ENTREVISTA
El artista argentino lanzó "Dios los cría", un álbum donde reversiona su repertorio junto a 19 leyendas musicales, y lo repasó junto a El País
Acompañado de un plantel de 19 figuras musicales, Andrés Calamaro regrabó algunas de sus mejores canciones. Hay espacio para éxitos como “Paloma” y “Tuyo siempre”, pero también para joyas como “Horizontes” y “Mi bandera”. Bajo un ambiente libre, espontáneo e íntimo, Dios los cría lleva a un nivel de madurez y de excelencia a uno de los repertorios más ricos de la música rioplatense. Y todo de la mano de leyendas como Julio Iglesias, Raphael, Milton Nascimento, Alejandro Sanz y Julieta Venegas.
Calamaro repasó con El País, vía mail, las nuevas relecturas de su repertorio, analizó su evolución como intérprete y dio su visión sobre el rol de su música en la vida del público.
—En 2015 cantaste “Te recuerdo dulcemente” junto a Juan Gabriel en el disco Los Dúos 2. Ahora, en Dios los cría, vos sos el anfitrión que recibe a 19 artistas para reimaginar tu repertorio. ¿Cómo definirías la sensación de que tus canciones adopten una nueva personalidad gracias al aporte de tus colegas?
—Te seré sincero, mis sensaciones no han cuajado del todo. Empezamos estas grabaciones promediando la gira con trío, como álbum fue decantando de a poco, partimos de una o dos sesiones en el estudio Red Led de Madrid, grabando el repertorio que tocábamos en vivo por aquel entonces. Estábamos eligiendo versiones buenas para un disco en vivo y entramos al estudio sin verdaderos motivos, entonces pensamos en consultar a más cantantes, di vueltas al proyecto unos meses y llamamos a Carlos Narea para hacer posible un álbum semejante. Este disco me honra y privilegia, me consagra como artista respetado y querido por mis compañeros de oficio pero postergado por la venenosa nostalgia crítica. Se siente como mensajes en botellas que aún flotan en el mar del tiempo.
—Una de las mayores alegrías que me produjo escuchar Dios los cría fue tu relectura de “Horizontes” junto a Fernando Cabrera. Ustedes ya habían cantado juntos en el ciclo “Fatto In Casa”, de Hugo Fattoruso. ¿Qué le aportó la voz de Fernando a esa joya de El Salmón?
—Fernando tiene una sensibilidad única. “Horizontes” es un episodio oscuro en El Salmón y Fernando lo lleva a un estadio de fragilidad insólita. Se siente como una copa de cristal rompiéndose en mil pedazos. Fernando es una leyenda y esta canción gris le va como una corona de espinas. Genera belleza en la incomodidad sotreta de vivir. “Horizontes” parece haberse consagrado ahora en su versión definitiva, en El Salmón era un mosaico impresionista low fi, Cabrera la llevó a un terreno inexplorado e insólito.
—En 2019 presentaste Cargar la suerte en el Antel Arena, y entre el público estaban Jaime Roos y Ruben Rada. Esa noche cantaste “Biromes y Servilletas” y una parte de “Mind Projects". ¿Cómo recordás esa visita y cómo definirías tu relación con Uruguay?
—Soy ahijado musical explícito de Uruguay. Jaime, como Hugo y Ruben, son leyendas y grandes artistas que admiro mucho. Son los Beatles del Río de la Plata pero más completos. Cantar frente a Ruben y Roos impone mucho de responsabilidad, tampoco tengo los nervios de acero. Fue muy grato saludarlos en el Arena; no me lo esperaba. Era un adolescente en los años setenta, un aspirante a músico y buen aficionado, la importancia de estos genios es clave para mí. Cantar delante de Ruben y Jaime es una gran responsabilidad. Si aparecía Hugo me hubiera paralizado, quizás incapaz de cantar apenas un verso.
—En Dios los cría se incluye una relectura de “Tuyo siempre” junto a Vicentico. La canción salió en El salmón y se volvió un éxito cuando la incluiste en El regreso. La frase: “Algo va a quedar adentro tuyo siempre, algo que yo te dejé alguna vez” adquirió un nuevo significado tras la pausa en tu carrera: pasé a interpretarla como una celebración de tu legado. ¿Sos consciente del alcance de tu música en la vida de tu público?
