Chacho Ramos: "Nunca puedo olvidarme de dónde vengo ni quién soy"

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Chacho Ramos. Foto: Marcelo Bonjour
Nota a Carlos Ramos, musico uruguayo conocido como Chacho Ramos, integrante de la banda de musica tropical Los Amos del Swing, en el bar Montevideo al Sur en Montevideo, ND 20211025, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

ENTREVISTA

El cantante de música tropical se presentará sábado y domingo en el Antel Arena con su banda, Los Amos del Swing. Antes charló con El País

De la vida en campaña. Ensillar el caballo, salir al campo, ir a la escuela rural. Y los equipos deportivos, las selecciones juveniles y la camiseta del Estrella América que supo defender toda la familia y con la que aprendió lecciones que, sin saberlo, aplicaría toda la vida. De ahí viene Carlos “Chacho” Ramos, un hombre que en la conversación va una y otra vez al origen, a eso que es y que no quiere olvidar.

Sentado en un bar de moda de esta Montevideo en la que hoy vive, el cantante piensa en aquella época como si la hubiera vivido ayer. Se acuerda el frío, del fútbol al aire libre en invierno, de los partidos ganados y los perdidos, de los amigos. Y asegura: “Fue de lo más grande que me pasó”.

Aquellas canchitas, aquel campo y aquellas historias en Casupá son el comienzo de un álbum de fotos que después de este fin de semana sumará un par de postales importantes. Chacho Ramos estará este sábado y domingo en el Antel Arena junto a su banda, Los Amos del Swing, y una serie de invitados que van de Hugo Fattoruso a Marihel Barboza. La primera función está agotada; para la segunda hay entradas en Tickantel.

“Digamos que las emociones se mezclan: volver a ver a los compañeros, volver a tocar y encima hacer este espectáculo. Todo pasa por lo emocional”, dice Ramos en charla con El País. Es que la doble fecha servirá, además de para celebrar el reencuentro de una banda que, como el resto, estuvo 18 meses inactiva por la pandemia del coronavirus, para presentar el disco Muy personal, que le valió el Premio Graffiti 2021 a mejor álbum de música tropical. También será ocasión de festejar otro Graffiti importante, a mejor artista del año por decisión del público.

Ramos pone la timidez por delante y le baja el tenor a cualquier reconocimiento, a pesar de que es uno de los cantantes tropicales más populares de Uruguay. Fue parte de la banda artiguense Mogambo, una experiencia que resume entre "la novelería" y "el aprendizaje"; estuvo en la banda Calipso, y en 1995 fundó Sonido Caracol junto a su amigo, el músico Guillermo Píriz. Pasó 13 años allí y ya lleva 14 al frente de un proyecto solista que, en verdad, es una orquesta con versión expandida, que el público verá en el Antel Arena.

—Tu historia te fue moviendo por distintos lugares del interior. Sos de Casupá, ¿y cómo se dio tu primer cruce a Artigas y a la banda Mogambo?

—Creo que no se puede analizar eso sin tener en cuenta la edad que yo tenía en ese momento, 22 años. Era toda una novelería irte a vivir a la frontera con Brasil, el portuñol, los partidos entre Gremio e Inter o Flamengo y Corinthians, el acento, la forma de vida de un montón de ciudades que son muy influenciadas por una potencia como Brasil. Todo me llamaba la atención, adaptarse a todo eso, y lo valoro como una experiencia linda que me dejó muchas cosas. Hice muchos amigos, crecí mucho, sobre todo porque salí de mi casa materna, paterna para intentar hacerme camino solo. Después la vida continuó en sus continuos cambios.

—Profesionalmente, musicalmente, ¿qué te dejó Mogambo?
?

—La influencia de la música brasileña, de los acordes de la bossa nova, del pagode; aprender a conocer y analizar un montón de artistas brasileños que no conocía. Siempre me gustaron Caetano Veloso, Gilberto Gil, Jorge Ben me gustaba mucho, Gal Costa, y después están los grupos de pagode que aparecían eran imponentes, Raça Negra y todo eso.

—¿Y de Artigas te fuiste a Sarandí del Yi, la base de Sonido Caracol?

