detiene a dialogar con El País.
Es una entrevista breve, apenas cinco minutos antes de que se retire con el equipo que lo espera para llevarlo a conocer Montevideo. Pero con eso alcanza para acercarse a la intención artística del violinista más alegre y popular del mundo.
—Está será tu primera visita a Uruguay luego de tanta espera. ¿Cómo te sentís al respecto?
—Es fantástico. Fue terrible que hayamos tenido que posponer los conciertos tres veces en dos años. Pero finalmente llegamos para tocar para ustedes.
—En Maastricht, “la ciudad de los cantantes alegres” —como dice el título de una de tus canciones— le comentaste a El País que esta será una experiencia inolvidable. Y creo que tu música se inspira en la búsqueda de la alegría, como en el tema “Life is Beautiful”. ¿Cómo podrías definir la experiencia que se vive en tus conciertos?
—Creo que este es el trabajo más hermoso que puedo tener, porque siempre hago feliz a la gente a cualquier lugar al que voy con nuestra música. Estoy deseando que llegue el sábado y domingo, porque finalmente voy a poder conocer a todas las personas que tuvieron que esperar tanto tiempo. Yo también tuve que esperar dos años para tocar para ustedes.
—¿Cómo podrías definir la búsqueda de la alegría y lo que genera reunir a tanta gente a través de tu música?
—Creo que esa es también mi personalidad. Me gusta ver a la vida desde el lado luminoso, no desde el otro lado. Para mí, el vaso siempre está medio lleno; no medio vacío. Creo que es una forma de vida muy importante que vengas y digas: “Hey, qué hermoso que vamos a hacer a la gente feliz”. Creo que esa es mi forma de vivir y así es como viajo por el mundo.
—¿Cuál es la importancia de la música como herramienta para unir a la gente? En Maastricht se reúnen personas de 100 de nacionalidades, ahora llegás a Uruguay...
—Creo que la música es muy importante en la vida. Imaginate una vida sin música: sería terrible. Así que estoy muy feliz de poder hacer feliz a la gente alrededor del mundo.
—Me encantan tus versiones de “Happy Together”, de The Turtles, y “When I’m Sixty Four”, de The Beatles. ¿Cómo llegaste a la idea de mezclar música clásica con canciones del pop y el rock? ¿El secreto está en una linda melodía o una letra hermosa?
—¡Ya me diste la respuesta! (se ríe). Creo que eso también es parte de mi personalidad. Vengo de la música clásica, la amo y soy un músico clásico. Pero no me gusta la forma en que la música clásica ha sido tocada siempre: se interpreta de manera muy rígida y todo el mundo está sin saber si puede aplaudir. A mí me gusta abrir el espacio para que todos bailen y que todo el mundo se acerque a la música clásica, porque es demasiado hermosa como para ser tocada para una pequeña elite.
—¿Qué podrías adelantarnos sobre tus dos conciertos en el Antel Arena? Últimamente has interpretado una preciosa versión de “Live Is Life”, de Opus.
—No te voy a decir el programa, va a ser una sorpresa (se ríe). Si te lo cuento no va a ser hermoso para la gente, pero lo que puedo prometer es que cuando vengan a mis conciertos de este sábado y domingo, van a ser parte de una noche que nunca olvidarán. ¡Los veo allá!
Así fueron los conciertos de Rieu en Maastricht
En julio, El País fue invitado a participar de uno de los 15 conciertos que André Rieu ofreció en Maastricht, su ciudad natal. Acompañado de los 250 músicos que forman parte de la Orquesta Johann Strauss, el violinista ofreció un espectáculo de dos horas y media en el que el baile y la alegría se reunieron en la histórica plaza Vrijthof.
En aquella ocasión, el repertorio inició con sus propios “tres tenores” y un cuarteto de sopranos con una selección de clásicos ligeros. La segunda parte, que fue más larga, incluye parte de Carmina Burana y “El Danubio Azul”, al que el público le aportó una coreografía. Lentamente se acercó a territorios más pop con versiones orquestales de “Tutti Frutti”, “Live Is Life” y “I Will Survive”. También se incluyeron lecturas de “Qué viva España” y “Hava Nagila” que dejan claro la amplitud del repertorio.