Rosada, pegajosa, divertida, dulce, suave, con un toque infantil, inevitablemente extravagante. Casi como una fantasía. La última propuesta de Miranda!, la banda argentina que fue fenómeno y después un clásico del pop regional, es lo más parecido a un algodón de azúcar en clave musical: darle un bocado es como un estallido de dopamina, tres minutos a toda velocidad en Disney World, un estímulo al que no se quiere renunciar.
Hay algo de eso que es inherente al pop, a este pop de melodías brillosas y tempos acelerados, que hace que cualquier mal día y cualquier mal momento y cualquier angustia puedan, al menos por unas horas, quedar sepultados bajo una montaña de canciones efectivas. De eso, Miranda! lleva 22 años dando clase.
Sin embargo, en el Auditorio del Sodre, este miércoles y en la primera de dos noches con entradas que se agotaron en apenas nueve días (y eso ocurrió hace ya seis meses; la segunda función va hoy), Miranda! confirmó su renacimiento. En Montevideo, su tradicional público quedó fundido con uno nuevo, recién llegado, centennial, el merecido resultado de una jugada maestra.
En 2023, la banda de Ale Sergi y Juliana Gattas, esa que arrancó con el nuevo milenio y que le puso color, promiscuidad y erotismo pop a la escena musical de un Río de la Plata en crisis, lanzó Hotel Miranda!. El disco, un éxito, fue una relectura de 11 canciones ya conocidas, cantadas hasta el hartazgo, escuchadas en todos lados y ahora atravesadas por voces nuevas.
Como uniendo historias, los Miranda! convocaron a Andrés Calamaro, Emmanuel Horvilleur o Cristian Castro, referentes de larga data, y los entreveraron con la nueva generación popstar: Emilia, Lali, María Becerra, Ca7riel, FMK. Entonces "Yo te diré", "Perfecta", "Uno los dos" y hasta "Don" volvieron a germinar, a crecer, a dar flores.
Así, el show de presentación de Hotel Miranda!, que a diferencia del vistoso despliegue que tuvo en Buenos Aires vino a Uruguay con puesta reducida —dos músicos, cinco bailarinas, tres pantallas, sin escenografía—, se convirtió en Montevideo en la foto misma de una transformación. Una transformación como una prueba de que actualizarse, permanecer y expandirse no tiene que ver con una renuncia o un disfraz sino con el coraje, la voluntad, la inventiva, el trabajo.
En el Sodre, Sergi y Gattas jugaron de memoria. Desde la apertura con "Por amar al amor" hasta el cierre pre-bises con "Don", interrumpieron su actuación con contadas palabras y el cronograma de los cambios de vestuario. No persiguieron la perfección sino el disfrute. No frenaron nunca, él con su energía aeróbica, ella con su habitual pose encantadoramente desganada, leve.
Entre trajes de charol, trincheras violetas como salidas de una versión cara de Karibe con K, tapados de arbolitos de Navidad y camperas ochentosas, la dupla recorrió un repertorio hitero que abarcó todas las versiones de Hotel Miranda!, con los invitados interviniendo desde las pantallas, y mucho más. Estuvieron "743", "Lo que siento por ti", "Extraño", "Dos", "Ritmo y decepción", "Fantasmas" y así.
Las bailarinas, respetando el dresscode de hotelería, acompañaron con cuadros de danza pero más bien de humor físico, paródico. El entretenimiento nunca decayó: encuadrando todo lo que pasaba en el escenario, un niño inventaba sus coreografías en un balcón del Sodre, una joven bailaba extasiada y su compañía la filmaba para inmortalizar el momento, otro se emocionaba cuando Sergi parecía señalarlo mientras repetía eso de que "me gustas tú". Algunos lo registraban todo en sus teléfonos y otros recibían la música con los brazos al cielo, cada quien con su propia fiesta.
Los bises, "Imán" y "Romix" del disco debut Es mentira, fueron un reconocimiento a los viejos fanáticos, el último souvenir. Porque Miranda! se inventó un hotel para explotar de nuevo, pero el resultado del nuevo show es más bien una feria de atracciones que reivindica un lugar sin tiempo, sin dramas, sin problemas. Por lo que dura, una quiere jugar a todo, verlo todo, tocarlo todo, disfrutarlo todo, aunque afuera de esa sala el mundo parezca estar despedazándose. Y de esa fantasía no hay generación que no quiera ser parte.