Empezó su carrera en 2015 y se convirtió en una de las figuras de la nueva canción chilena. Cami saltó a la fama gracias a su participación en The Voice Chile, donde quedó en segundo lugar, y de a poco fue edificando un repertorio que busca la reflexión, la reafirmación y el cuestionamiento. Su álbum debut, Rosa (2018), fue un fenómeno en su país: en cuestión de meses obtuvo una certificación de 18 discos de platino y dejó los hits “Querida Rosa”, “Pa’ callar tus penas” y “Abrázame”. Su voz, potente y llena de matices, le valió una nominación al Latin Grammy como mejor artista nuevo.
Para su siguiente paso musical, Monstruo, un disco que dividió en dos entregas, se reveló como una letrista a la que había que prestarle atención. La cumbia “Aquí estoy” era una contundente declaración de principios (“Soy la que perdió en un programa de cantantes, / Tengo dos ovarios y los pongo por delante”, cantó), mientras que en “Monstruo” ofrecía un relato sin filtros de sus contradicciones (“Te juro, aunque soy buena, / También soy monstruo”). A su vez, el álbum ofrecía crudas canciones sobre cómo enfrentarse al final de una relación, como “La despedida”, “Pena negra” y “Espero que seas feliz”.
Uno de los mayores éxitos de ese disco fue “Funeral”, que grabó con el argentino Wos, y llamó la atención del público uruguayo. Por eso, cuando anunció la gira de presentación de Monstruo, Montevideo era una parada asegurada. El jueves 12 de marzo de 2020 anunció que en mayo iba a actuar en Montevideo Music Box, pero el entusiasmo fue fugaz: al día siguiente el gobierno declaró la emergencia sanitaria, se suspendieron los espectáculos y el resto... Bueno, ya lo sabemos de memoria.
Tuvieron que pasar cuatro años para que la chilena finalmente conociera al público uruguayo. Sucedió el 20 de abril durante el festival Cosquín Rock Uruguay, celebrado en la Rural del Prado, y su repertorio fue breve pero contundente. Fue una demostración de las aptitudes vocales y escénicas de la artista con dos millones de oyentes mensuales en Spotify. Pero ese concierto fue mucho más que una carta de presentación en estas tierras, también fue la confirmación de que aquella Cami que cantaba baladas pop con tintes folclóricos como “Querida rosa” había quedado atrás.
La pandemia, según le relató a El País días antes de aquel show, tuvo un rol clave en la reconstrucción de su camino. “Se sintió como entrar en vortex donde hubo mucha incertidumbre”, contó a través de una videollamada. “No sabíamos qué iba a pasar después, y eso generó un cambio muy importante en mi arte y en mi perspectiva sobre el oficio. Estos últimos años han sido como de reajuste e investigación para enaltecer mi lugar como artista”.
Cami, entonces, dio inicio a un proceso introspectivo que presentó su primera muestra en 2021, con la visceral “Mía”. Sobre un arpegio de guitarra de raíz folclórica y una percusión de tintes electrónicas cantó: “Me vi cuando nadie más me veía, / Me vi y me quise hacer mía, / Suelto lo anclado, lo poco deseado, / Lo que me haya anclado, lo poco deseado”. Era la refundación de su obra.
“Quiero que mi historia se base en el cambio consciente y en la reflexión”, aseguró en aquella charla —hasta ahora inédita— con El País. “Siento que la comodidad fomenta la pereza, y creo que el artista de hoy tiene muchas herramientas que nos han hecho sentir un poco sesgados en el proceso creativo; hoy estamos haciendo música para ser famosos, y quiero desligarme de eso”.
Esa intención, la de la mirada honesta en una época en la que se suele apostar por las canciones virales en TikTok, alimentó a Anastasia, su disco de 2022 que se inspira en su segundo nombre. “Fue como una guerra entre que tengo que hacer una canción medio comercial y no quiero, y mis ganas de probar otras maneras de plantear mi lírica y mi composición”, aseguró.
Tras publicar Anastasia decidió apostar todo por sus convicciones, y se sumergió en un retiro creativo de dos meses en una localidad al sur de Chile. Rodeada de la naturaleza y acompañada por el productor hondureño Trooko, dio inicio al proyecto Anna, en el que lleva a un siguiente nivel sus ganas de fusionar elementos del folclore chileno con los de la música electrónica. A simple vista, pueden parecer estilos antagónicos, pero la chilena de 27 años encontró sus puntos de contacto. “Su hilo conductor es el ritual”, dijo en referencia al efecto mántrico que produce cada uno.
“Nacimiento”, que abre el EP Anna Vol.1 (Los amantes), hace dialogar a los beats pegadizos y a los colchones de sintetizadores con un guiño a “Sube a nacer conmigo, hermano”, del grupo Los Jaivas. Allí, además, reafirma sus interés por volver a empezar (“Renaceré cada vez que salga el sol”) e invita al oyente a ser parte de ese viaje. “Sube a nacer conmigo”, insiste en el estribillo.
El EP de cuatro canciones —según adelantó a El País, habrá tres volúmenes— cierra con “Ganadora”, un buen balance del camino iniciado en pandemia. “Ya no soy quien fui ayer, / No hay fallo, solo acierto, hoy gané, / Libertad, en mi piel, / Soy del tiempo, soy eterna, hoy gané”, canta sobre una pegadiza base electrónica que invita al baile como manera de autoreivindicarse. Es una las letras más potentes de su discografía.
Mientras prepara las siguientes entregas de este proyecto, Cami publicó Anna, el show, un disco grabado en vivo en el Teatro Municipal de Santiago de Chile que se acompaña de una serie de videos que muestran la cuidada puesta visual que rodea a sus conciertos. El repertorio incluye una versión a capella de “Gracias a la vida”, que la artista interpretó desde el último piso del teatro, y se completa con cuatro reversiones en estudio de éxitos de su obra (“Pena negra”, “Luna”, “Ven” y “Alturas”), que adquieren una enriquecedora nueva vida gracias a un ropaje esencialmente electrónico. Es una buena puerta a una obra en constante movimiento.
“Estoy trabajando mucho para que no me puedan encerrar en un tag”, comentó. “Busco sorprender al oyente para que la experiencia de escuchar mi música sea siempre diferente y evoque una emoción diferente”. Y su nuevo disco lo refleja.