—En realidad de Artigas me vine a Montevideo, pero ya viajaba permanentemente a Sarandí del Yi donde fundamos Caracol en 1995. Era la primera oportunidad de poder plasmar ideas en un proyecto musical que fuera nuestro y pasara enteramente por nuestra cabeza. Con Guillermo (Píriz) comenzamos con eso que fue basado sobre todo en el sacrificio, la lucha de los primeros años, hasta que después de siete u ocho años la orquesta explotó y pudimos sacar la cabeza a flote.

Chacho Ramos. Foto: Marcelo Bonjour
Chacho Ramos. Foto: Marcelo Bonjour

En 2020, hablé con Píriz de cómo se había moldeado el sonido de Caracol, y él decía que confiaba mucho en la afinidad de ustedes. ¿Cómo recordás vos aquel origen?

—Lo primero que recuerdo es la parte afectiva, porque Guillermo fue un hermano mayor para mí: fui a vivir a su casa, estuve con su familia y por eso hasta ahora tenemos una relación que trasciende cualquier cosa. Pero sí teníamos una afinidad en los gustos, los arreglos, el tipo de sonido y el concepto general de la música, de tomarla como un todo y nunca encasillarla. Y quien valora la música como un todo valora mucho lo folclórico, lo autóctono, y ese concepto fue el que intentamos plasmar.

—Hay quienes dicen que no importa si sabés hablar un idioma, que lo importante es capturarle el espíritu. Y lo pensaba en relación a tu repertorio, en la forma en que tomás un montón de géneros y subgéneros de la música latinoamericana y los codificás a tu estilo. ¿Hay algo de eso?

—Creo que pasa por el amor que uno siente: cuando vos amás tanto la música y cerrás los ojos, te llegan todos los géneros y todos te motivan, te emocionan, te trasladan. En eso soy un bendecido: si toco tango soy feliz, si canto un vallenato soy feliz y si hago una de Dire Straits también. Puedo tocar otro tipo de géneros y amarlos tanto como la música tropical. Y siempre me interesa decir, porque así lo siento, que yo no toco música tropical por un negocio. Yo amo lo que hago. Como dice Schubert, mi acordeonista: amamos nuestras increíbles cumbias. Por eso tratamos de hacerlas bien, y en eso hemos logrado lo que hemos querido, después de 25 o 30 años capaz. Esto dio mucho trabajo, pero no nos apartamos de la línea a pesar de que el género trae consigo movimientos permanentes. De repente se pone de moda la bachata o el merengue y nos aferramos a nuestro concepto de la música, y después de tanto tiempo logramos que lo captara el público nuestro y el de otros palos también.

"No toco música tropical por un negocio, amo lo que hago"

Chacho Ramos

—Hace poco hubo una polémica en Twitter, donde alguien dijo que Chacho Ramos estaba sobrevalorado. Aparecieron públicos de lo más diversos a defender tu música.

—Pasa que yo tengo una familia muy grande que me defiende, la familia de las canciones bonitas (se ríe). Yo no tengo redes y no me entero mucho de lo que pasa, porque me distrae de lo que realmente tengo que hacer; en un momento manejé las del grupo y noté que eran como adictivas, y decidí sacarlas. Y bueno, capaz que la persona que lo dijo piensa eso, o lo hizo para divertirse e intercambiar conceptos con otras personas. Y quien es una persona pública está expuesta a todo ese tipo de cosas, y bienvenido sea. Todo es válido; personalmente no me afectan ese tipo de cosas y tengo bien claro qué es lo que yo tengo que hacer, cómo tengo que trabajar. Yo soy un campesino, vengo del campo, de un pueblo pequeño y me cuesta mucho asumir a veces que estoy acá haciendo una nota contigo, o en un canal de televisión. Porque tengo bien claro cuáles son mis valores, dónde me formé, de dónde vengo. Nunca me olvidé de dónde vengo. Entonces ni miles de comentarios a favor ni miles en contra modifican los conceptos a los que me aferro para transitar mi vida.

