ENTREVISTA
Antes del recital de este martes en la Sala Zitarrosa, donde recibirá el Disco de Oro por "Soy Campera", Catherine Vergnes dialogó con El País
"Es tremendo lo que estoy viviendo; volví a ser la ‘sonrisa del folclore’”, comenta, entusiasmada, Catherine Vergnes desde el otro lado de la línea telefónica. Y basta con hacer un pequeño repaso por todo lo que le sucedió en el último tiempo para comprenderlo: a comienzos de mes abrió los cuatro shows de La Beriso en el Auditorio Nacional del Sodre, y el miércoles ganó el Premio Graffiti al mejor álbum de folclore por Soy Campera, que mañana le dará el Disco de Oro —mejor dicho, el “pendrive de oro”— en el recital que ofrecerá en la Sala Zitarrosa.
Para Vergnes, que también compitió en la categoría de mejor diseño de arte por la innovadora forma de presentar su música —una cajita de madera con su autógrafo que guarda un pendrive con forma guitarra—, estos reconocimientos son el fruto de un trabajo que no se detuvo por la pandemia. “Siento que Soy Campera es casi mi primer álbum, porque es al que realmente le di bola en la creación y en el poslanzamiento”, dice sobre su segundo disco, que, por si fuese poco, le dio una nominación a mejor solista femenina en la ceremonia de los Graffiti que se celebrará el 18 de octubre.
“Estoy recontenta con la triple nominación a los Graffiti y lo del pendrive de oro porque, si bien son reconocimientos nacionales, en realidad provienen desde la capital y eso es muy difícil de lograr para una persona del interior”, comenta la cancionista nacida en Paysandú. Pero más allá de cualquier galardón, Vergnes toma estas noticias como una manera de dar por cerrada la etapa más oscura de la pandemia. “Ahora que estoy tan feliz me puedo dar cuenta de la angustia que viví hace un tiempo. Más allá de la parte económica por no poder presentarme en vivo, estaba mal emocionalmente”, revela.
Como si se tratara de una manera de capturar esos sentimientos para dar por cerrada una etapa difícil, Vergnes adelanta que compuso una canción inspirada en todas esas emociones que definieron este año y medio de incertidumbres. “Es una respuesta a todo lo que vivimos”, dice. “A todos nos golpeó la pandemia y tuvimos nuestro momento de llorar un poquito a solas, así que es una forma de mostrar que está bien decir que estuvimos angustiados”.
Y la transparencia con la que aborda esa canción que editará pronto, es justamente la clave de su relación con sus 164 mil seguidores en Facebook y 96 mil en Instagram. “Siempre estoy trabajando con el sentimiento de pertenencia de mis seguidores, porque sé que el Disco de Oro es gracias a ellos. Respondo 100 mensajes por día y me quedan muchos por responder, pero no puedo dejar de hacerlo porque me interesa ver sobre qué emociones quieren que represente o de qué situaciones quieren que hable en mis canciones”, asegura. “Es una forma de hacer lo que me gusta, pero también pensando en ellos. Lo que quiero es que sientan que estamos juntos, porque este es un camino en el que la gente me va empujando pa’ delante”.
El sentimiento de pertenencia con su público es un aspecto de su obra en el que viene trabajando desde que publicó Cautivante, su debut de 2015, que se basaba en la fusión constante. Luego de haber girado por Serbia, Italia y Hungría representando a Uruguay junto al Ballet Tierra Adentro, descubrió que lo que realmente la representaba eran todos esos aspectos que la definen. “Conozco el lenguaje gauchesco, viví las actividades rurales y la diversidad de ritmos locales, así que fui buscando ese camino”, le dijo a El País a comienzos de año.
Por eso, en Soy Campera encontró su voz de la mano de canciones como “Nací de un río”, “El bocal”, “Jinete campero” y “Galopa”, que describen su vida en el interior. Así fue forjando un público fiel que atraviesa generaciones. “Noto esa identificación en los mensajes que me llegan, los comentarios de YouTube y en la gente que me para en la calle para sacarse una foto. Incluso se han tatuado frases de mis canciones”, dice.
Y, en estos tiempos de encierro, canciones como “Galopa” y “Vamo, vamo” se convirtieron en un refugio emocional de su público. “Yo quiero generar un bienestar con mi música, y creo que por eso se ha generado tanto cariño hacia mi persona, por más de que no nos conozcamos. Quiero hacerles bien y ellos quieren que yo esté bien. Es retroalimentativo”.
Mañana, “la sonrisa del folclore” celebrará su primer “pendrive de oro” con un recital con sabor a reencuentro. Y, como ya queda claro, lo de la Sala Zitarrosa será una fiesta colectiva.