—“Tuyo Siempre” es popular tardía, la letra se ensancha y tiene mayor sentido según más gente la escucha y la aprecia. Fue una canción oculta durante cinco años y La Bersuit le puso el compás amigo de la cumbia argentina, que la convirtió en la preferida de los prisioneros y del público en los recitales. Intenta ser popular desde los subsuelos, un experimento de pop para todos los públicos que grabada en El Salmón resulta inquietante y oscura, un Low Reggae intervenido por Sun Ra. Hibernó durante cinco años y volvió luminosa en la versión con La Bersuit. Es épica y transeúnte, sentimental y heroica, ofrece al oyente tristeza y alegría al mismo tiempo. Intento no ser consciente de la trascendencia de mis letras para los pueblos y los demás, espero que nobles mis intentos por superar apenas la mediocridad general, trato de hacer las cosas bien dentro de lo posible para mí. Voy a la música como un soldado a la guerra.
—Sobre el final de tu nueva versión de “Estadio Azteca” incluís una cita de La vuelta del Martín Fierro: “Gracias le doy al señor, / Porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto, / No perdí mi amor al canto, ni mi voz como cantor”. Después de El Salmón le pusiste una pausa a tu carrera, que se mantuvo hasta la saluda El Cantante. ¿Ese disco te ayudó a recuperar tu “amor al canto”? ¿La música te ha ayudado a superar rigores y pérdidas?
—Me aparté de las giras un poco, es verdad. Para embutirme más en la música como doctorado infernal. La revuelta con El Regreso no fue sencilla, mi relación con el canto no es fácil, siempre creo que puedo cantar mejor y tengo razón. La música nos ayuda a sobrellevar casi todo pero no me siento especialmente maltratado por las circunstancias, al contrario: ¡intento y presumo de ser estoico e histérico al mismo tiempo! Es verdad que con las canciones y el canto se licúa la melancolía. Luego, los versos del Martín Fierro que son muy buenos, releo mis preferidos, los del gaucho cantor y existencial. La metafísica criolla que nos involucra a los de este costado de América del Sur.
—La pandemia te obligó a posponer tu nueva gira, pero te adaptaste a los cambios: hiciste varios experimentos de sampling en Instagram e iniciaste un proyecto de escribir una décima por día. ¿Tenés pensado publicarlas? ¿La música y la escritura te han ayudado a sobrellevar esta etapa de encierro?
—Me gustaría publicar los versos. Los terminé el 31 de diciembre y me puse a corregirlos el primero de enero pero opté por darle tiempo a los versos corregidos y elegidos, tampoco sé por qué pero los dejé estar. Aquella gira, el segundo año de una gira grande, se presentaba espesa para mí, hubiera sido un esfuerzo importante cumplir con semejante calendario de expectativa. En la espera recuperé un cierto amor al canto, mayor deseo. Torear en silencio me vino bien. Si tengo que ser sincero me gustó la primera etapa de la cuarentena, aislado de todo, sin necesidad de hacer nada. Es posible que me haya afectado la psiquis pero aproveché el hiato para interrumpir un tratamiento de medicinas psiquiátricas, una de cal y una de arena.
—Imagino que la selección del repertorio de Dios los cría te obligó a repasar tu discografía. Ahora que el álbum está listo, ¿pudiste hacer un balance del camino recorrido?
—Estos puntos de inflexión ayudan porque nunca estoy conforme con los discos ni los vuelvo a escuchar. Como no escucho las grabaciones, se me presentan accidentalmente y descubro las letras más espesas, complejas y con mayor sustancia. Las canciones no transcurren en tiempo alguno, ni presente ni pasado… Pueden ver el futuro y explicarlo, una tarea insólita que excede las capacidades y la voluntad de los autores, y la mía propia. Escribimos por impulso o por compromiso, a veces como partitura para cantar, para construir un repertorio o grabar un disco, luego el tiempo reescribe las canciones sin modificar una palabra.
—¿Cómo analizás tu crecimiento como intérprete desde Hotel Calamaro hasta Dios los cría? Hay una evolución que se aprecia en cada uno de tus trabajos.
—A mis veinte (en los ochenta) me instalaba como músico de teclados bastante bueno, ni cantante ni autor de canciones. En los noventa (las canciones) las escribimos para cuajar un repertorio y existir como Los Rodriguez, Alta suciedad es una grabación musical imbatible pensada como un disco instrumental con letra. Hacia los últimos compases de siglo me dedico a escribir un repertorio insólito en cantidad, a toro pasado una apuesta interesante de composición permanente que resulta, sí, en buenas canciones. Ahora soy el gran autor infravalorado de Argentina y abarco un territorio generoso de países y personas, a la sombra de los mitos argentinos, de los Allman Brothers y de Ismael Rivera. Echando la vista atrás me encuentro agradecido con los músicos que grabaron conmigo, los artistas que confiaron en mí con paciencia y buena voluntad. Vieron algo en mí que nunca supe o quise ver. A como dé lugar.