Es otra cosa. Es la frontera y el límite, lo que separa y lo que une; el extremo que se rebasa, el filo que corta, el final pero a la vez el comienzo. Y sin embargo, dice Camila Ferrari, el borde es otra cosa: es todo eso pero también un territorio entero, un estado acabado, un lugar que habitar, un espacio al que pertenecer.
Sobre todo en tiempos de transición: ahí, cuando la vida cambia y el instinto dice que hay que atravesar el torbellino a la velocidad de la luz, el borde es “oro puro”: “Te estás redefiniendo como ser humana, y todo el aprendizaje que hay ahí me resulta fascinante”.
De ese aprendizaje, de lo más hondo de un revulsivo tiempo vital, Camila Ferrari sacó De los bordes, el disco debut que lanzó en 2022 y que esta noche presentará en vivo en la Sala Balzo del Auditorio del Sodre. Al cierre de esta edición las entradas, en Tickantel, estaban a punto de agotarse.
Ferrari, voz terrosa y plantada que acaba de conseguir dos nominaciones a los Premios Graffiti 2023 —a mejor artista nuevo y a mejor álbum de pop alternativo por este trabajo—, saldrá a escena con banda completa, visuales y un énfasis en las voces, piedras preciosas de su disco.
“Lo que más aprendí con este proyecto y este trabajo”, dice la cantante, guitarrista, docente y arregladora en charla con El País, “es a soltar los controles y confiar en el equipo que armé, y viene dando muy buenos resultados. Estoy muy contenta de que suceda, de honrar todo esto que tanto tiempo me llevó”.
¿Pero cuál es el tiempo de Camila Ferrari compositora?
¿Por qué una mujer que se fascinó temprano con el soul y el blues, empezó a cantar desde niña, se formó en el coro de Cristina García Banegas y luego en Coralinas de Carmen Pi, después pasó a la banda Los Dobers y se curtió durante años poniéndole su voz a repertorio de bossa nova en fiestas y eventos, se entregó a su ópera prima en plena bisagra de los 30 años?
“Por mucho tiempo me dediqué a otra cosa y me bloqueé”, dice. “Estudié Ingeniería Química y a la par de la carrera siempre canté, pero cuando me recibí, empecé a trabajar a horario completo y en esos años no compuse absolutamente nada. Más allá de lo que hice cuando tenía 15 años y era una adolescenta (sic) ilusionada, en los veintipicos todo eso se me bloqueó. Fueron años de darme cuenta de que no estaba donde quería estar, de hacer todo a medias”.
Entonces vinieron la renuncia —al trabajo pero de alguna forma a una vida, a una forma, una estructura—, una separación, la pandemia. Y las canciones desbordaron.
De los bordes —que se lanzó meses después del EP Caer, su primer trabajo en solitario propiamente dicho— es un compendio de canciones de paleta otoñal, envueltas por la introspección y por un sonido macerado, que da cuenta de todo aquello que se cocinó mucho antes de ser, al final, ofrecido.
Ahora que es tiempo de presentación en vivo y de mirar para adelante, de llevar su música a donde se pueda, Ferrari dice: “Yo tengo este miedo de arrepentirme de cosas, y si siento que tengo que hacer algo, lo tengo que probar. Se puede ir para atrás siempre, pero primero hay que jugársela. Y después está lo importante que es empezar a hacer, a ejecutar. No es que perdí todo ese tiempo, pero sí que estuve en otro viaje, así que si quiero encarar este, entonces que sea: que de mi lado lo pueda dar todo para que suceda”.