ENTREVISTA

"Con los lobos corro yo, dulce risa porque voy sin miedo”, recita Ángela Torres apenas se le pregunta qué frase de La niña de fuego capta la esencia de su EP debut. “Me gusta mucho porque habla de los primeros pasitos”, explica con la misma dulce risa que describe en la canción y que se percibe de inmediato desde el otro lado de la línea telefónica. Acaba de recitar el final de “Arrabalera”, una canción de tintes tan nocturnos como tangueros —con bordoneos de guitarra española y bandoneón incluidos—, donde deja en claro que este es el nuevo comienzo de su carrera.

Atrás quedó su papel protagónico en Simona, la ficción juvenil que la llevó a la popularidad en 2018. Ya no encarna un personaje. Ahora es Ángela Torres la que se desnuda en cada una de sus letras. Mientras busca su voz con la fusión constante como herramienta —el EP de seis canciones incluye reggaetón, trap, tango, rock y pop—, la cantante y actriz de 22 años lanza unas cuantos conceptos sobre su personalidad. La autoconfianza aparece en “Guapo”, la vulnerabilidad atraviesa la bellísima “Frágil” y las ganas de cambiar de piel define “Arrabalera”.

Con el valioso aporte del español Alizzz —el productor detrás de El Madilerño, de C. Tangana—, y de Iberê Fortes, Torres viajó a España para buscar la confianza que tanto buscaba para animarse a trasladar sus sentimientos a las canciones. De manera “inconsciente” —como ella define— estuvo acompañada en el proceso por su abuela, la célebre Lolita Torres, fallecida en 2002. “Sin buscarlo, ella apareció en el estudio y me inspiró muchísimo”, dice.

De la canción “La niña de fuego”, que su abuela interpretó en una de sus tantas películas, es que nace el título del primer lanzamiento solista de Torres. Es más, la voz de Lolita aparece sampleada en la canción que abre el EP. Es un homenaje a sus raíces. “Ella era una mujer valiente y con una fuerza muy grande en su decir y su cantar. Y hay algo de eso en lo que me siento identificada”, explica.

Sobre el nuevo capítulo de su carrera, Ángela Torres habló con El País.

—Tu primer EP está atravesado por las ganas de encontrar tu voz. Es más, en “Arrabalera” cantás: “Bajo cenizas dormía mi voz, / La niña de fuego se despertó”. ¿Cómo podrías definir ese despertar personal?

—Yo creo que por animarme a romper las barreras de cosas que antes me intimidaban un poco y que me daban vergüenza, como salir a cantar lo que siento y lo que pienso. Pero ya no tengo miedo de lo que vayan a pensar los demás. El EP también habla de un despertar de conciencia que pasé porque crecí y hay un montón de cuestionamientos que empiezan a despertar dentro de una. Es lindo prestarle atención y cantarle a esas cosas. En La niña de fuego hablo de ese despertar y de animarme a confiar en mí, entendiendo que este es un camino que va paso a paso. Está bueno romper con los miedos.

—“Estoy quedando demente, / Con toda esa mierda que se inventa la gente, / No les importa como uno se siente, / A veces quiero llorar”, cantás en “Guapo”. Vos empezaste tu carrera a los 12 años; ¿en algún momento te sentiste abrumada por tanta exposición?

—Todos interpretaron que esa frase era para los haters, pero estaba hablando de cosas más personales. Pero sí he pasado por un montón de situaciones donde las cosas se tornan un poco raras respecto a las opiniones que la gente tiene de uno. El momento de mayor intensidad fue cuando estuve en Showmatch porque no sabía bien dónde me estaba metiendo. Era muy chiquita y lo pasé muy mal porque no supe jugar el juego.

—En julio te entrevisté por el lanzamiento de “Aló”, y mencionaste que cuando estabas en el estudio haciendo música “todo tenía sentido”. ¿De qué manera se vuelve un refugio en los momentos en que te sentís abrumada?

—Es una vía de escape de este mundo que por momentos se pone muy oscuro. Cantar es lo más sagrado que tengo en mi vida, y hacer canciones es algo en lo que todavía me estoy descubriendo, pero es lo que más me gusta porque siento que es infinito; nunca terminás de conocerte en eso: es un descubrimiento constante. Tengo ganas de meterle a full porque me sana y es lindo compartirlo con la gente. Cuando algo que en su momento me hizo sentir muy triste, como fue “Frágil”, se termina transformando en una compañía para el otro. Y con eso me alcanza y me sobra.

—El EP La niña de fuego está construido sobre la fusión constante de estilos musicales. ¿Cómo surge el interés por meterte en esa búsqueda?

—Siento que lo más divertido es ir descubriéndose y explorando distintos géneros. Como todavía no sé qué es lo que más me gusta cantar, el EP muestra mi búsqueda y en eso soy muy transparente. Está bueno hacerlo porque ya es medio vintage encasillarse en un género; el futuro es que en una misma canción haya reggaetón, pop y punk. Siento que se va a mezclar todo y que en 10 años no vamos a entender nada de lo que estamos haciendo con la música. Me gusta jugar con eso y me da ganas de seguir evolucionando.