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Crónica del show de Duki en Uruguay: así fue la noche en que el trap llenó el Velódromo Municipal

Este sábado, el cantante argentino Duki volvió a Montevideo con un show de entradas agotadas en el Velódromo Municipal. Trap, pogo y hits en una noche con claroscuros.

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Duki en Montevideo.
Foto: Juan Manuel Ramos.

Por Rodrigo Guerra
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Por los parlantes del Velódromo Municipal suena “Dancing Queen”, de ABBA, y un grupo de adolescentes se ríe mientras hace una coreografía digna de la Noche de la Nostalgia. El campo está repleto de grupos de amigos y vasos de plástico con cerveza y fernet. Más atrás se ven padres e hijos, unas cuantas camisetas con el rostro tatuado de Duki e incontables celulares que capturan historias de Instagram.

Es la noche del primer sábado de mayo y Knak y The La Planta ya pasaron por el escenario para delinear el clima festivo. Ya llovió, ya paró y entre las nubes trasluce la luna llena. “Olé, olé, olé, Duko, Duko”, gritan las 15 mil personas que agotaron el Velódromo Municipal para ver en vivo a la estrella del trap que hizo historia al llenar cuatro veces el estadio de Vélez en Buenos Aires.

Y ahí, apenas unos minutos después de las 21.00, se interrumpe ese clásico de ABBA y las luces del estadio se apagan. Se escucha el primer grito colectivo y miles de celulares en alto filman la escena. Cuando irrumpe el beat de “Givenchy” y los bajos golpean el pecho, Duki sale al escenario con la energía necesaria para desatar un pogo que llega hasta la torre de sonido. “¿Cómo está mi gente bonita en Uruguay?”, lanza antes de sumergirse en un fraseo frenético.

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Duki en el Velódromo Municipal.
Foto: Juan Manuel Ramos.

El público salta y corea la letra a todo volumen. “Tengo a lo’ míos hablando italiano, / De lunes a viernes solo comen pasta”, escupe el argentino y, justo en ese momento, seis bengalas se disparan desde el escenario e iluminan el cielo de naranja durante unos segundos. El efecto es similar al de un golpe en la mandíbula.

“¿Estamos ready para romper?”, grita el cantante antes de darle paso a “Hello Cotto”, un trap aún más agresivo que “Givenchy”. La clave está en el power-trío de bajo, batería y guitarra que lo acompaña, y que inyecta a la canción un impulso metalero. La gente salta aún más alto y corea todavía más fuerte. Aún no pasaron cinco minutos del show, pero el clima ya es asfixiante. El equipo de seguridad se lleva a varias personas desmayadas por el calor sofocante.

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Público en el show de Duki.
Foto: Juan Manuel Ramos.

Prendé la luz”, ordena Duki e interrumpe el inicio de “Tumbando el club”, el tercer tema del repertorio. “La gente que se sienta mal, trate de salir por los costados. Ayuden a salir al resto”, dice mientras vigila cada sector del campo. “A esa chica déjenla pasar”, lanza y señala las primeras filas. “Vamos a tomarnos un minuto, perdonen la demora”.

“¿Estamos para seguir?”, pregunta unos instantes después, cuando las cosas parecen calmarse. Canta “Tumbando el club” y el público está tan apretado en su intento por acercarse al argentino que el show vuelve a interrumpirse. El cantante pide agua para el público mientras exige que dejen salir a alguien que está a punto de desmayarse. Luego se lanza sobre una versión rockera de “Si te sentís sola” que contagia tanta euforia que el artista tiene que volver a pausar su show.

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El público de Duki en el Velódromo Municipal.
Foto: Juan Manuel Ramos.

La situación se repite otras dos veces (en “Sudor y trabajo” y “Pintao”), así que el cantante decide irse del escenario. Está pendiente de lo que sucede en el campo. “¡Ábranse, por favor! La gente que tenga a alguien cerca que se sienta mal, ayúdenla a salir”, pide. “Un minuto, respiramos y seguimos. ¿Estamos bien? ¡Hay mucha energía esta noche en Uruguay! Gracias por el recibimiento. Es un placer”.

Cuando vuelve a escena, el argentino de 26 años finalmente puede demostrar los dotes que lo convirtieron en uno de los referentes de su generación. Canta “Piensa en mí” con una bandera de Uruguay sobre los hombros, se mueve por todo el escenario con una presencia magnética, rapea sin esfuerzo intrincadas barras e invita a su compatriota C.R.O. en una versión explosiva de “Harakiri”.

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Duki en el Velódromo Municipal.
Foto: Juan Manuel Ramos.

La sección dedicada al reggaetón coincide con una garúa que hace que el público baile los éxitos “Top 5” y “Marisola” bajo la lluvia. Más adelante, cuando el viento se lleva a las nubes negras, Duki se lanza sobre su sesión con Bizarrap, esa donde repasa su historia. “Encontré el sentido a mi vida cuando me metí en un estudio, / Y pegué mi primera canción, y aunque no tenía plata, me creí millonario”, canta a capella y el público corea la letra como si se trata de un himno.

A la hora y veinte del recital, interpreta “Goteo” y el pogo recupera la intensidad del inicio. La historia es la misma de antes: tiene que interrumpir la canción. El cierre queda en manos de “She Don’t Give a Fo” y la fiesta, esta vez sin pausas, llega a la cúspide. “Gracias por tanto amor y por hacerme sentir en casa”, dice.

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Duki en el Velódromo Municipal.
Foto: Juan Manuel Ramos.

En el bis, retoma “Givenchy” —la canción del arranque— y el show cierra con fuegos artificiales. Mientras la gente filma la escena, “Enjoy the Silence” (“Disfruta el silencio”), de Depeche Mode, suena por los parlantes. Es la invitación perfecta para recuperar la calma tras una noche de energía desbordada. Las 15 mil personas se retiran de a poco tras haber sido parte de la fiesta del trap que el sábado agotó el Velódromo Municipal.

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