En una entrevista anterior te pregunté por qué eras, para la gente, Chacho Ramos, y me dijiste que no había que sobredimensionar. Ahora que ganaste el Graffiti a mejor artista del año por voto popular, ¿contestarías de la misma manera?

—Creo que te contesto de la misma manera (se ríe). Hay que agradecerle a la gente, muchísimo, y yo lo tomo así, con mucho agradecimiento. Y con la mayor calma posible. No puedo olvidarme de dónde vengo, de quién soy, es más fuerte que yo, ¿me entendés? Trato de hacer un trabajo solo, sin ayuda, todo el tiempo, para ver dónde estoy parado.

Chacho Ramos en vivo. Foto: Difusión
Chacho Ramos en vivo. Foto: Difusión

—¿Qué te parece que hace a la canción bonita en tu banda?

—En nuestras canciones bonitas está el contenido de las letras, que hablan de cosas relacionadas a nuestra vida, los amores, nuestra tierra, el río, el pescador, la piragua, el asfalto. Está la armonía, el timbre de voz de quien las canta, el estilo de los músicos, el relacionamiento que tenemos entre los integrantes del grupo, que es prácticamente una familia. Durante la pandemia se sufrió lo económico, pero lo que más se sufrió fue extrañar a los compañeros.

—Ya que nombrás al asfalto, ¿qué es lo más montevideano que reconocés en tu proyecto?

—Es imposible separar la esencia de uno. Y si bien fui un campesino y nunca me olvido y en cada cosa que hago me sale ese niño que fui constantemente, tampoco niego que llevo 20 años acá y amo profundamente a Montevideo. Yo no soy una persona del interior que se vino pero reniega: no, yo amo Montevideo tanto como al interior. Entonces creo que en mis canciones, las composiciones y en la forma de actuar, tengo un poco de cada cosa, de esa etapa en el interior que es la fundamental porque te moldeás para el resto de la vida, y de esa etapa acá, más grande. En las canciones se manifiesta eso, parte de la esencia que uno tiene.

—En todos estos años de recorrido musical, ¿cómo has visto transformarse al interior del país?

—Quizás lo que más he visto es el despoblamiento de la campaña. Cuando yo estaba en el campo, la campaña estaba muy poblada; iba a una escuela rural, mis compañeros venían a caballo de cinco o seis kilómetros, y esa escuela se terminó. Lo que sí noto es cómo se despobló la campaña en los últimos 30 años, ha sido enorme. Después, la esencia de la gente es la misma, con los cambios lógicos que va teniendo la humanidad en general: las redes, los teléfonos, la comunicación. Los seres humanos mismos vamos cambiando, si bien creo que hay cosas que no se negocian, como los valores. Tratar de ser un mejor ser humano todos los días —mejor padre, mejor hijo, mejor compañero—; mejorar desde lo individual para que después, a nivel grupal, la sociedad también pueda seguir mejorando.

—Eso tiene una correspondencia con el público y con los colegas, donde también hay transformaciones que te llevan a compartir o a tocar para personas mucho más jóvenes. ¿Qué te llama la atención de las nuevas generaciones musicales?

—Muchas cosas. Creo que las generaciones actuales son mucho más extrovertidas que lo que éramos nosotros, que éramos mucho más tímidos. Nos costaba; bueno, a mí todavía me cuesta. Yo sigo siendo una persona tímida y me cuestan un montón de cosas. Las generaciones actuales no tienen miedo, se expresan, gritan, corren, y es maravilloso que así sea. Superar esos tabúes de atrincherarse, del miedo, de no poder expresarse, me parece fantástico. Y nosotros tenemos esa bendición de que las canciones bonitas le gustan a uno de 80 y a uno de 15. Nunca fue una táctica. ¿Cómo pasó? No sé. ¿Cómo se hace? Tampoco sé. Se logró espontáneamente y vivo esa relación público-orquesta de forma maravillosa. Y hay un movimiento muy lindo de artistas que van surgiendo, veo muchas mujeres que tocan y cantan que antes no se veía tanto y me encanta, porque la presencia femenina tiene que estar en todas partes. Yo me siento feliz de tener las compañeras que tengo, extraordinarias personas y músicas notables.

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