Crónica de Andrés Calamaro en el Antel Arena: guiños a Uruguay, beso al escenario y la música más viva que nunca

El músico argentino volvió a Montevideo con la gira "Agenda 1999", que celebra los 25 años de su histórico disco doble, y además de repasar sus clásicos recordó anécdotas de su relación con Uruguay.

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andrés calamaro en el Antel Arena
Andrés Calamaro en el Antel Arena.
Foto: Federica Martínez.

Los recitales de Andrés Calamaro son mucho más que la recreación del repertorio grabado. Son una instancia para la composición en directo, una búsqueda inspirada en la libertad de los conciertos de Bob Dylan y el espíritu del jazz: una canción nunca está del todo terminada y siempre puede adquirir un nuevo ropaje. Y este jueves, el argentino demostró que revitalizar su obra es tan interesante como bienvenido.

Ante un Antel Arena repleto —el tercero de su carrera—, Calamaro volvió a Montevideo con Agenda 1999, la gira con repertorio centrado en Honestidad brutal, su consagratorio disco doble que cumple 25 años. La lista incluyó a los clásicos “Cuando te conocí”, “Te quiero igual”, “Paloma” y “La parte de adelante”, en los que el cantante —que está en su mejor momento como intérprete— reimaginó las melodías según le sugirió el entusiasmo del público para llevarlas a un terreno que las hizo sentir más vivas que nunca.

Si esos juegos melódicos no fueron suficientes, Calamaro y su banda —de impecable nivel instrumental— lograron también hacer dialogar su propio repertorio con el ajeno. Esa especie de bossa-nova que es “Los aviones” decantó en “El ratón” de Cheo Feliciano, mientras que “All U Need Is Pop” adquirió un clima reggae para mutar hacia “Walking On the Moon” (The Police) y “Roots, Rock, Reggae” (Bob Marley). Fue uno de los puntos altos de la noche.

Algo similar sucedió sobre el inicio de “Estadio Azteca”, cuando Calamaro cantó un fragmento libre de “Adagio a mi país” (Zitarrosa) y sobre la coda de “Flaca”, en la que intercaló unas frases de “El día que me quieras” mientras el público coreaba esa memorable sección instrumental.

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Andrés Calamaro en el Antel Arena.
Foto: Federica Martínez.

Hubo numerosos guiños de este tipo, algunos sutiles y otros explícitos, como los dedicados a Uruguay. Además de la canción de Zitarrosa, interpretó “Zamba para mi tierra” del rosarino Litto Nebbia, con su “Amaneciendo en Montevideo”, y “Mind Projects” de Opa. Envió saludos a Leo Maslíah, a Ruben Rada e incluso a Luis Vitette —uno de los ideólogos del “Robo del siglo”—, recordó sus inicios en el grupo Raíces, dijo conocer muy bien “el dark side de Uruguay”, contó que fue “amamantado con leche Conaprole” y hasta bromeó sobre la posibilidad de tener hijos no reconocidos en el país.

Pero, por sobre todas las cosas, Calamaro entregó uno de esos shows memorables. Además de los clásicos de Honestidad brutal, desempolvó varias joyas del álbum como “Una bomba”, “¿Para qué?”, “Las heridas”, “No tan Buenos Aires” y “Son las nueve”. El disfrute en la platea y el escenario —la alegría con la que el bajista Mariano Domínguez y el guitarrista Brian Figueroa se miraban y sonreían al tocar fue una fiesta aparte— le brindaron un nuevo significado a las canciones.

Ese repertorio que nació a finales del milenio, entre sesiones maratónicas que rozaron la autodestrucción y fueron provocadas por el dolor de una relación fallida, 25 años después son motivo de festejo, comunión y encuentro. En el Antel Arena, entonces, cuando Calamaro cantó “Son las 9”, hubo un círculo que se cerró: “Fueron las canciones mi recompensa, / Canciones de dolor real, / Canciones que confiesan todo, / Pero canciones para mí y los demás, / Pero si los demás terminan por derramar una lágrima o cantar, / Será un premio más valioso que el dinero”.

Por eso, que familiares y amigos se abracen mientras Calamaro escupe los versos de “Paloma” o que una mujer empiece a llorar apenas suena el riff de “Los aviones” tiene un sabor a merecida conquista. Y eso que solo estamos hablando de las canciones de Honestidad brutal, porque la verdadera euforia llegó sobre el final y la despertó la tríada a cargo de “Cuando no estás”, “Crímenes perfectos” y “Tuyo siempre”. Fue tanto el entusiasmo del público —que no solo cantó, sino que reafirmó cada frase de los estribillos con los movimientos de brazos al aire— que Calamaro le cedió el protagonismo al público, especialmente sobre la cumbia “Tuyo siempre” que fue puro baile, canto y fiesta popular.

“Saben el respeto, el compromiso y la humildad que traigo para cantar siempre en Montevideo”, dijo el artista a mediados del concierto que rozó las dos horas y tuvo 23 canciones. El argentino, conocido por su transparencia cuando no se siente cómodo —“los uruguayos son más amargos que el mate”, dijo en 2010 tras el Pilsen Rock— estaba tan entusiasmado con el intercambio que tiró una campera de jean a las primeras filas y terminó besando el escenario.

Luego del pogo desatado con “Los chicos”, esa canción dedicada a “los amigos ausentes”, la banda se despidió mientras por los parlantes sonaba el pasodoble torero de Nerva, una cita directa a su afición por la tauromaquia. Antes de retirarse, abrazó a sus compañeros y se despidió del público con los brazos en alto. Una vez más, Calamaro salió victorioso del Antel Arena.

“Mil gracias Montevideo. Mi mejor recital de siempre en estas orillas”, escribió rato después en su cuenta de Instagram. “Oyentes, emotivos, amorosos, atentos y dando lo mejor que los músicos podemos aceptar, el recital perfecto”. La alegría, por unas horas, fue unánime.

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