El de El Cuarteto de Nos es uno de los casos más raros de la música uruguaya. El grupo liderado por Roberto Musso celebra los 40 años de su disco debut —aquel álbum compartido con Mandrake Wolf—, y sin embargo en sus shows no se hace mención al número redondo. Es más, su repertorio ya no solo va desde Raro (2006) en adelante: tiene como centro a Lámina Once, el disco de 2022 con el que inauguró su propio sello, Porfiado Records. La nostalgia no tiene lugar en sus recitales, lo suyo es una celebración del presente.
Y el público que el sábado agotó la primera de sus dos funciones en el Antel Arena —la banda repite esta noche y quedan entradas en Tickantel—, confirma que están en el camino correcto. El campo no solo estuvo repleto de veinteañeros, adolescentes y hasta niños que no habían nacido cuando el videoclip de “Yendo a la casa de Damián” se veía en MTV: por donde se mirara se veían remeras con diseños inspirados en canciones como “Fiesta en lo del Dr. Hermes”, “Cinturón gris” y “Maldito show”, todas de Lámina Once.
La excepción fue la de una mujer con una camiseta de Barranca abajo, aquel álbum de 1995 que para su nuevo público se siente como la prehistoria de El Cuarteto, y que sonreía mientras su hijo coreaba el estribillo de “Lo malo de ser bueno”. Es más, cuando Musso preguntó quiénes venían por primera vez a un show del grupo, un gran porcentaje del público levantó la mano. Es un fenómeno tan llamativo como admirable.
Que todo un estadio cante y celebre letras llenas de referencias literarias, cuestionamientos existenciales y críticas a los juegos de poder, y escuche con atención los seis minutos de “Contrapunto para humano y computadora” en el que Musso se enfrenta en un duelo ético y moral contra una voz automatizada a lo Siri, es algo único en la música uruguaya.
En 2022, en diálogo con El País, Musso trató de buscarle una explicación a lo inexplicable. “Los personajes de El Cuarteto son esa persona medio outsider que no se siente miembro de la manada, y creo que la reivindicación de la rebeldía de ese tipo de personajes es lo que conectó muchísimo con la gente”, explicó. Y cuando se desata un pogo eufórico en “Rorschach” en el que el narrador asegura que solo ve manchas ante el test psicológico, todo cobra sentido.
Pero por encima de todo análisis, están las canciones, el verdadero secreto del éxito. Y hoy, El Cuarteto de Nos es una de las mejores bandas uruguayas para ver en vivo. Desde el inicio arrollador con “Flan”, hasta las imbatibles “El hijo de Hernández” y “Buen día Benito”, y el momento emotivo de “No llora” —con flashes de celulares iluminando el Antel Arena y padres e hijo abrazándose—, la banda ofrece un concierto de dos horas en el que entrega una energía que llega hasta la última fila del estadio.
Para lograrlo, el rol de Musso es crucial. El magnetismo del frontman, que se mueve por todo el escenario, levanta el puño y salta en cada estribillo, invita a entregarse a esa fiesta popular que une generaciones. El combo se completa con el resto de la banda —con un impecable Luis Angelero en lugar de Santiago Tavella—, que llega al final de la gira de Lámina Once con el repertorio más que aceitado y una confianza contagiosa.
En su regreso a Montevideo, además, presentaron una imponente propuesta visual que incluso aprovechó las pantallas que rodean los anillos del estadio. También hubo fuego en el escenario, confeti y luces de láser, que tuvieron el protagonismo en “Maldito show”, una de las canciones más irónicas de Lámina Once, que cuando se toca en vivo se vuelve todavía más irónica. “El show debe distraer, / El show debe seducir / El show debe adoctrinar”, cantó Musso mientras se detonaron todos los efectos pirotécnicos posibles.
Por esa línea fue la flamante “El perro de Alcibíades”, que el grupo estrenó en Montevideo con la compañía de Mauricio Ortiz y Denis Ramos, miembros de No Te Va Gustar, en saxo y trombón. Sobre una clave de candombe, un espíritu funky y un estribillo sumamente pop, Musso hizo corear al Antel Arena una frase como: “Otra vez el viejo truco de la cortina de humo, para mover el foco a otro lugar, / Distraer con vulgaridades, es el capítulo infaltable en el manual de manipular”.
El cierre quedó en manos de dos de las canciones más efectivas de su repertorio: “Buen día Benito”, con la ya clásica performance del cantante encapuchado y en busca de venganza, y “Yendo a la casa de Damián”, que desató el pogo más eufórico de la noche, ese que tiene brazos en alto, camisetas revoleadas y cervezas derramadas. Fue una postal que confirma que a 40 años de su debut, El Cuarteto está más vivo que nunca.
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